El último refugio de los vinos nobles

La crisis y las penurias económicas del Ayuntamiento a punto estuvieron de dar al traste con Vinoble, el Salón de los Vinos Nobles que acumula tres ediciones de transición: la de su suspensión en 2012, la de su tímida resurrección en 2014 y la que hoy se inaugura en el Alcázar, salvada por los pelos con idea de hacer borrón y cuenta nueva.

El Vinoble que deslumbró al mundo del vino en sus comienzos se ha ido diluyendo con el paso del tiempo, víctima de los bandazos en el poder municipal, inestabilidad que pasa factura a un evento que presume de ser el único de su especie dedicado en exclusiva a unos vinos –generosos, licorosos y dulces– tan especiales como incomprendidos.

Para evitar los efectos perniciosos que los cambios de signo del gobierno local, su difícil situación económica y la lentitud burocrática de las administraciones públicas tienen sobre el Salón, el sector reclama una gestión privada o mixta de la cita, y con implicación directa de profesionales del vino.

Pero eso se verá cuando concluya la presente edición, la novena, tras la que la teniente de alcalde Laura Álvarez anuncia que reunirá a todas las partes interesadas en Vinoble para darle unas vueltas al asunto.

El gobierno local se llegó a plantear seriamente de cara a este año la renuncia definitiva a mantener el Salón de los Vinos Nobles, por lo que salvado el órdago, el gran escaparate de los vinos nobles en general, y de los del Marco en particular, vuelve a escena para hacer propósito de enmienda.

La novena edición tiene un marcado carácter andaluz, ya que los vinos generosos de las principales denominaciones de origen de la comunidad autónoma mandan, y con creces, en la zona expositora. El Marco de Jerez, el anfitrión, cuenta con una docena de bodegas presentes a título individual (Barbadillo, Delgado Zuleta, Díez Mérito, Estévez, Fundador, González Byass, Lustau, Rey Fernando de Castilla, Sánchez Romate, Tradición, Urium y Williams), a las que se une el amplio espacio que ocupa en la primera planta del Palacio de Villavicencio el Consejo Regulador de la Denominación de Origen del jerez. Del mismo modo, las cooperativas vitivinícolas del Marco se agrupan en un mismo stand, como también lo hacen un nutrido grupo de bodegas sanluqueñas, a las que apadrina el Ayuntamiento de la localidad vecina bajo el nombre ‘Manzanilla de Sanlúcar’, y las firmas bodegueras chiclaneras, que se presentan como ‘Vinos de Chiclana’.

Montilla-Moriles también tiene una presencia destacada con dos bodegas a título individual (Toro de Albalá y Alvear) y un tercer espacio expositivo de su Consejo Regulador, un clásico ya en Vinoble, en el que también repiten en el cuadro de los generosos andaluces los stands de las denominaciones de origen Condado de Huelva y Málaga, en este caso sin representación independiente de sus bodegas.

Y del resto de España, poco más que añadir, ya que la representación nacional de este año se completa con los moscateles de Ochoa (Navarra) y de la vcrpd Valencia –vino de calidad producido un una región determinada–, amén de las malvasías y otros vinos de Canarias. Se echan en falta los dulces de Jumilla y Yecla, las vendimias tardías de Rueda y Rías Baixas, cavas y vinos dulces catalanes...

Posiblemente habrá algún vino de Murcia en el stand de la Federación Española de Asociaciones de Enólogos, espacio en el que se reivindicará la figura de estos profesionales y se podrán degustar vinos singulares de la zona y de otras regiones, algunas rarezas y pequeñas producciones de viñas señaladas y no necesariamente amparadas por denominaciones o indicaciones de origen.

También cuentan con expositores propios, en este caso podríamos denominarlos institucionales, la Consejería de Agricultura y la Diputación de Cádiz, en los que tendrán cabida otros vinos del Marco y andaluces.

