Miguel Monje | comerciante

"Imagino que la nueva normalidad será reinventarse"

Miguel Monje en Licores Corredera, su tienda en el centro.

Miguel Monje en Licores Corredera, su tienda en el centro. / Pascual

“Nueva normalidad, quién sabe como será”. Miguel Monje se echa a reír con sólo escuchar la forma en la que el presidente del Gobierno se refiere a la sociedad del después del coronavirus, un escenario tan incierto como el del día después del confinamiento al que los comerciantes de actividades esenciales –Licores Corredera, su tienda de vinos lo es dentro de la rama de la alimentación– tuvieron que enfrentarse sin apenas información y sin medios para protegerse.

Como todos los profesionales que están en primera línea, Miguel está echo de esa pasta que antepone el servicio a la sociedad al miedo a contagiarse. Algo ayuda el hecho de poder trabajar en momentos en los que muchos jerezanos se han quedado en el paro, por lo que se siente un privilegiado.

“A algunos clientes se le saltaron las lágrimas al ver que estábamos abiertos”, explica este comerciante, que agradece la compañía de la clientela que acude a su tienda en horario de mañana, el único en el que abre sus puertas “porque la tarde da miedo en el centro”.

Miguel también se siente arropado por Acoje, que además de informarles de cualquier novedad del coronavirus y la seguridad, les surtió de las primeras mascarillas cuando “no había manera de encontrarlas en las farmacias”.

Sin descuidar la protección, los ‘esenciales’ de su gremio han tenido que adaptarse a la disponibilidad en el mercado de productos sanitarios: “Llevamos mascarillas y guantes a todas horas; todos los días se desinfecta el local con lejía y utilizamos mucho acohol, tanto para los clientes, a los que no está permitido tocar las botellas, como para limpiarlo todo, el mostrador, el datáfono...”.

La máxima es procurar que haya el menor contacto posible con y entre los clientes, señala Miguel, quien duda unos instantes antes de asegurar que, en líneas generales, no ha sentido miedo a contagiarse.

Cuando se le pregunta por la nueva normalidad, responde dubitativo: “No sé, habrá que verlo, pero imagino que será un reinventarse”. Eso sí, muestra su confianza en la recuperación con el paso del tiempo de costumbres sociales como la de besarse y abrazarse, porque “los jerezanos somos de calle y nos gusta tocarnos. Entiendo que poco a poco eso volverá, y si dentro de unos años tenemos otro circo de estos, dios quiera que nos coja confesados y que hayamos aprendido la lección”, apostilla.

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