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Historia

Elogio de un fracaso

  • La historia del jerezano Manuel Goñi Sol, un joven oficial de la Armada vencido por un enemigo implacable a los 26 años de edad

Mi abuela tenía un baúl repleto de uniformes viejos de los hermanos de mi abuelo. Cuando llegaban los Carnavales yo lo saqueaba en busca de algo con que disfrazarme. Sólo había uno que ceñía medianamente mi cuerpecillo de adolescente. "Ese era del pobre Manuel", me decía con cierto desdén y algo de sorna. Me sorprendía que me quedara bien por lo que deduje que debió ser extremadamente delgado.

Solemos elogiar con placer el triunfo de los héroes vencedores, los deportistas extremados, los políticos de campanillas, las folclóricas de postín, los magos de las finanzas y hasta las prostitutas de glamour. Se dice que en la lejana Roma los gladiadores eran jaleados y se cotizaban como los mejores futbolistas de hoy. Esta afición universal por aplaudir lo sublime viene motivada por sentimientos escondidos en lo más profundo de nuestras almas. Por una parte son acicate para esforzarnos en conseguir nuestros propios objetivos y por otra lo utilizamos como adormecedor lenitivo para mitigar la frustración de nuestra común existencia.

Por el contrario, apenas prestamos atención y hasta despreciamos a los que se esforzaron con gran tesón por alcanzar sus metas sin conseguirlo. Que pelearon bravamente contra las adversidades, cayendo y levantándose una y otra vez, pero que terminaron vencidos por las dificultades sin lograr el huidizo laurel. Lucha que en ocasiones les llevaron hasta morir en el intento. Creo sinceramente que a veces estos perdedores son más merecedores de elogio que los que alcanzaron el éxito, a los que en muchas ocasiones les sonrío la suerte o incluso la casualidad.

Hoy, si mis lectores me lo permiten, voy ser abogado de uno de estos desheredados de la fortuna, mostrando para ello el relato de un jerezano que me es cercano. El oficial de la Armada Española D. Manuel de Goñi Sol, un buen ejemplo de alguien que lo intentó, pero no pudo ser.

No le faltaban a Manuel bemoles para haber sido un gran marino. Su noble familia estuvo adornada de muchos e importantes personajes durante más de 1.000 años, alguno como Don Teodosio de Goñi mitificado en la leyenda. Más cercanamente su pariente Joaquín de Goñi, brigadier de la Armada, capitán del Puerto de Cádiz en el XVIII, cuando era quizás el más importante del mundo, organizador y comandante de los convoyes de navíos de ida y vuelta a las Américas, que alardeaba ante el Rey de haber participado bravamente en todas las batallas navales importantes de su siglo. Era hijo de Justo de Goñi Alzate, el mítico capitán de La Bella Vascongada, curtido en aventuras y enfrentamientos con piratas en los Mares de China. Hermano de Antonio Mª de Goñi Sol también capitán de la Armada, cuyas historias he relatado en este Diario de Jerez en anteriores artículos. La pluma de su sobrino Don Pío Baroja estaba dispuesta para recoger sus previstas aventuras. Pero no pudo ser.

Voy a resumir a continuación la corta trayectoria de este humilde marino, que los lectores interesados pueden encontrar en uno de mis los libros de la serie Historias, Mitos y Leyendas de los de Goñi, que tengo publicados en Amazon.

Manuel de Goñi Sol nació en Jerez el 21 de octubre de 1862 en la calle Corredera, en uno de los domicilios familiares que sus padres utilizaban cuando Justo regresaba de sus viajes a Filipinas. Se bautizó en San Miguel, patrón de los Goñi desde sus más remotos orígenes. Siguió la trayectoria escolar de su hermano Antonio Mª y se preparó para ingresar en la Armada en donde se presentó como aspirante a los 17 años.

Su trayectoria profesional se resume con la parca concisión militar en unas pocas líneas tomadas de su hoja de servicios: en 1880, aspirante para la Armada; en 1882, guardamarina de 2ª Clase; en 1883 aprueba el tercer año, siendo nombrado guardamarina de 1ª Clase; en 1886, alférez de navío; en 1888 fallece con 26 años.