Junto a la última edición, la de 2014, se trata del Vinoble con menos representación internacional entre los expositores. En concreto, entre el patio de San Fernando y el Palacio de Villavicencio –las zonas de expositores– hay siete stands con vinos de otros países (Taylor’s, Poças Junior y Terras de Portugal, en representación del país vecino; Sweet Burdeos como representante francés; Quady Winery, llegado desde California en EEUU –esta firma comercializa el vino ‘Palomino Fino’ que, evidentemente, es un falso sherry, además de un falso Porto–;y Vinos Perea, distribuidora española de grandes vinos de muy diverso origen, entre los que figuran los vinos de hielo canadienses presentes en el Salón).

No estarán en el Alcázar tres bodegas –no identificadas– que solicitaron reserva fuera de plazo. Según datos facilitados por la organización –que este año asume por primera vez en solitario el Ayuntamiento tras la decisión de prescindir de la figura del comisario por su elevado coste–, el Salón reúne –se entiende que contando con las catas– vinos producidos en Austria, Francia, Argentina, Canadá, Hungría, Portugal, Italia, EEUU, Armenia, Alemania y España. Es decir, once países incluida España cuando en las primeras ediciones se llegó a duplicar la presencia internacional con más de una veintena de países (Australia, Chile, Eslovenia, Grecia, Japón, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Suiza, Uruguay, Rumanía, Georgia, Líbano son algunos de los ausentes).

El ‘bajón’ de la representación internacional en la zona expositora, evidente en países como Francia, Canadá, Hungría, Italia y Alemania, antaño volcados con Vinoble, se compensa en cierto modo con la rentrée de los vinos portugueses –Carcavelo y Setúbal acompañan al afamado Oporto–, de los principales logros, a priori, de la organización.

Hasta 26 regiones vitivinícolas se dan cita en la novena edición del Salón de los Vinos Nobles (Jerez, Montilla, Málaga, Condado, Alicante, Valencia, Navarra, Oporto, Madeira, Setúbal, Carcavelo, Tokaj, Armenia, Mosela, Marsala, Toscana, Jura, Cadillac, Loupiac, Barsac, Sauternes, Alsacia, Niágara, Montreal, Salta y California).

Hay un problema con los distribuidores que solicitan plaza como expositor en Vinoble, ya que bodegas cuyos vinos comercializan estos intermediarios renuncian a venir al estar representados por su distribuidor. Para evitar que se extienda esta ‘práctica’, la organización ha ‘vetado’ la presencia este año de algunos distribuidores.

La de 2016 es, por otra parte, la edición de Vinoble con más catas, hasta doce a las que se ha sumado a última hora una no prevista en el programa. Las salas del Molino y la Mezquita cuentan con 30 y 40 plazas disponibles por cada cata, mientras que la zona gastronómica a la que se reserva el patio del Molino dispone de otras 30 plazas para los ‘showcooking’, a cargo este año de dos restaurantes de Jerez y otros tres de la provincia con la colaboración de la Diputación de Cádiz. Llama la atención la supresión en este patio del espacio destinado a expositores, que se concentra en esta edición en el patio de San Fernando –en el exterior– y en las dos plantas del Palacio de Villavicencio. También se mantienen las presentaciones de vinos en una carpa instalada en el patio de San Fernando.

Para el desarrollo de estas actividades, la Escuela de Hostelería pone a disposición de la organización 15 camareros, ayudados a su vez por 35 mozos que se encargan, fundamentalmente, de la reposición de copas en los expositores. El número de profesionales acreditados para Vinoble’16 asciende a unos 1.500, siempre según datos de la organización.

El caso es que, para garantizar la continuidad del salón, había que salvar la edición de este año y, pese a la premura de tiempo y la escasa divulgación de la cita, Vinoble mantiene su prestigio entre los profesionales del vino gracias a los buenos momentos vividos las ediciones en las que se labró su buen nombre. Si se cumple lo anunciado, Vinoble resurgirá en 2018. Ya se verá.