Uno de los primeros colegios de la provincia con integración
Este centro, aparte de acoger en sus aulas a un grupo de niños con diferentes discapacidades, 'presume' de su "buena fama" en la zona donde se ubica
El colegio Montealegre abrió sus puertas en 1987 y según explica su actual directora, Lidia Ruiz, "fue uno de los primeros centros de integración de la provincia que se ha ampliado ante las necesidades de la zona". precisamente, dice que "este gran alumnado de integración, normalizado en la vida del centro, es uno de los aspectos de los que podemos hacer gala, aparte de la buena fama que tiene en la zona y de que las familias por lo general se muestran preocupadas por la educación de sus hijos".
En el apartado del 'debe', reconoce que "el edificio tiene deficiencias físicas notables por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento". También señala que "carecemos de recursos personales para poder atender al alumnado con la calidad que se requiere".
De los alumnos, dice que "por lo general, son familias de clase normal, con ambos progenitores trabajando en gran parte de los casos"
Afortunadamente, la plantilla docente, con una media de edad de 45 años, es bastante estable, lo que redunda de forma muy favorable en el desarrollo de los proyectos educativos.
Lidia Ruiz llegó al centro en el curso en el curso 2004-05 y en los dos cursos siguientes fue jefa de estudios hasta 2008, en que asumió la dirección del centro. Imparte clases de Educación Física y le gusta especialmente el contacto con los alumnos, aunque reconoce que "también me agrada la parte de la dirección, que me posibilita trabajar por mejorar la calidad de la educación, algo tan necesario en estos días y que considero también de vital importancia para la sociedad".
Por contra, lo que menos le gusta es "la impotencia que se siente a veces, sobre todo cuando ves los déficits a nivel familiar y las familias no lo entienden". También se queja de que "la Administración no ayuda para nada a nuestro sector, por lo que está provocando un malestar general en el gremio".
En el colegio también es toda una 'institución' Rosa María Alonso Vergel, que da clases en este centro desde hace quince años y se jubila ahora. Precisamente por la proximidad de su jubilación este año está como profesora de apoyo, "para poder ir despegándome, que me va a costar trabajo".
En su opinión, lo más destacado del colegio Montealegre es "su ambiente familiar, unos niños que son estupendos y unas familias que muestran mucho interés. Se nota el nivel familiar".
Siempre ha dado clases en tercer y cuarto curso de Primaria, "una edad en la que se entusiasman con todo". Además, le gusta mucho el teatro y ha potenciado mucho esta actividad en el centro.
Reconoce que "cuando llegué el primer año al colegio Montealegre me impactó mucho porque en la clase había varios niños de integración. Había una niña en silla de ruedas y el colegio todavía tenía barreras arquitectónicas. Había que subirla y bajarla a pulso hasta la clase, porque el aula de medios audiovisuales estaba en el piso de arriba, pero se pidió un ascensor y al final se consiguió".
También recuerda con cariño a un niño que tenía síndrome de Down y que un día dejó todo el colegio a oscuras porque le tocó al cuadro de mandos de la electricidad. Este niño, "aunque al final conseguí que se estuviera quieto, y todavía viene a visitarme porque aprendió a leer y a escribir conmigo" fue protagonista de otras muchas anécdotas, "como una vez que arrancó las plantas de todas las macetas y otra vez que, aunque venía a recogerlo su abuelo, se marchó solo a su casa poniéndose la sudadera de un compañero con la capucha".
Reconoce que le costó "bastante" adaptarse a la irrupción de las nuevas tecnologías en el ámbito de la educación, "pero todas las innovaciones son buenas". También recuerda "cuando teníamos hasta cuarenta niños en clase y muchísimos menos medios. Ahora hacen lo que quieren. Antes, si la profesora decía una cosa, eso iba a misa y ahora no, aunque los niños de este colegio son bastante educados y se nota el nivel familiar".
Admite que "me va a dar mucha pena irme, porque para mí esta profesión ha sido muy gratificante y si pudiera, la escogería otra vez. Aunque sólo tengo 60 años, me jubilo porque mi marido ya está jubilado, para poder estar con él, pero si no, seguiría trabajando".
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