Con la misma concisión se mencionan algunos de los buques de guerra en los que navegó por España, África y América: 1882, Fragata Carmen y Fragata Victoria. 1883, Fragata Libertad, Fragata Numancia y Fragata Concepción. 1884, Crucero Navarra. 1885, Fragata Victoria y Crucero Navarra. 1886, Corbeta Villa de Bilbao y Crucero Navarra. 1887, Vapor Legazpi, del cual saldría licenciado como enfermo el 20-12-1887, para ya no reintegrarse nunca más al servicio.

Una enfermedad le hizo regresar de La Habana en 1884 y de Fernando Poo en 1886

La lectura de su hoja de servicios manuscrita permite deducir cuál pudo ser la enfermedad que sufrió Manuel, de cuyos síntomas no tenemos noticias hasta 1884 cuando regresa de La Habana con 22 años. Que se agrava al regresar de Fernando Poo en 1886 y que le hará fallecer en 1888, ya próximo a cumplir los 26 años.

Son cuatro años en los que va alternar la continuidad del servicio en la Armada navegando y pasando exámenes, con varias licencias por enfermo en Jerez o en instituciones de salud. Cabe sospechar que pillara alguna enfermedad tropical, como el cólera o la malaria, contagiado en la Habana y agravado en las estrechas e insanas sentinas de los buques de guerra.

La colonia había pasado varias epidemias de cólera por aquellos años, por lo que su buque al regresar hubo de pasar una cuarentena en el Lazareto de San Simón de la Ría de Vigo. A partir de entonces le veremos alternar sus actividades profesionales en diversos buques con internamientos para recuperarse en balnearios que eran los únicos tratamientos en la época para tan graves enfermedades.

Debió agravarse su enfermedad pues el 20 de diciembre de 1886, estando en Cádiz, fue pasaportado a Jerez en uso de licencia por enfermo. El 30 de junio de 1887 continuaba en esta situación.

En el diario 'La Época' del 12-8-1888 se informaba que la familia de Justo de Goñi está tomando las aguas en el muy lujoso y de moda Balneario de Urberuaga de Ubilla, a 2,5 kilómetros de Marquina en Vizcaya, (actualmente cerrado y en ruinas). Se trata de balnearios en los Pirineos españoles y franceses frecuentados por la gente pudiente y de la nobleza que debían ser carísimos.

Poco después será en uno de estos lujosos establecimientos, Aguas Buenas en Francia, en donde fallecerá acompañado de sus padres y hermanos.

Como consecuencia, las últimas líneas de su hoja de servicios no están escritas por él, sino por el Responsable del Negociado de Personal del Ministerio en Madrid que indica su fallecimiento con la siguiente anotación:

“Según telegrama del Capitán General del Dpto. de Cádiz consta que este oficial falleció el 7 de Septiembre (1888) en Aguas Buenas (Francia) quedando esta hoja cerrada con esta fecha (20 de septiembre) para remitirla al Archivo.”

Según la prensa de la época, sus restos fueron recibidos por miles de personas en Jerez, donde la familia era muy respetada y conocida

'El Guadalete' publica el 12-9-1888 que el cadáver embalsamado es enviado por tren a Jerez para ser enterrado en el Panteón familiar de los Goñi. Llegará el día 13 a las 6 siendo recibido por miles de personas. En los meses siguientes se celebran misas en su recuerdo y aparecerán esquelas en varios aniversarios. El 20-9-1988 'El Guadalete' transcribe como panegírico el siguiente artículo.

