"Mi marido se ha tenido que acostumbrar a que mi sueldo sea el único fijo"
juana pazos. costurera
Con unas plataformas de vértigo llega Juana Pazos a la fundación Secretariado Gitano. Pisando fuerte. "¡Mira qué guapa te has puesto para la entrevista, Juana!", le comenta una compañera de la organización. Pero la realidad es que ella se pone guapa todos los días. Para su casa, para su trabajo, para sus hijos, para su marido, para sus amigos y sobre todo, para sí misma. Pazos, gitana de 45 años, no responde a los tópicos que persiguen a las mujeres gitanas. Fuma tabaco, sale con sus amigas y sobre todo trabaja duro para sacar adelante un hogar cuyos únicos ingresos fijos, son los suyos. Eso sí, con costumbres más o menos arraigadas, esta mujer gitana, no niega su identidad.
La jerezana se casó cuando tenía veintidós años, enamorada de su pareja y embarazada de su primera hija. "Mi boda fue muy distinta a la de cualquier boda tradicionalmente gitana". Al estar encinta, Pazos decidió no casarse de blanco ni con más invitados que dos testigos en la iglesia. "Ya ves... mi enlace fue muy simple. Vestida de calle y , obviamente, sin prueba del pañuelo", confiesa.
Su infancia no fue más diferente que la de cualquier niña paya de su edad. Abandonó el colegio a los doce años para dedicarse a lo que realmente le gustaba y ahora es su trabajo: la costura. Es modista de trajes de flamenca. "Ahora que me he aficionado a la lectura, me arrepiento, me hubiera gustado estudiar más". Además, entre sus libros favoritos destaca 'El tiempo entre costuras' y 'La reina del sur'.
En el seno de su familia -con tres hermanos, madre gitana y padre payo-, nunca vio una conducta machista. "Mi padre ayudaba en casa como cualquier otro, además había muchas costumbres gitanas que no le gustaban". A modo de ejemplo, cuenta la jerezana que un día se presentó en su casa un gitano canastero a 'pedirla' para su hijo. "Mi padre le dijo que no, que eso tenía que decidirlo yo misma. Y a mi su hijo, la verdad, no me gustaba nada".
Fue en su mismo edificio donde encontró el amor: su marido, con el que lleva veintitrés años de matrimonio y dos hijos. "No tuve que andar mucho", bromea. El esposo de Juana Pazos, albañil y gitano, lleva cuatro años en paro y "trabajando de forma eventual en lo que le sale", asegura la jerezana.
Es así como la atenta mirada masculina ha dejado paso a la independencia femenina en la comunidad gitana. "No ha habido más remedio para él que acostumbrarse". Operada de un trasplante de riñón, Pazos confiesa que su marido tuvo entonces que ayudarla más que nunca. "Me facilita las tareas de la casa y cuando tengo muchos trajes de flamenca, él me ayuda haciendo volantes", explica.
Con respecto a los programas de televisión que tratan sobre la etnia gitana y sus costumbres, la jerezana piensa que "juegan con una imagen estereotipada de la comunidad", explica. "En Jerez eso no es así, o al menos no en mi entorno. Muchas gitanas no nos sentimos representadas. De hecho, me da vergüenza ajena", comenta. "Por ejemplo, mi hija es asistente social e invidente y se vale por ella misma sin estar a la sombra de ningún hombre".
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