Shakespeare, entre sellos, plumas y escenarios
Filatelia
El autor británico es una de las figuras más representadas dentro de la filatelia, especialmente a partir del siglo XX
Jerez homenajea a William Shakespeare a ritmo de poesía
Pocos escritores han alcanzado la categoría de mito universal como William Shakespeare, aquel niño de Stratford-upon-Avon bautizado el 26 de abril de 1564, que con el tiempo se convertiría en dramaturgo, poeta y referente cultural indiscutible. Su vida, rodeada de vacíos documentales y anécdotas a medio camino entre el dato histórico y la leyenda, ha generado biografías, estudios, películas, y—por supuesto—una amplia colección de sellos postales. Porque si algo demuestra la filatelia es que la inmortalidad también se cancela con matasellos.
Se sabe que Shakespeare fue hijo de un comerciante de guantes y que, como muchos adolescentes de su tiempo, tuvo que lidiar con deudas familiares y la tentación de no asistir a la escuela. A los 18 años se casó con Anne Hathaway, ocho años mayor que él, en una unión apresurada: al poco tiempo nacería su primera hija, Susanna. Más tarde llegarían los mellizos Hamnet y Judith. La posteridad le agradece la prisa, aunque Hamnet falleció a los once años, tragedia que muchos vinculan con la melancolía que impregna algunas de sus obras.
Tras unos “años oscuros” en los que los registros oficiales parecen haber perdido su rastro, Shakespeare aparece en Londres hacia 1592 como actor y dramaturgo. Allí escribe, estrena y revoluciona el teatro. Romeo y Julieta, Hamlet, Macbeth, Otelo y tantas otras piezas lo consagran como la pluma más afilada de su época. Tanto, que la propia Reina Isabel I asistía a sus representaciones. No hay mayor prueba de éxito que hacer reír y llorar a una monarca acostumbrada a los dramas de Estado.
Aunque solemos imaginar a Shakespeare como un genio ensimismado en su pluma de ganso, la realidad tenía más matices. Por ejemplo, Shakespeare estima el vino de Jerez, lo estudia y lo consume. En Enrique IV el personaje Falstaff elogia efusivamente el vino de Jerez, al que llama “sherry” o “sack”, por sus efectos estimulantes y para la valentía. Shakespeare menciona el vino jerezano más de 40 veces en sus obras, haciendo de él una bebida frecuente en sus contextos sociales y literarios, lo que demuestra su popularidad en la época y el gusto del dramaturgo por este vino, “robado” de Cádiz por Sir Francis Drake. Fue accionista del famoso teatro The Globe, un empresario con olfato para los negocios, y hasta un demandante frecuente en tribunales por asuntos de dinero. Es decir, que el poeta supo conjugar versos y balances de cuentas.
Otra curiosidad: apenas conocemos cómo lucía físicamente. No existe consenso sobre el verdadero rostro de Shakespeare, de modo que cada emisión ha escogido la versión que más le convenía: a veces el busto funerario de Stratford, otras el célebre retrato de Droeshout, y en ocasiones una interpretación casi novelesca. El resultado es que el coleccionista puede armar una auténtica galería de “Shakespeares” diferentes, algo así como un álbum de disfraces del mismo genio. Los retratos más célebres se realizaron tras su muerte y no hay unanimidad sobre su veracidad. El resultado, un Shakespeare a veces solemne, otras veces más parecido a un comerciante renacentista que a un dramaturgo visionario.
Si Shakespeare hubiera imaginado que siglos después sería protagonista de colecciones filatélicas, probablemente habría escrito una comedia titulada El mercader de sellos. Desde mediados del siglo XX, numerosos países han plasmado su efigie en estampillas. El Reino Unido, naturalmente, le dedicó emisiones conmemorativas en 1964, al cumplirse los 400 años de su nacimiento. En ellas, junto a su rostro, aparecen escenas icónicas de sus obras: Hamlet meditando con la calavera, Otelo en un arranque de celos y, por supuesto, los eternos amantes de Verona.
Pero la devoción no quedó en las islas británicas. La universalidad del bardo también se aprecia en los mapas filatélicos: Hungría, Rumanía, Cuba, Tanzania, India o Japón han emitido sellos conmemorativos. Algunos países africanos incluso lo muestran junto a escenas de Romeo y Julieta, prueba de que Verona puede quedar muy cerca de Zanzíbar si se mide en centímetros de dentado.
En 2016, con motivo del 400 aniversario de su muerte, la Royal Mail lanzó una serie en la que cada estampilla reproduce célebres citas suyas: “To be or not to be” viajó entonces en millones de sobres, ironía deliciosa para quien nunca sospechó que sus palabras tendrían franqueo internacional.
También existen emisiones que celebran los escenarios. El propio teatro The Globe fue inmortalizado en sellos británicos de 1995, mostrando la reconstrucción moderna en Londres, donde turistas y amantes del teatro siguen recitando monólogos al aire libre. Algunas emisiones filatélicas son, además, auténticas lecciones de escenografía. Se encuentran sellos que ilustran momentos clave de El sueño de una noche de verano, con hadas y bosques mágicos, o de Julio César, con dagas y senadores. Para un coleccionista temático, estas piezas no son simples adornos: son escenas en miniatura que trasladan al visitante directamente al corazón del drama isabelino.
La vida de Shakespeare concluyó el 23 de abril de 1616, día del mes en que, según la tradición, también había nacido. Morir el mismo día que uno cumple años es un gesto de puntualidad que hasta los funcionarios postales envidiarían. Fue enterrado en la iglesia de la Santísima Trinidad de su ciudad natal, bajo una lápida que advierte a los curiosos que no muevan sus huesos. Una especie de “no abrir hasta nueva orden” en formato funerario.
Desde entonces, su influencia se ha multiplicado hasta lo insospechado. El inglés moderno conserva cientos de expresiones que él acuñó; el teatro mundial sigue representando sus obras, y la filatelia nos recuerda, con cada emisión, que los grandes genios no solo habitan en bibliotecas o escenarios, sino también en álbumes de sellos.
La relación entre Shakespeare y el correo postal podría resumirse en una metáfora: así como sus obras viajaron desde Stratford hasta todos los rincones del planeta, sus sellos circulan hoy de sobre en sobre, llevando cultura en miniatura. Un retrato, una cita o un fragmento de escena basta para que, al abrir una carta, el remitente se encuentre con la huella del dramaturgo.
En definitiva, las vitrinas filatélicas dedicadas al bardo muestran que el teatro y el correo comparten una misma vocación: llevar mensajes. El primero, en forma de versos recitados bajo candilejas; el segundo, en forma de cartas y sellos que cruzan fronteras. Entre tragedias y comedias, versos y matasellos, la figura del bardo sigue viajando, como si cada sello fuera un nuevo acto de una obra que nunca termina. Y en medio, un Shakespeare que sigue recordándonos que “todo el mundo es un escenario”… incluso el de una exposición de sellos donde la filatelia demuestra que ese escenario también cabe en un cuadradito de papel con dentado.
También te puede interesar
Contenido ofrecido por Turismo de Ceuta
Contenido ofrecido por CEU en Andalucía