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José Rodríguez Carrión. Director del Grupo de Investigación Social

"El primer factor protector de un chaval es la familia, pero muchas familias no están"

–Estado de nuestros chavales: ¿alarmante, esperanzador, ni frío ni calor?

–Alarmante y esperanzador. Ahí están las conductas de riesgo, no las ocultamos, pero no nos fijemos en que uno de cada siete tiene conductas violentas, sino en por qué seis de cada siete no las tienen.

–¿Y por qué?

–Existe un factor protector, que es la familia, pero muchas familias no están. Hemos cruzado datos de las conductas de riesgo con  situaciones familiares y el comportamiento en los institutos, en la relación con sus profesores. Si nos encontramos familias en las que los chicos observan conductas violentas, si nos encontramos familias en las que los padres están poco tiempo en casa, tendremos mayores factores de riesgo. Eso es algo que podíamos saber, pero ahora tenemos los datos.

–¿En relación con los profesores?

–En el segmento de quienes entienden menos las explicaciones del profesor, quienes se sienten perseguidos, no tienen comunicación con ellos o suspenden más hallaremos más consumo de alcohol, tabaco, drogas y más relaciones sexuales. Lo que nosotros proponemos es que los elementos que hemos interrelacionado trabajen entre ellos. Un padre no puede ser el enemigo del profesor, el profesor es su aliado.

–Ya, eso no es tan sencillo.

–Es que las familias tienen que entender que son ellas las que educan y los profesores los que forman. Para eso existen escuelas de padres. Nosotros queremos con este estudio extraer conclusiones positivas. Hay muchos chicos, la mayoría, que no tienen conductas de riesgo. Los malos hábitos no son espontáneos, tienen unas causas. Trabajemos en ellas.

–¿Cómo es el proceso dentro de esas conductas de riesgo?

–Primero es el alcohol, luego el tabaco y después la droga, empezando por los porros. Entre todo ello se mezcla el sexo. Y todo ello se genera, en buena medida, en los botellones. Los ayuntamientos han creado botellódromos para almacenar allí a los chavales, para lavarse las manos y para que se cuezan a fuego lento estos comportamientos. Hablaba de padres y profesores, pero la sociedad, con los medios de comuniación a la cabeza, también tiene que implicarse.

–¿Hay algo que le haya llamado la atención?

–Las chicas. Han adelantado a los chicos en vicios que tradicionalmente eran masculinos. Beben antes, fuman antes... estamos consiguiendo equipararnos por lo malo. La igualdad por el lado equivocado.

–¿Sexo?

–Uno de cada seis estudiantes de 14 años ha mantenido relaciones sexuales. En Andalucía se administra la vacuna del papiloma, que previene el cáncer de útero, a esa edad. Cuando ya muchas de ellas han tenido relaciones sexuales...

–Pues bien que tienen clases de sexo y de prevención de riesgos.

–Es que ése es otro dato que nos ha llamado poderosamente la atención. Entre los chavales que han recibido clases de educación sexual se producen muchas más conductas de riesgo en ese sentido que entre quienes no lo han recibido y, de hecho, conocen menos los métodos anticonceptivos y las enfermedades de transmisión sexual. ¿Qué educación sexual estamos dando?

–Inciden en que el eje de todo se encuentra en casa.

–Y en el instituto y en la Red en menor medida. Nos encontramos con un amplio porcentaje de chavales que pasan más de cuatro horas en Internet y los padres, estando en casa, en realidad no saben dónde están, qué están viendo.

–Un abismo en el mismo hogar.

–Claro. Antes se hablaba de la televisión, pero ahora es Internet, que es mucho más difícil de controlar. Lo que sí se sabe es que cuanto más comunicación con los padres existe, más afecto, una relación más cercana, el riesgo en la conducta disminuye.

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