Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
TRAS una hora de balance autocomplaciente y propagandístico del año 2025, annus horribilis en realidad, el presidente Pedro Sánchez se sometió a cuatro preguntas de los periodistas presentes, más preocupados por los asuntos reales –y graves– que tienen prácticamente paralizado al Gobierno y reducida a la mínima expresión la producción legislativa de esta legislatura inviable, que si sobrevive es porque el enfrentamiento de bloques en el Congreso hace inviable una moción de censura, excepto que los nacionalistas de derechas –Junts, PNV y CC– opten por cambiar de criterio y consideren necesario en algún momento desalojar a un PSOE infectado de corrupción y señalado por proteger prácticas machistas.
Si algo demostró Sánchez en la horita larga de sermón navideño es que vive en un mundo paralelo, sumido en la mitomanía de creer ciertas sus propias mentiras. Convencido por los lemas prefabricados por su legión de asesores –del tipo “a la ciudadanía le renta este Gobierno” (no sabemos en qué) o “el feminismo nos da lecciones a todos” (sin especificar cuáles) o, aún mejor, “he asumido responsabilidades políticas” (pese a no haber acción alguna al respecto)–, al jefe del Ejecutivo le resultaron molestas que las preguntas de los periodistas fuesen encaminadas a seguir pidiendo explicaciones y reclamando acciones ante los casos de corrupción, que siguen sumándose como el de las supuestas mordidas en el ámbito de la SEPI, o el me too en las filas socialistas.
Así que Sánchez se permitió el lujo de reñir a los periodistas por no captar la “sustancia” y preguntarle por el truco de ilusionista que se sacó de una chistera gastada: un bono de transporte por 60 euros para coger algunos autobuses y trenes deficientes e impuntuales: que les pregunten a los pasajeros que ese mismo día se pasaron cinco horas abandonados entre Huelva y Sevilla. E incluso de simular un bostezo porque nos aburran unas propuestas inanes que no ocultan el hedor de su gobernanza: obtener dinero corrupto fue una prioridad de los defensores de la moción de censura que le permitió llegar al poder desde el mismo acceso al Gobierno. Analizar su bostezo nos retrata a un narcisista incapaz de asumir la realidad que le rodea, la que 800 asesores y 22 ministros pelotas nunca le dirán: que el sanchismo se descompone sin remisión. Dure lo que dure en el poder.
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