Miranfú: de lobos, ecosistemas y libros

Educación noviembre 2025 | Literatura infantil y juvenil

Caperucita y el Lobo.
Caperucita y el Lobo.
Elisa Constanza Zamora Pérez

11 de noviembre 2025 - 04:12

EL curso pasado organizamos la exposición ‘Lobos, ecosistemas y libros’ en el centro público Santa Isabel de Hungría, buscábamos con ella reforzar las inquietudes de identidad ecodependiente potenciadas desde la Biblioteca Ecohúngara. Esta muestra nos permitió pasear a través de textos e ilustraciones de cuentos tradicionales significativos, y también disfrutar con los trabajos de artistas jerezanos o afincados en esta tierra que ensanchan con sus creaciones la visión actual del lobo.

Nuestra preocupación era entonces que el lobo volviera al Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE), ya que en marzo de 2025 se aprobó una modificación que lo desprotegía y permitía su caza de nuevo en el Alto Duero.

No imaginábamos la tremenda devastación que los incendios de sexta generación iban a protagonizar justamente este verano en nuestro país, incendios que -como claman voces expertas- serán cada vez más intensos e incontrolables, que nos llevarán a crisis ecológicas y territoriales y nos obligan ya a adoptar medidas estructurales para preservar fauna y flora. Tampoco imaginábamos entonces que el hábitat del lobo pudiera ser destruido con tanta virulencia por el fuego.

En la muestra citada usamos como punto de partida el libro Beatriz y la loba, de Concha L. Llamas, para iniciar un recorrido de la figura del lobo a través de la literatura cuentística, el arte y la ciencia. Considerando que es uno de los animales sobre el que más cambios se han operado en el imaginario colectivo de Occidente ya que el lobo representaba a un temido depredador que, sobre todo en época de hambrunas, asolaba poblados y rebaños, pero al mismo tiempo era el ente elegido para advertir de otros peligros socialmente más elaborados.

Así la tradición oral francesa recopilada por Charles Perrault (S.XVII) lo utilizó para alertarnos sobre el riesgo que entraña el confiar a ciegas en extraños, mostrando la vulnerabilidad de niñas y mujeres frente a un animal que personificaba los peligros del depredador sexual, incluso representando subliminalmente mediante caperuza roja, la sangre menstrual y la madurez de la sexualidad femenina. El cuento francés no deja lugar a dudas sobre su moraleja: “-Deja la torta y el tarrito de mantequilla y ven a acostarte conmigo. Caperucita Roja se desvistió y, cuando iba a meterse en la cama, quedó muy asombrada al ver la forma de su abuela en camisa de dormir…”.

La versión de los hermanos Grimm hace hincapié en la intuición femenina, pero la protagonista desoye su voz interior y el cuento recurrirá a la figura del cazador para salvar a la protagonista y a su abuela. Al lobo se le caza, aún hoy, con saña y obsesión.

En España el programa de televisión El hombre y la tierra de Félix Rodríguez de la Fuente consiguió que dejáramos de ver al lobo como el protagonista que habitaba nuestros terrores nocturnos para acercarnos al canis lupus signatus, nuestro lobo, en su propio hábitat y con su particular comportamiento. El naturalista concienció a colectivos de ganaderos, cazadores y pastores, hasta hacer posible que el lobo fuera respetado como un elemento clave en el ecosistema que habita y dejara de ser considerado una alimaña. Como resultado, el lobo no se extinguió en la península, como sí lo hizo en otros países europeos.

