Los nuevos vinos del marco de Jerez desatan grandes pasiones

Bodegas

The New York Times rinde culto a la nueva generación de enólogos que elabora “algunos de los vinos más excitantes y fascinantes del mundo”

'Vinos del futuro que miran al pasado', titula el crítico de vinos del rotativo norteamericano un amplio reportaje que presta especial atención a los vinos de pasto

Territorio Albariza, la generación beat del vino español

Palomino y albariza en estado puro

Willy Pérez y Alejandro Muchada brindan junto a otros miembros de la nueva generación de enológos de Territorio Albariza en una cata de sus vinos.
Willy Pérez y Alejandro Muchada brindan junto a otros miembros de la nueva generación de enológos de Territorio Albariza en una cata de sus vinos. / Julio González
Á. Espejo

09 de julio 2023 - 04:04

The New York Times ha publicado recientemente un amplio reportaje dedicado a los nuevos vinos del marco de Jerez, principalmente los conocidos como vinos de pasto –vinos sin fortificar o de grado natural que sacrifican cantidad por calidad y que se elaboraban en la zona en el siglo XIX y primera mitad del XX–, nacidos de la inquietud de un grupo de jóvenes enólogos que han bicheado en la historia del jerez para rescatar antiguas tradiciones y variedades de uva autóctonas abandonadas con las que la región se granjeó prestigio mundial.

“En el marco de Jerez, la historia fue ignorada durante décadas mientras el negocio del jerez crecía y se consolidaba, centrándose en la producción de botellas para los mercados extranjeros”, cuenta el crítico de vinos del rotativo neoyorkino, Eric Asimov, que no escatima halagos hacia esta nueva generación de bodegueros que, “centrada en el pasado de la región, ha reexaminado los terruños, redescubierto uvas perdidas que hace tiempo que estaban casi extinguidas y resucitado estilos sin fortificar que habían desaparecido”, y están elaborando “algunos de los vinos más excitantes o fascinantes del mundo”.

‘In Sherry country, wines of the future that look to the past’ (’En la tierra del jerez, vinos del futuro que miran al pasado’), titula su artículo Asimov, sobrino del afamado escritor de ciencia ficción pero que en cuestión de vinos y gastronomía se ha labrado una merecida reputación con los pies bien pegados a la tierra.

El crítico estadounidense, que no se casa con nadie para mantener intacta su credibilidad e independencia, ya había escrito en anteriores ocasiones sobre estos vinos, que tuvo oportunidad de conocer tras su introducción en las cartas de contados restaurantes de la Gran Manzana y por su distribución en una tienda especializada en vinos españoles, pero que llamaron poderosamente su atención.

En tierra de nadie

El cuerpo le pedía más, así que aprovechando su último viaje a España, concertó una serie de encuentros en Jerez, Sanlúcar y El Puerto con media docena de estos jóvenes enólogos, muchos de ellos agrupados en Territorio Albariza, la asociación que sirve de paraguas a los nuevos vinos del Marco, sobre todo blancos surgidos del más absoluto respeto por la tierra albariza y la viña que están llamados a ser la puerta de entrada al jerez, le pese a quien le pese.

Alberto Orte y su Compañía de Vinos de Atlántico; Willy Pérez (Bodegas Luis Pérez) y Ramiro Ibáñez (Cota 45), que además han rescatado en común la antigua marca de vinos de Jerez Manuel Antonio de la Riva; Alejandro Muchada y David Léclapart (Muchada-Léclapart); Raúl Moreno; Alejandro Narváez y Rocío Áspera (Bodegas Forlong); y Rafael Rodríguez recibieron la visita de Asimov en este viaje iniciático por los nuevos, pero viejos, vinos del Marco de Jerez, que están pidiendo a gritos una figura de calidad que los ampare después de que la DO Jerez-Xéres-Sherry les cerrara la puerta, aunque muchas bodegas llamémoslas tradicionales se hayan subido al carro de su éxito.

El fotógrado de The New York Times en una viña de Muchada-Léclapart.
El fotógrado de The New York Times en una viña de Muchada-Léclapart.

