El tiempo en Jerez
Fin de semana frío y lluvioso

El 'patito' tardó lo mismo

El bautizo del Alvia S130 acaba con 38 minutos de retraso, justo el tiempo que se pensaba que recortaría al Altaria · Crónica desde dentro del primer viaje del nuevo Talgo entre Madrid y CádizConcepción Gutiérrez cifra en 6.000 millones el coste de la renovación total de la flota

El nuevo tren llegó a Cádiz con 38 minutos de retraso. /Julio González
El nuevo tren llegó a Cádiz con 38 minutos de retraso. /Julio González
P.i. / Redacción / Cádiz

15 de junio 2009 - 01:00

"Mira, es una bala", alecciona una madre a su hija, que arrastra un peluche de Micky por las escaleras mecánicas de Atocha. "No, mamá, es como un pato, parece un pato". La niña ha clavado el mote del Alvia S130, de riguroso estreno este domingo de bochorno de plomo en Madrid. En Renfe llaman al nuevo modelo que jubila al Altaria en su recorrido a Cádiz como 'el patito', en honor al morro de su máquina. El AVE se hizo 'pato' en su versión S120 y ahora tiene un hermano menor de 200 metros de longitud.

Explica el presidente de Renfe, Teófilo Serrano, que viaja en una casi vacía clase preferente en compañía de la Secretaria de Estado de Transportes, Concepción Gutiérrez, que "estos estrenos es mejor hacerlos en domingo, porque si surge algún problema los viajeros van más relajados, no miran tanto la hora". Dicho y hecho. Cuando acomete las primeras cuestas de Toledo, la 'bala' se gripa.

Técnicos de Renfe explican de forma sencilla lo que sucede: "Está todo informatizado. Digamos que el tren está conociendo el camino y, si hay algo que no reconoce, se para él solo. Estos mecanismos están diseñados pensando en primer lugar en la seguridad.Es como si el ordenador estuviera dialogando con la vía y todavía no reconociera su lenguaje".

En la cabina del Alvia, el maquinista se halla ante unos pocos botones, no muchos, y tres pantallas de ordenador en los que se realiza una "sinopsis" del tren, un chqueo permanente. A unos pocos kilómetros de Ciudad Real se acomete un nuevo intento para alcanzar la que debe de ser la velocidad de crucero: 250 kilómetros por hora. Desde la cabina se devoran las vías con ansia. La pantalla de ordenador indica que todo va bien, se pasa con elegancia de 180 a 200, de 200 a 220 y se estabiliza en una bajada en los 250... hasta que el ordenador vuelve a no entender lo que le cuenta la vía. El ordenador, para desesperación del maquinista, decide volver a parar el tren.

Otro empleado de Renfe explica los cambios en ese 'lenguaje'. "Hasta ahora en la línea AVE existía un sistema de relación del tren con la vía que fue revolucionario y que funcionaba desde que se inauguró al línea. Para este tren se ha modificado ese sistema para utilizar el mismo que se va a incorporar a toda Europa. Es posible que necesite una adaptación".

Entre parada y parada (ocho realizó a lo largo de todo el trayecto), se puede contemplar el nuevo aspecto interior. Con un look setentero de asientos tapizados de verde y unas ventanas mucho más panorámicas en la cafetería, es el día ideal para rodar un spot de Renfe. Hay medio pasaje en esta jornada de estreno y existe una mayoría de jóvenes adolescentes enganchadas a sus ipods y otros artefactos electrónicos. No hay un cambio revolucionario en el interiorismo del sucesor del Altaria, el nuevo vástago del Talgo. Si uno no está avisado, y la mayoría de los viajeros no lo estaban, no se aprecian cambios impresionantes con el antecesor. Sin embargo, las nuevas comodidades están, imperceptibles quizá, pero hay algo más de holgura y el paisaje exterior es más cercano. En la pantalla de cada vagón los viajeros se sumergen con un alter ego de Houdini y con Catherine Zeta Jones en grandes piscinas donde el protagonista se zafa de los grilletes y sale triunfal. Fuera ,el cielo de la frontera entre Castilla y Andalucía amenaza con una lluvia cálida. De los altavoces sale una amable voz que anuncia los primeros quince minutos de retraso contabilizados hasta ese momento. "Disculpen las molestias".

Entre los empleados se respira cierto malestar con ese ordenador que para cuando le da la gana, pero Concepción Gutiérrez resta importancia. "Son cosas que pasan". Uno de los maquinistas ha recordado en el pequeño tramo en el que el Alvia logró (ya no lo haría más) alcanzar los 250 kilómetros por hora sus inicios en la empresa. "Hacía el recorrido de Badajoz. Entonces se tardaban ocho horas. ¿Recordáis los TER?" Otro va más allá: "¿Y los viajes a Cádiz en el tren nocturno de hace más de veinte años, en los trenes esos que iban hasta arriba de soldados? Esos sí que eran unos viajes eternos". En la cafetería también se charla sobre el asunto: "La gente va a un aeropuerto y sabe que ahí se las van a dar todas. Se han acostumbrado. Sin embargo, si un tren se retrasa quince minutos, como no están acostumbrados, empiezan las protestas". Lo cierto es que tampoco nadie protesta. Tenía razón el presidente de Renfe. En domingo la gente va relajada. Un joven con una camiseta en la que Woody Alklen se pregunta a sí mismo sobre el sexo, informa a su novia por el móvil que tardará algo más en llegar a Sevilla: "No sé qué tren he cogido que va más lento..." Otro joven de parecida edad bromea igualmente con el exterior: "Es que para mí si no viajo con retraso es como si no viajara..."

Ocurre, como sabemos, que las cosas más sencillas se convierten en complicadas y viceversa. Así, un ordenador, de ahí su nombre, puede ordenar a un tren que se pare en las llanuras de La Mancha, lo que podríamos situar entre las cosas sencillas que se complican y las cosas complicadas... están por llegar. La secretaria de Estado y el presidente de Renfe acuden a la cabina cuando el tren se aproxima a Majarabique, el lugar en el que se tiene que producir la maniobra más compleja. Hasta ayer mismo el cambio al ancho de vía obligaba a realizar una operación con una duración que se movía entre los quince y los veinte minutos. "Psicológicamente, ese rato parados daba una sensación al viajero de lentitud". Cuando se acerca al lugar señalado, el tren va reduciendo su velocidad, de 50 a 30; de 30 a 15... el silencio se hace masticable en el tren. Todos los de la tripulación escuchan, detenidos en sus puestos, como conteniendo la respiración, los ruidos que transmite la máquina. Durante exactamente cuatro segundos el convoy se detiene. Cuatro segundos de incertidumbre. Vuelve a ponerse en marcha, de 15 a 30; de de 30 a 50... ya se adivina Santa Justa. "Bueno, eso no ha estado nada mal", se felicita el encargado del bar. Uno de los técnicos se sonríe: "Sí, sí, pero aún se puede hacer un poquito más rápido". Esa operación era la más complicada y endulza el retraso del tren, los 38 minutos perdidos con los que entra en Cádiz. Los altavoces anuncian a los viajeros que pueden reclamar en los próximos tres meses un porcentaje del importe del billete a causa de las molestias. "Mira qué bien, me va a salir baratito el viaje", se despide un pasajero, alejándose, entre políticos, del morro del 'patito'.

stats