Santiago entre compás y vértigo (I)
Hay barrios que son como un latido antiguo que marca el compás del presente: Santiago, es uno de ellos. Basta con pasear por sus calles para sentir el pulso de los siglos. Santiago sigue siendo el corazón flamenco de Jerez, pero su realidad social refleja los contrastes de la modernidad urbana: tradición frente a cambio, pertenencia frente a desplazamiento, autenticidad frente a espectáculo. En este sentido, el barrio puede leerse como un microcosmos en el que la identidad popular se negocia a diario.
De Santiago se empieza a hablar en 1264, tras la conquista de la ciudad por Alfonso X, al erigirse, como expresión de gratitud, una ermita dedicada al apóstol. Un siglo más tarde, la ermita empieza a compartir espacio con el arrabal del mismo nombre en las márgenes de la Puerta del Olivillo. Esto quiere decir que nuestro barrio inicia la expansión de la ciudad, fuera del recinto medieval, como principio del Jerez que hoy conocemos.
Desde el siglo XVIII, los registros parroquiales y la memoria oral guardan nombres de familias gitanas que transmitieron su arte como herencia de sangre. Ellas hicieron del barrio una escuela a cielo abierto, una cuna de genios donde el talento se heredó en la misma proporción que se hereda el apellido. Aquí nació buena parte del flamenco pero, sobre todo, una forma de vivirlo: con dignidad, con derecho y por derecho, con fatigas, pero también con alegrías, con ese orgullo humilde que brota de las raíces.
El cante de Jerez no es cante que se aprenda en escenarios; se respira en la calle, cada cual con su sello, su compás, aunque todos unidos en una pasión común: la autenticidad. Claro que no sería justo limitar todo a un solo barrio, la autenticidad es algo que siempre se han disputado Santiago y San Miguel a través de una rivalidad sana que, más que dividir, ha enriquecido la tradición compartida dando pie a una admiración mutua. Uno y otro (sin olvidar nunca a San Mateo o la Albarizuela, claro) fueron durante siglos el territorio natural del cante, cada uno en su medida, con su historia y particularidades. Pero el tiempo pasa y la vida cambia, y también es de justicia hablar de multitud de núcleos urbanos como la Asunción, el Polígono… o vaya usted a saber. Porque no es una cuestión de continente sino de contenido, de alma, y el alma del cante nació en esta tierra y en ella no ha parado de florecer.
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