"Los únicos héroes están bajo tierra"
Diputación homenajea a Miguel Ramírez Fajardo, que combatió como soldado republicano en la Guerra Civil española; nacido en Grazalema, vive exiliado en Inglaterra desde hace más de 60 años
Tiene las cicatrices de cinco heridas de bala en su cuerpo. De ellas se recuperó Miguel Ramírez Fajardo con fortaleza, aunque lo hizo lejos de casa, de su patria España, la que lo había visto nacer el 5 de septiembre de 1915 en Grazalema. Y a estas alturas, a los 95 años, tiene memoria Miguel como para regalar los oídos de sus nietos durante horas. Muchas aventuras, todas con un final feliz, porque él no fue de los que la guerra llevó a un cementerio. "Esos sí que son héroes, los que están enterrados en Holanda, Francia...., los que dejaron a sus familias para toda la vida. Sí, he luchado, y durante muchos años, pero héroe no me encuentro. He tenido la suerte de que no me mataran. Ya está".
Miguel combatió como soldado republicano en la Guerra Civil en distintos frentes: Málaga, Batalla del Ebro, Belchite, Teruel... La derrota fue ligada al exilio y tras cruzar la frontera con Francia, en 1939, permaneció en un campo de internamiento cercano a Perpignan hasta que -por razones de pura subsistencia- se alistó en la Legión Extranjera. Ya enrolado en el ejército francés fue trasladado a África y, poco después, a Noruega, ya invadida por Hitler. En una operación militar planteada para tomar el puerto noruego de Narvik fue herido de gravedad. Fue evacuado a Escocia y luego a Londres, al cuartel general de los franceses llamado Olimpia. Tras su curación, se enroló, en 1940, en el ejército británico para acabar recalando -junto a otros soldados republicanos españoles- en la compañía número 1 de Pioneros. En esta unidad intervino en las operaciones logísticas que preparaban el desembarco de Normandía.
De Inglaterra ha hecho su segunda patria. Allí vive con su esposa, Ascensión Belón, vizcaína, huérfana de guerra y que fue trasladada a un centro de acogida de niños vascos en Cambridge. Tiene dos hijos de nacionalidad británica, José Luis y Miguel. "Mi padre es español, inglés no es", asegura uno de sus vástagos. ¿Y qué pasa con España? "Hombre, nací en ella, si me quieren aquí pues bien y si no..., qué le vamos a hacer ya", comenta Miguel padre. Ahora regresa a España porque el servicio de Memoria Histórica de la delegación de Ciudadanía de Diputación de Cádiz le rindió un homenaje ayer, en el Salón del Claustro del Palacio Provincial, con el objetivo de dar "justo tributo a este gaditano de Grazalema que, más allá de sus vivencias bélicas, condensa el sufrimiento de una generación que vivió múltiples penalidades y la amargura del exilio". Un reconocimiento que espera Miguel "sirva para algo, porque muchas veces te hacen cosas y no van a ningún lado". Además, Miguel tiene en su haber los homenajes ofrecidos por la Junta de Andalucía, a través de su Dirección General de Andaluces en el Exterior, y la Embajada Española en Londres.
Miguel pasa ahora unos días en Jerez y aprovecha para hacer un repaso de sus vivencias, las que contó ayer a este Diario antes de recoger el galardón. Tranquilo, con muchas ganas de hablar, ilusionado, como si la vida le hubiera tratado mejor de lo que lo ha hecho, se apresura a relatar batallas, las de la trinchera y las del día a día. Ambas duras. No quiere "molestar a nadie" con sus declaraciones, pero es contundente en sus palabras y se pregunta primero: "¿cuántas miles de vidas están en el cementerio de Los Caídos, que lo hicieron con republicanos, con piedras y piedras a base de latigazos? Señora, yo tengo malos recuerdos de aquellos tiempos". Habla de tabúes, los que existen todavía a la hora de profundizar en aquella etapa franquista y dice que los que tienen que abrir los ojos ahora "sois los que vivís aquí, yo ya estoy en el extranjero, a mí me echaron". A este respecto recuerda que ninguno de los Gobiernos españoles "ha hecho nada por los que tuvimos que salir a la fuerza. Yo hubiera vuelto mucho antes a España, pero los que estábamos fuera no teníamos ninguna documentación oficial española y aquí no nos miraban ya bien". A pesar de los desengaños, la guerra le ha dado la oportunidad de ir a veces con la cabeza muy alta, "como con la rendición de los alemanes. ¿Usted sabe lo que significó verlos firmar así, mirando hacía abajo? Lo celebramos con una botella de coñac en un pajar". Miguel deja el pasado atrás y habla de la actualidad, de la política que se hace ahora, de la que ve que se protesta, "pero aún hay que protestar mucho más. ¿Qué es la política de aquí, de ahora?".
La piel de Miguel recuerda aquellas heridas cicatrizadas pero, ¿qué pasa con las del corazón? "Hombre, -responde- yo quisiera vivir y morir en mi país pero por desgracia tengo que estar fuera. Me gustaría que mis restos descansaran en Andalucía, pero mi familia está en Inglaterra. Ellos, mis hijos, tienen su vida allí, pero la mía ya simplemente, se termina".
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