Aquellos muchachos del Ala 22
Un repaso a la base de La Parra
Los veteranos del Ala 22 celebran mañana un segundo reencuentro en la antigua base aérea de La Parra Algunos recuerdos del aeródromo militar, que cerró en junio de 1993
Una sola pasada de aviones P-3 Orion sobre sus cabezas pondría los vellos de punta y un nudo en la garganta a esa gran legión de hombres que desfilaron a lo largo de años en el Ala 22 de la base área de La Parra. Son multitud: La mayoría son jerezanos; otros de Arcos y otros muchos más de Algeciras, Sanlúcar, Trebujena o Villamartín. Incluso más lejos. Y están ahora por todos lados. Estos chicos del Ala 22 sirvieron a España en la base aérea de La Parra y, hoy día, hombres ya hechos y derechos, se reúnen cada año para recordar su paso por Jerez. Entonces, los uniformes verdes paseaban por Jerez. En la ciudad hubo unos 'pisos de aviación' en Icovesa y hasta de una caseta de Feria dispuso el Ala 22 en el recinto ferial durante años.
Mucho debe Jerez a esos hombres de la base que contribuyeron a reactivar la economía de la ciudad. La base cubría todas sus necesidades y la relación se fue haciendo tan estrecha, tan sincera, que el mismo día en que fue desactivada y se puso fin a los 55 años de historia del Ejército del Aire en Jerez, los militares concedieron a la ciudad la Cruz del Mérito Aeronáutico.
Aquella despedida fue triste. Era el 30 de junio de 1993. Ese día, Defensa abandonaba Jerez y trasladaba a Morón la sede del Ala 22. El teniente general Fernando Ostos González atribuyó la desactivación a dos circunstancias de peso: grandes necesidades de infraestructura y la proximidad a otra base (Morón) con buenas facilidades, algo infrautilizadas y con una distancia al mar de sólo diez minutos de vuelo. Jerez perdió ese 'pellizco' económico, como el que también supuso el cierre de sus dos acuartelamientos. Y entonces, todos se desperdigaron.
Digamos que Jerez posee una gran tradición aeronáutica, aunque todo pudo deberse a un accidente. La base militar de La Parra había nacido a la sombra del traslado de las tropas sublevadas del Norte de África al inicio de la guerra civil y, casualmente, sirvió como primer puente aéreo de la historia de la aviación. La posición de Jerez era estratégica, envidiable. Los cielos se llenaron entonces de aviones de transporte Ju-52 y Fokker que aterrizaban en la zona de la Zarandilla esperando las tropas su traslado a Sevilla, ya que no se conocía con exactitud los resultados del alzamiento en la capital hispalense.
Así comenzó todo. La base sirvió inicialmente como Escuela de Transformación, donde los alumnos enseñaban orgullosos su flamante título de piloto de guerra. Profesores tuvo muchos la Escuela, aunque a algunos puede sonar mucho el nombre del alférez Moreno Abella, cuyo nombre ocupa un lugar de honor en la historia de la aviación española al ser el primer caído de la División Azul que encontró la muerte combatiendo contra los rusos en la segunda guerra mundial.
La Escuela de Transformación continuó formando pilotos desde 1940. Llegaron entonces a Jerez los Fiat Cr-32, o' Chirris', o el Gotga Go-145, que eran pilotados por los alumnos. En los cincuenta surge la Esuela de Polimotores, donde los Junkers Ju-52 llevaron todo el peso de la enseñanza en sus primeros años. Los profesores Lizarraga, Casas Saavedra ('el Chuleta' por su origen mallorquín) y Fiz Rubio hicieron el curso de T-6 en una base alemana. Luego llegaron a la base el Heinkel 111 'Pedro' y los DC-3. Pero en junio de 1963, los Buhos de la Escuela de Polimotores abandonan la base para trasladarse a la de Matacán en Salamanca. Quedó en Jerez tan sólo una nueva Unidad de Cooperación Aeronaval a cargo del teniente coronel Juan M. Santos Suárez-Mitjans.
Hay una curiosidad en estos años: También queda en la base jerezana una sencilla avioneta Aisa I-11B que calienta discretamente su motor de 90 caballos todos los fines de semana. A ella sube un aviador de excepción: es el Infante de Orleans que, acompañado por un menudo y activo capitán Cotro Florido, recorre las marismas del Guadalquivir en tranquilo y reposado vuelo como testigo de que los grandes aviadores no tienen ni tendrán nunca edad. El Infante fue visitado en Sanlúcar por el entonces príncipe Juan Carlos y su padre don Juan de Borbón, dando lugar a la primera visita a la base de Jerez del futuro rey de España. Alfonso de Orleans y Borbón no dejó de hacer sus vuelos hasta poco antes de su muerte en 1975.
La creación de la unidad del Ala 22 trajo consigo la llegada de los imponentes P3-Orion para la lucha antisubmarina. Durante años compartirían el trabajo con los veteranos y ruidosos Grumman, haciendo del Ala 22 una de las unidades de elite del Ejército del Aire. Volvemos al principio. El coronel Rafael Astruc Franco se encargará en 1993 de la disolución de la base de La Parra. Habían pasado 55 años desde su nacimiento.
Hoy, por tanto, vuelven a reencontrarse aquellos chicos que pasaron por la base de La Parra durante sus últimos años de existencia. Es la segunda convocatoria que hace la Asociación de Veteranos del Ala 22. El primer reencuentro, que se celebró el pasado abril de 2012, fue todo un éxito. A la cita acudieron unos 300 hombres que hicieron la mili en el Ejército del Aire, lo que hace presumir que el de mañana sábado sea multitudinario.
El acto dará comienzo a las 9 de la mañana en la antigua base área, que visitarán todos juntos para, más tarde, celebrar una misa en la parroquia de San Juan de Ávila, que guarda la imagen en honor a la Virgen de Loreto que estaba en la capilla de La Parra. Un almuerzo pondrá punto y final a este nuevo reencuentro. No hay que decir que las puertas están abiertas a todos los veteranos del Ala 22, que han incluido a hijos e hijas del cuerpo, mandos civiles y personal civil con vinculación a esa unidad.
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