Puede ser que estos vinos no tengan encaje en la histórica DO jerezana, a la que están sin embargo mucho más próximos que a la IGP Tierra de Cádiz, demasiado laxa en las variedades, estilos y métodos empleados. Mientras se resuelve el enigma, quizás con una mención de calidad que incluya el nombre jerez o marco de Jerez bajo el paraguas del mismo Consejo Regulador, la nueva generación de enólogos/bodegueros/viticultores que fascina al mundo con sus elaboraciones se seguirá moviendo en tierra de nadie, sin más límites que la pasión desmedida de sus miembros por los vinos de calidad, el legado que dejaron los bodegueros que hicieron grande el nombre de Jerez.

Cerca del jerez, lejos de la Tierra de Cádiz

Alberto Orte, que le ha quitado el traje de la Tierra de Cádiz a sus vinos, “no nos iba bien”, considera que estos vinos son una alternativa complementaria a los vinos generosos de Jerez, al tiempo que recuerda que en todas las denominaciones históricas hay dos DO que amparan a unos y otros.

Orte, que trabaja con 25 variedades autóctonas de Jerez y con ocho tintas, es partidario de crear una figura de calidad que ampare estos vinos, para la que desliza incluso dos posibles nombres: ‘Lomas de Jerez’ o ‘Marco de Jerez’. “Vendría bien para protegerlos, como también ha venido muy bien la visita de un crítico tan influyente como Asimov”.

Eric Asimov destaca su mirada al pasado a través de su labor de rescate de uvas autóctonas y tradiciones casi extinguidas

Willy Pérez coincide en el espaldarazo que supone tanto para la revalorización del terruño, de los pagos históricos del jerez, como para los vinos de pasto, en volúmenes muy inferiores a los generosos pero con precios mucho más altos que los jereces estándar.

“En algunos restaurantes de Nueva York pueden encontrarse a más de 200 euros la botella”, asegura Pérez, que está encantado de que se abran nuevos campos para los vinos sin fortificar del marco, como también lo estaría de que se creara una figura de calidad: “Sería un avance histórico que permitiría sentar las bases para que las próximas generaciones lo hereden y lo desarrollen”.

Alejandro Muchada tampoco oculta su satisfacción con la visita de Asimov, “uno de los críticos más influyentes en Estados Unidos y Asia, que ha visto que hay un movimiento serio, fundamentado y que hay terroir, y cuyo interés es señal de que se están haciendo las cosas bien”. “Todo suma y voces tan influyentes que tienen tanto impacto, ayudan muchísimo más”, añade.

"No es la bodega ni la viña, es el terruño"

Asimov, en el reportaje, da su sitio a Equipo Navazos, la marca bajo la que Eduardo Ojeda y Jesús Barquín empezaron hará cuestión de veinte años a “embotellar pequeñas cantidades de jereces extraordinarios”, que permanecían arrumbados en las bodegas después de que en los años ochenta, los consumidores británicos, el principal mercado del jerez “barato”, empezaran a darle la espalda a “esos mediocres vinos dulces”, que llevaron a la quiebra a muchos bodegueros y provocaron una sustancial reducción de la superficie de viñedo.

Con su labor de selección y embotellado por separado de estos jereces que antes se empleaban en las mezclas para “crear vinos de gran consumo” al gusto de los británicos, comercializándolos además a precios mucho más elevados, Navazos mostró el camino a la nueva generación de enólogos, para los que tampoco pasó desapercibido que esos “magníficos vinos” mostraban a las claras que “el jerez no sólo es capaz de envejecer y ganar complejidad con el paso del tiempo, sino que también es en gran medida una expresión del viñedo y no sólo depende de la habilidad del enólogo”.

Los vinos de pasto, sin apenas intervención en bodega, han derribado el mito de que la palomino es una uva neutra, señala el crítico de The New York Times, quien se hace eco de la capacidad de la varietal más extendida en el marco de Jerez para producir “vinos profundos y llenos de matices que expresan con asombrosa precisión el lugar en el que se cultivaron” cuando “se planta en las mejores parcelas, se cultiva a conciencia y se vinifica con esmero”.

Asimov tuvo oportunidad de comprobarlo en su visita, también en el reto que le plantearon Willy Pérez y Ramiro Ibáñez, identificar dos olorosos de mediados de siglo, uno de un viñedo del litoral y otro del interior. “No tuve que adivinarlo, las diferencias eran obvias. Uno, intenso y potente, con una rica textura, era claramente de Jerez; el otro, fino, ligero y elegante, era de Sanlúcar”. “No es la bodega, no es la viña, es el terruño”, lo adornó Willy Pérez.

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