La última carcajada

No pudo disfrutar del éxito de su revolucionaria idea en los tribunales. Puede que ello le revolviera. Por eso, si Pepe hubiera seguido entre nosotros, seguro que habría estallado el pasado martes en una sonada carcajada para decirles a todos los que le tomaron por chiflado que aquello de las histaminas no se trató de ningún farol ni cabezonada, que la ciencia lo avalaba y que así lo ha dicho el mismísimo Tribunal Supremo. Aunque ahora sólo quede en éso, en una victoria moral. Toda esta clase de tropiezos y vuelta a levantar han jalonado la vida de un empresario sagaz, triunfante. Éstos son tan sólo algunos retazos de la vida de uno de los grandes personajes del vino de Jerez.

LOS COMIENZOS.- Hijo de un oficial de escritorio y una costurera, Pepe Estévez siempre lo llevó a gala: Recordaba siempre de su padre que la única propiedad que tuvo en vida fue una bicicleta. Comenzó trabajando en la bodega Domecq como uno más, acabó sus estudios, ejerció de perito y terminó la carrera de ingeniería hasta que... descubrió la arena. "Estuve tres o cuatro años, entre 1958 y 1962 trabajando para dar de comer a mis hijos y buscando la arena. Cuando la encontré, hice un mal negocio con una fábrica de vidrio. Y tuve que sacar adelante todas las trampas que tenía, a mis hijos también e idear otra fórmula para vender". Con el tiempo, Pepe logró amasar una importante fortuna con la explotación del yacimiento de arenas silíceas. En 2001 dio el pelotazo cediendo la gestión de la mina a la multinacional Sibelco. Entonces, se dedicó por entero a lo que siempre soñó: su gran bodega.

EN LO MÁS ALTO.- En 1978, Pepe Estévez disponía ya de un capital. Ese año, un periódico publica en sus páginas los nombres de los jerezanos que declararon a Hacienda un patrimonio mayor a los 50 millones de pesetas. José Estévez de los Reyes ocupaba en una lista la vigésimoquinta posición, entre Joaquín Díez Hidalgo y José Bohórquez Ruiz: Pepe declaró al fisco 3.333.738 de pesetas como ingresos anuales y un patrimonio de más de 113 millones de 1978. En el camino se hizo con Félix Ruiz, entró a ayudar a la familia en Real Tesoro y terminó poniendo en la calle a casi toda su familia política. "Éso me demostró que a las familias políticas hay que tenerlas como un cuadro que pasa el año mirando para la pared y en Navidad se le da la vuelta para felicitarles".

EL TRABAJO.- La vida de José Estévez ha sido trabajo, trabajo y trabajo, aunque no olvidara dedicar tiempo a la diversión. "Mi padre me inculcó, primero, trabajar muy seriamente, desde muy temprano y siendo muy puntual a la hora de comenzar el trabajo. Luego, siendo muy formal y muy serio, buscar tiempo para divertirse. Si tú te programas, tienes tiempo para trabajar, para divertirte, para la familia... Yo es que disfruto trabajando, sinceramente. Y me gusta superarme, me gusta subir arriba, no quedarme en el mismo sitio. Siempre pienso en el mañana y en el futuro; el pasado es, para mí, como la Historia de España". En 1999, Pepe fue condecorado con la Medalla de oro al Trabajo. Jamás se jubiló 'realmente' en su trabajo, por más que sus hijos continuaran dignamente la obra del patriarca. Pepe, que siempre dio muchísima importancia a la familia, casó con Isabel Puerto Cabrera, que le dio siete hijos que siguen guardando el particular sello Estévez.

LA SONRISA.- O Pepe tenía la sonrisa permanente de nacimiento o, si no lo conociéramos, pensaríamos que siempre se estaba riendo de los demás. Un día de 1984, cuando prosperaba el yacimiento de arena, me dijo por lo bajini: "Juan Pedro, pónme en la foto riendo, siempre riéndome..." Otro día lo explicó, más o menos: "Yo me he pegado unos lotes de trabajar tremendos. Después, cuando el cupo de trabajo diario está saturado, me he buscado un espacio para divertirme y para reírme. El único requisito indispensable es tener un alto sentido de la responsabilidad, pues no es válido eso de divertirse a costa de hacer dejación de otras funciones. Yo mantengo que disfrutar y reírse es fundamental para dar el máximo rendimiento".

SUERTE Y ÉXITO.- Desde que alcanzó la cima, Pepe fue hombre muy envidiado. Presumía de ello y decía lo siguiente: "Me provoca y alimenta mi ilusión; me estimula más que otra cosa". Le irritaba que se hablara de su éxito en los negocios como un golpe de suerte. "Hay un proverbio chino que dice que 'la suerte se alía con el mejor'.Y quien quiera entender, que lo entienda. Yo es que creo, además, que soy un hombre de suerte. Y, por éso, mi hija Silvia, que es pintora, que ha hecho Bellas Artes además de Económicas y Empresariales, ha pintado muchas veces el ombligo de su padre. Pero cuidado, que yo también soy un hombre que busca la suerte".

LOS ENEMIGOS.- Las intenciones de un empresario innovador, ambicioso, sagaz e intuitivo chocaron en muchas ocasiones. Quien mayores dolores de cabeza le dio fue el Consejo Regulador. "Con esto de las histaminas, nos han marginado totalmente. Utilizan lo de las histaminas para marginarnos, para apartarnos del consenso, del diálogo y de todo lo que se pueda opinar. Lo que no quieren es verme por ahí, y a mí me parece muy bien porque si no nos ven, menos provocaremos en vida. Por eso mi lema de que la independencia es el privilegio de los fuertes".

...Y PUNTO.- El 20 de febrero de hace ahora cuatro años, un infarto se llevó por delante a Pepe. Se nos fue, a sus 74 años, uno de los bodegueros más díscolos y atípicos de Jerez, que quiso revolucionar el negocio del vino, que entró en política por su amor a la ciudad y que brilló también en su vida social y cultural. Sólo un día después, en su apretadísima agenda tenía fijada una reunión en Sevilla con su hijo José Ramón para almorzar con unos quinientos caseteros y buscar líneas de colaboración para introducir el Tío Mateo en esta Feria. Su sepelio en la Catedral de Jerez fue multitudinario. Toda la ciudad despidió a Pepe. Hasta sus propios enemigos, también allí presentes, no tuvieron más remedio que rendirse al 'bodeguero sagaz'.