Entre todos le mataron...

...Y él solo se murió · Varios propietarios narran los momentos de auge y caída de los videoclubes · Jerez contaba con setenta y dos establecimientos en sus años de bonanza; ahora tan sólo quedan unos trece

José Antonio Capote, junto a su padre Lisardo, en su estudio de la productora.
José Antonio Capote, junto a su padre Lisardo, en su estudio de la productora.
Juan P. Simó / Jerez

20 de octubre 2011 - 01:00

Son los más 'pobres' de la imagen. A principios de los ochenta, arrasaron el mercado audiovisual con las clásicas cassettes de VHS y Beta. Los videoclubes afloraron como setas por toda la ciudad y aquella novedad le procuró una larga época de vacas gordas. El tiempo, los revolucionarios soportes y la tecnología fueron acabando con tanta euforia. Primero fueron los vídeos comunitarios, donde dos o tres grandes compañías del cable se encargaban de comprar o alquilar películas para su exhibición en bloques de edificios a cambio de una pequeña cuota mensual. Más tarde, en 1993, el sector observó con recelo el resurgimiento del DVD, con mejor definición y sonido, a los que los videoclubes terminaron por adaptarse.

Luego aparecieron los 'Blu Ray' o DVD's con mayor capacidad de almacenamiento y, por tanto, de mejor calidad para películas y juegos. Hasta aquí todo bien. Hasta que apareció la TDT, con más de treinta nuevos canales, otra piedra en el camino. Por si fuera poco, llegó la piratería o descargas gratis por ordenador. Y la crisis, en fin, acabó de apuntillarlos. Este es un breve repaso por la situación de algunos 'supervivientes'.

Lisardo Capote levantó el segundo videoclub en Tomás García-Figueras un día del mes de marzo de 1982. Lisardo comenzó a trabajar de técnico de las lavadoras de Zanussi. Junto a su tío Juan Luis Ruano logró reunir dinero suficiente para alquilar un local. El tiempo y la bajada del negocio le cambiaron. "Aquello me transformó. Cuando comenzaron a emitir las privadas, hice un cursillo en Málaga de cámara de televisión", en 1988 mandó al garete el videoclub y montó una productora que trabajó para TVE y los canales autonómicos. Lisardo fue un autónomo que se 'reinventó'. Muchísimos otros se quedaron por el camino. Entre estos, un grandísimo puñado que salieron de las bodegas e invirtieron su indemnización en este negocio.

José Antonio es el más pequeño de sus tres hijos. Tiene ahora 34 años y, desde la infancia, no se despegó del trabajo de su padre. Aquello le fascinaba y hoy, ya apartado Lisardo de 'Capote Producciones', se ha convertido en mandamás del negocio. José Antonio cursó estudios de BUP y COU y estudió, como su padre, para cámara de televisión. Son ya cuatro años los que lleva al frente del negocio como autónomo. "Trabajo sobre todo para las televisores, especialmente Canal Sur, con programas divulgativos y de formación... En fin, me mantengo".

Luis Miguel, Luismi, es propietario de 'Videoclub Toma 2', que cuenta con dos locales en la ciudad: Uno en Ronda Muleros y un segundo en La Granja. Son ya quince los años que lleva en esta actividad. Como Lisardo, se olió pronto 'la tostá', la caída del negocio, la aparición de nuevas tecnologías y, por fin, la crisis. Entonces decidió diversificar su actividad: Sus videoclubes no son sólo establecimientos de alquiler de películas y videojuegos. "He tratado de hacer un centro de ocio. Aquí puedes encontrar también prensa, revistas, liberación y cargas de móviles... todo lo que tiene que ver con la telefonía móvil, al tiempo que tratamos de especializarnos en los juegos para consolas. De otra manera, no sobrevivimos. Nuestra máxima es la de ser serios en la atención al cliente. Y así lo hacemos". Luismi también conoció el auge y caída de estos establecimientos. "Al principio, durante el 'boom' de los videoclubes, nosotros llegamos a contabilizar un total de setenta y dos; hoy día, tan sólo existen en Jerez unos doce o trece".

Como los que regenta Mario Nieves García, que nos habla en medio de un mar de carátulas de películas y juegos de consola. En el negocio ha cumplido los diecisiete años y asombra que, durante años, haya mantenido el precio de alquiler: un euro por película o videojuego. Si comprar una película te puede costar los treinta o cuarenta euros, el videojuego es algo más caro; hablamos de unos cincuenta o sesenta, que yo alquilo a sólo un euro, y ponemos una tarifa especial de cinco euros si el alquiler es de una semana".

¿La culpa de todo? "La piratería, sin dudarlo, es el principal factor. Una película 'bajada' a precio cero en ordenador la ve una familia entera el tiempo que quiera. Estas prácticas han propiciado el descalabro de este tipo de negocios, creando un nuevo estilo de vida, de nuevas costumbres". La piratería, a la que como su 'hermano mayor', el cine, le ha obligado a introducir innovaciones.

Maribel ha mantenido el negocio desde hace más de seis años. En 2001 se hizo con un local en la calle Ventura Núñez. Desde hace cerca de dos años, instaló el videoclub en la zona de Torres de Córdoba. "El negocio comenzó bien, pero fue decayendo con el tiempo. ¿Cambiar de actividad? Había que hacer inversiones que no podíamos afrontar. Pensamos en una zapatería".

Maribel dice que ya ha comenzado a liquidar películas y videojuegos entre particulares y otros videoclubes. No sabe con certeza qué día cerrará, "cuando acabe la renta, este mes de noviembre". Bueno, ¿y ahora, qué?

- "Haremos algo, seguro. Ya se nos ocurrirá".

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