EN HONOR DE UN JEREZANO: En el Tajo, ilustrada publicación que se da a luz en Ronda, hemos leído el siguiente sentido artículo dedicado a la buena memoria del malogrado D. Manuel de Goñi y Sol, brillante oficial de la Marina y apreciabilísimo paisano nuestro, cuya respetable familia es tan apreciada entre nosotros. Participando de los mismos sentimientos que han inspirado el artículo, cumplimos un deber al trasladarlo a nuestras columnas, reiterando así el testimonio de afecto que nos merece nuestro digno amigo, el Sr. D. Justo de Goñi, padre del finado:

“Entre las diferentes familias forasteras que en el verano que acaba de terminar vinieron a esta población en busca de aires puros y clima agradable, llamó la atención, ganándose en poco tiempo francas y verdaderas amistades, el simpático grupo que formaban un respetable anciano y un joven de enfermizo semblante y de melancólica mirada en cuyo fondo de veían ráfagas de genio y de valor en los instantes en que el mal que minaba su existencia concedía pasajera tregua a aquella naturaleza hacía muy poco tiempo fuerte y poderosa y entonces destruida por el desencanto y los sufrimientos. El anciano era el Sr. D. Justo de Goñi, inteligente y antiguo marino, actualmente avecindado en Jerez de la Frontera, y el joven su hijo, D. Manuel de Goñi y Sol, alférez de navío de la Armada, que a consecuencia de un viaje a Fernando Poo y de otros rudos servicios prestados en su carrera, había contraído grave y peligrosa enfermedad. Nosotros que durante la permanencia de los Srs. de Goñi en Ronda tuvimos el gusto de acompañarles frecuentemente y de tratarles con intimidad, pudimos apreciar mejor que nadie el entrañable afecto que fundía en una sola existencia las de aquellos cariñosos seres, admirando el respeto y la gratitud del hijo para con el padre, y la ternura y solicitud con la que este se consagraba al cuidado del enfermo, adivinando sus deseos y mimándole cual la más tierna de las madres pudiera hacer con un niño de cortos años amenazado de muerte prematura. Sin haber obtenido la apetecida mejoría, presa el anciano de congojosa inquietud, y convencido el joven de que sus días estaban contados, como nos dijo mas de una vez con su viril rudeza de marino y de hombre de corazón, tuvimos el sentimiento de despedir a estos buenos amigos a primeros de Julio, que salieron de esta ciudad para reunirse con el resto de su familia y buscar en las aguas del norte el alivio que no habían podido conseguir entre nosotros. Con estos antecedentes figúrense, nuestros lectores el verdadero pesar que sentiríamos al recibir hace unos días una sentida carta, en la que el Sr. de Goñi nos comunicaba que había sentido el golpe más rudo que puede experimentar un padre cariñoso y apasionado. El 7 de setiembre y hallándose en Aguas-Buenas falleció en brazos de sus padres y de sus hermanos el desventurado D. Manuel de Goñi, perdiendo la Marina Española a uno de sus mas ilustrados y dignos oficiales. El cuerpo de nuestro pobre amigo fue embalsamado para ser conducido desde Francia al panteón de familia que los señores de Goñi tienen en Jerez; y al saberse en aquella población tan triste noticia, el duelo fue general, pues se trataba de una de las más distinguidas y apreciables familias de la ciudad y de un joven que desde niño había sido modelo de buenos estudiantes y ya hombre se había conquistado el afecto de todos por su talento y excelentes condiciones de carácter, muy particularmente entre sus jefes y compañeros, que le tenían en grande estima por su inteligencia y pundonor. Toda la prensa jerezana se ocupo del doloroso suceso, rindiendo merecido tributo a la memoria del finado”.

Dado que Manuel era un joven marino, sin apenas recorrido vital que justifique todas estas atenciones de la prensa, hay que deducir que estas se deben más bien a la trascendencia social de su familia en Jerez.

Setenta años después, este sobrino nieto de Manuel, con un sable de palo en el correaje y un gorro tipo Napoleón de papeles de colores, adquiridos por unas perras en el kiosco de la Plaza Plateros, vestido con aquel uniforme viejo y desteñido, ignorante de la tragedia que vivió su dueño, me dirigía al baile de Carnaval que organizaba una amiga. Quiero pensar para mi consuelo que mi pobre tío abuelo, desde el Océano Infinito donde navegan para siempre los marinos buenos, me disculpe el atrevimiento y me haya contemplado con simpatía.

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