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Jerez

El mercado que quita las penas

  • Los comerciantes reconocen una mejoría de ventas esta Navidad

  • La veteranía y la juventud hablan de la vida en la plaza de abastos

La plaza de abastos tiene vida. Esa vida que sólo se ve y se siente en los lugares auténticos, con solera, con gente de verdad, con sus penas y sus alegrías. Esa vida que hace que tu pescadero redondee y diga 'pa ti, 11'. La que te llena el carro y saca la sonrisa, porque lo mismo te pone un kilo de tomates que te pregunta cómo está tu madre. En estas fiestas el mercado se llena de pavo, de marisco, de 'uvas de la suerte', de los avíos del puchero que nunca falta en la mesa y de buenos deseos. La plaza se vive en familia, esas mismas que van pasándose los puestos de padres a hijos, hasta encontrarte con Miguel Ángel Fernández, un jerezano de 40 años que desde los 7 corretea por los pasillos del mercado, y con José Antonio Gómez, un veterano de 63 que se sigue levantando desde hace más de 50 años a las cuatro y media de la madrugada para ir a por pescado fresco. Esa es la plaza.

"Esto era de mi abuelo, pasó a mi padre y ahora estoy yo. La plaza siempre ha ido para bien, hay productos frescos, variedad y sobre todo nos diferencia el trato con las personas. Yo siempre digo que una ciudad sin centro no es ciudad, por lo que invito al gobierno a que lo fomente". Fernández tiene dos niños que van a verlo en su puesto de carnes, como él iba a ver a su padre: "Yo les voy a dar la oportunidad de que estudien, como mi padre me la dio a mí, pero es que yo elegí la plaza. Y aquí estoy".

A los 11 años ya estaba José Antonio Gómez vendiendo pescado junto a su padre. Ahora a sus 63 sigue al pie del cañón acompañado por su hija, "que es más buena que el pan". El oficio de pescadero va en la sangre de esta familia y con honra. Con una vitalidad que asombra a pesar de que ya son muchas horas tras el hielo en días de mucha gente por el mercado, José Antonio reconoce entre risas que "tengo mis cositas, pero es que entro en la plaza y me encuentro más joven, se me quitan hasta los dolores".

"Jerez es muy bonito y venir al mercado central es la alegría más grande del mundo, porque entrar aquí es como entrar en la casa de Dios. Los negocios están flojitos por la necesidad, pero el pescado es bueno y hay muchas clases de precios, para el pobre y para el que esté un poquito mejor", declara José Antonio. Tras más de 50 años entrando por Doña Blanca, este pescadero reconoce que el mercado ha cambiado mucho y siempre para mejor: "Hace años esto tenía muchos fallos porque teníamos que subir a una segunda planta a coger agua, pasar por los pasillos mojando a los clientes... Pero la plaza está ahora mismo que es una alegría. El mercado es de nosotros, es del pueblo. Aquí se trata con mucho cariño, es algo familiar".

El oficio de pescadero no lo cambiaría por nada, de hecho, no falta a su cita en Cádiz a las seis de la mañana a comprar el género. Pero a comprar "a boca, no a mandos ni a nada de eso, a la antigua", ahora en euros "pero he comprado en pesetas, duros y hasta reales. Me encanta ser pescadero, creo que me moriré en la plaza". "Siendo mayor y conociendo las ventas que hemos tenido aquí, no lo veo malamente para tal y como estamos. Hay mucha necesidad y la gente busca lo baratito porque es que no puede. Ayudan a sus hijos, a las nueras, a todo el mundo... Si no fuera por las personas mayores que tienen sus paguitas a ver qué pasaba", dice Gómez. El presidente del mercado, Juan Ignacio Parada Vargas, "para servirle" -lanza mientras pesa unas acedías para una señora-, se suma a la valoración positiva de la Navidad y señala que "se ve un poquito más alegre, no es como antaño pero está mejor. Es la plaza más barata de España con una diferencia abismal y cada vez vamos a una plaza más profesional. Aquí hay que venir".

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