“Tengo mucho miedo, cualquier día mi hijo me mata de una paliza”

María, madre de un menor con autismo y trastorno negativista desafiante, reclama la ayuda de la Administración ante la situación que vive

La unidad de Pediatría del Hospital de Jerez estuvo el jueves sin técnicos auxiliares de Enfermería

El menor tuvo que ser atendido en el Hospital recientemente, tras romper con el brazo un cristal en el campamento.
El menor tuvo que ser atendido en el Hospital recientemente, tras romper con el brazo un cristal en el campamento.

María está desesperada. Lleva tres años "pidiendo auxilio" a la Administración, sin que haya conseguido ayuda alguna hasta ahora. Su hijo mayor tiene 11 años, pero su cuerpo es ya el de un adulto. El menor pesa 83 kilos, mide 1,80 y calza un 45 de pie. David tiene autismo, retraso cognitivo, está siendo sometido a pruebas por convulsiones para descartar epilepsia, y padece un trastorno negativista desafiante, que es la causa de su agresividad. Esta agresividad es constante, las 24 horas del día, y según su madre provoca que no duerma de noche ni de día. La situación es insostenible y extremadamente peligrosa para su familia.

María ha sufrido ya todo tipo de agresiones por parte de su hijo: mordiscos, empujones, golpes... "Me pega, coge cualquier cosa que tenga a mano y hasta que la sangre no chorrea no me suelta", cuenta esta madre jerezana totalmente desesperada. Las marcas de los dientes de su hijo en su brazo son habituales, asegura.

El menor acude durante el curso escolar a un aula específica de un colegio de Jerez, pero su madre reclama plaza en un centro especializado en el que lo puedan atender en un horario más amplio y durante todo el año. Este verano comenzó a acudir a un campamento público para niños con necesidades especiales en La Merced. Sin embargo, "me llamaban casi todos los días. Él es agresivo, siempre lo ha sido, y el otro día rompió un cristal con el brazo y lo tuvieron que llevar al hospital para cogerle puntos. Ahora quieren echarlo y me dicen que es por su seguridad".

Por estos motivos, el menor está en casa. María no puede evitar llorar mientras lo cuenta. No puedo contener las lágrimas pensando en que su hijo pueda pasar todo el verano en el domicilio familiar: "No puedo vivir con miedo y palizas diarias... el verano es muy largo estando así. Entiéndeme. Y no es sólo el verano, después cuando está en el colegio, es llegar la Semana Santa, la Navidad... y yo me echo a temblar".

Por más que lo solicita, "no hay plazas en ningún sitio específico. A mí de verdad que ya me da igual que sea en la provincia de Cádiz o fuera, pero así no podemos vivir". "Lo hemos llevado a todos los sitios posibles. Hemos estado en laboratorios de Barcelona, en Málaga, en Sevilla, lo están viendo en la Unidad Mental Infantil... ningún tratamiento le hace efecto a pesar de que desde los dos años está medicado", cuenta, mientras lamenta que "somos pobres, trabajo limpiando escaleras y me van a echar del trabajo si sigo faltando. No puedo más, nos estamos arruinando".

A esto se suma que María tiene otro hijo de 7 años: "Lo está pasando fatal, sufre muchísimo, vive asustado, no entiende que el hermano me pegue, y yo siempre intento protegerlo para que no le pegue a él, pero tampoco quiere que me pegue a mí. Ya llevan dos años advirtiéndomelo en el colegio". "Tengo mucho miedo, no sé qué más hacer o a dónde acudir, cualquier día mi hijo me mata", cuenta en mitad del llanto. Tanto es así que la policía acude casi diariamente al domicilio, alertada por los vecinos debido a los episodios de violencia. "Yo se lo agradezco", dice entre sollozos, mientras añade que "me tiene la casa destrozada".

La única 'solución' que le dan desde las Administraciones competentes "es que renuncie a su custodia y, por tanto, a cualquier derecho sobre él o contacto. Yo no quiero eso, es mi hijo, no quiero abandonarlo ni renunciar a él, pero necesito ayuda. Necesito que esté en un centro y poder verlo o recogerlo fines de semana, pero no podemos seguir así". María vuelve a llorar: ¿Qué hago yo con este niño? Venid a mi casa y vedlo". "Así no se puede vivir", repite una y otra vez. Y es cierto: No, así no se puede vivir.

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