En cuanto a la representación icónica del animal sobre el papel en ilustraciones, caricaturas, relatos, música y cine ha habido una gran evolución. Del lobo que aparece en la versión de Charles Perrault, al lobo de La ovejita que vino a cenar, de Steve Smallman, hay toda una andadura y grandes cambios en creencias, conocimiento científico y formas de vida. Los cuentos del siglo XX y el siglo XXI, además, han incorporado valores nuevos presentes en nuestras sociedades como pacifismo, vegetarianismo, derechos de los animales…

La obra Pedro y el lobo, con guion de Natalia Sats y música de Sergei Prokofiev, reiteró la idea del lobo creada en la cuentística tradicional. En cambio, el cortometraje dirigido por Suzie Templenton reescribe el texto optando por valores como el amor a la naturaleza viva y la ausencia de miedo ante la fiereza. Aquí el niño libera al lobo que va a ser asesinado por crueles cazadores. Es el triunfo la compasión y la inteligencia frente a la fuerza bruta, valor más acorde con los Derechos Humanos de Tercera Generación que incorporan necesariamente el cuidado de todos los seres vivos y de la Tierra.

José Agustín Goytisolo por otro lado nos acercó a un lobo bueno en el mundo al revés de “Érase una vez”: “Érase una vez/ un lobito bueno/ al que maltrataban/ todos los corderos…”, invitándonos a imaginar posibles cambios y a cuestionar las apariencias. Paco Ibáñez lo musicó y ya pertenece a la memorial cancioneril de varias generaciones.

La evolución de nuestra ética hace posible que el lobo en los cuentos del siglo XXI muestre otras luchas socioculturales, como encontramos en La ovejita que vino a cenar, de Steve Smallman, en el que esta deja de ser un “posible estofado” arrastrada por la fuerza de la amistad y el lobo se hace vegetariano. Otra versión nos la regaló la poeta Vicenta Guerra Carretero con ‘Lobo bueno’, de su poemario Cascabel: “…Era un lobo bueno/ que sólo comía/ puré de patatas,/ bizcocho y sandía”.

El cuento de Caperucita Roja tuvo un lugar central en la exposición, pues es uno de los más contados, versionados y sus protagonistas son inseparables. Esta simbiosis ha sido excelentemente tratada por Fernando Pinteño, artista muy interesado en el juego de imágenes, y que eterniza definitivamente a Caperucita y al lobo, mediante un ambigrama repetido en rojo y negro para fijar aún más, a través del color, la reciprocidad entre estos personajes inseparables.

Domingo Martínez González, rompiendo las barreras de supremacía entre especies, crea un lobo reivindicativo que nos dice en una pancarta: “Cuando una especie se extingue, empezamos a extinguirnos todos”, reafirmando de este modo la postura mantenida desde la ciencia de la ecología. Es significativa así mismo la ilustración de Daniel Selma Daza que nos presenta a una Caperucita en pleno bosque rodeada de animales, con una mirada intuitiva y atenta al mundo que le rodea, ataviada con la tradicional caperuza roja pero que no renuncia a su conexión ancestral con el verde sagrado del bosque. Algo similar le ocurre a Sara Allen, la protagonista de Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite, quien llevada por su sed de libertad se adentra en la verdura de Central Park. Esta niña inventora de palabras, sabía de la necesidad de crear un lenguaje distinto habitado para nombrar nuevas realidades. Su palabra preferida “miranfú” significa “algo nuevo va a pasar” y será su talismán para adentrarse en la aventura. Como dice con rotundidad Robin Wall Kimmerer en su obra Una trenza de hierba sagrada: “Desde el origen del mundo, el resto de las especies han sido nuestro salvavidas; ahora nos toca a nosotros salvarlas a ellas”.

Hoy, ante este panorama desolador de fuego y cambio climático necesitamos con urgencia aumentar la empatía social hacia la Naturaleza. Es necesaria la información científica, pero también son indispensables el arte, la literatura y la pasión para cambiar el relato del mundo en el que queremos vivir.

El lobo como otros animales no humanos ahora nos necesita tanto como nosotros a él. Algo nuevo ha de pasar. Ojalá seamos capaces unos y otras de reinventar otro modo de relacionarnos con la Naturaleza: “¡MIRANFÚ!".

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