Psicologia

La queja. Niño llorón, viejo gruñón

Este juego de palabras creado como título para introducir este artículo, viene a sugerir que el niño que se queja excesivamente durante su infancia, seguirá haciéndolo en su vida como adulto. Pero, la cuestión es: ¿es saludable quejarse?, ¿sirve realmente para facilitar el desahogo y para evitar la acumulación de tensiones o es, más bien, una forma de estimularlas? En este sentido, os animo a dejar vuestras opiniones en nuestras redes sociales o bien en mi propio correo electrónico (jmgutierrez@psicologiadiez.com).

En cualquier caso, cualquiera puede entender que un alumno quejica difícilmente obtendrá unos brillantes resultados académicos, al igual que el entrenador de cualquier disciplina deportiva tiene muy claro que la queja ante los horarios, el esfuerzo o los compañeros de equipo, dista mucho de ser la actitud adecuada para el éxito.

Sin embargo, la investigación nos dice que expresar nuestros miedos y preocupaciones, nos puede ayudar, incluso a superar enfermedades tan graves como las oncológicas. En este sentido, Pennbaker, un prestigioso psicólogo estadounidense, demostró con sus investigaciones que cuando los pacientes hablaban diariamente sobre sus preocupaciones se recuperaban de su enfermedad mejor que aquellos que preferían no hacerlo. Por tanto, expresar las emociones, es algo que puede resultar extremadamente saludable y satisfactorio para quien lo hace.

Pero, el abuso de la expresión emocional, del victimismo y de la queja puede llevar más a constituir una grave interferencia que un trampolín hacia el bienestar personal. En este sentido, otros prestigiosos psicólogos (Ellis o Beck, por ejemplo) han demostrado que una de las creencias más perturbadoras y que más frecuentemente predice la aparición de sintomatología ansiosa o depresiva es la idea irracional relacionada con los deberías, una de las conocidas distorsiones cognitivas que consiste en presentar muy baja tolerancia para aceptar las circunstancias tal y como son, cuando éstas no pueden ser cambiadas. Creer que mi compañero no debería pensar así, que el colegio tendría que ser de otra forma o que el profesor no debería mandar tareas, son pensamientos que garantizan el desaliento y la desmotivación.

Y es que, sin duda, la queja disminuye la capacidad para persistir y superar los retos. Con la queja, se atribuye la responsabilidad del fracaso a circunstancias ajenas en lugar de a las propias. La renuncia a la persistencia, implica, en cierta forma, la renuncia al éxito. Es decir, la renuncia a una vida satisfactoria, primero en el colegio y con la familia y, más tarde, a nivel social, laboral y personal. En este sentido, los estudios sobre el deportista de élite, aquel que ha llegado a los mayores niveles de éxito, demuestran que la diferencia fundamental con respecto al resto de deportistas es el rasgo de persistencia alto presente en su personalidad. Parece que el famoso Woody Allen no se equivocaba demasiado cuando afirmaba que el 90% del éxito se basa simplemente en insistir.

Así que, como es bien sabido, todo es mejorable y, sobre todo, en la infancia. Por tanto, si el objetivo es mejorar la persistencia, una importante estrategia es evitar actitudes sobreprotectoras, que impidan que los menores se desenvuelvan en situaciones que impliquen esfuerzo, bajo el supuesto de que cuanto más fácil sean sus vidas más felices serán de mayores.

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