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LA PÁGINA DEL JEREZ

El valor percibido

  • Muy pocos productos agroalimentarios incorporan el nivel de transformación de la materia prima de los vinos de Jerez

Si hay algo que caracteriza a los vinos de Jerez, en tanto que productos agroalimentarios, es su importantísima componente de lo que pudiéramos denominar de forma simplificada como valor añadido. Siendo el producto de una tierra, de un clima y de unas determinadas variedades de vinífera, el resultado final que llega hasta la copa incorpora un porcentaje importantísimo de manipulación, en el sentido más positivo del término. El proceso de elaboración de nuestros vinos y vinagres, que comienza con la peculiarísima tierra albariza y con unas condiciones climáticas que marcan de alguna manera el territorio de la Zona de Producción,  va incorporando a cada paso el resultado de siglos de experiencia en los más variados campos: viticultura, vinificación, crianza, embotellado…

Muy pocos productos agroalimentarios incorporan tal nivel de transformación de la materia prima original; una materia prima que sin duda requiere un altísimo nivel de calidad, pero que no es ni mucho menos la única y exclusiva razón de la excelencia del producto final, sea este cualquiera de los distintos vinos de Jerez, la Manzanilla o el vinagre de Jerez. Y en consecuencia, son pocos los productos agroalimentarios que tienen las posibilidades que se ofrecen a los nuestros para discriminar distintos niveles de calidad objetiva, dependiendo de la intensidad, del cuidado y de la paciencia con la que se lleven a cabo tantísimas intervenciones humanas en el proceso natural de su elaboración.

Y sin embargo, tradicionalmente el propio sector elaborador jerezano se había limitado a establecer una regulación de mínimos en relación a los productos amparados por nuestras Denominaciones de Origen. Unos mínimos sin duda muy exigentes (como es el caso por ejemplo de la crianza mínima de dos años para todos nuestros vinos) pero que no reconocían, o al menos no discriminaban de cara al consumidor, la existencia de productos elaborados con criterios mucho más exclusivos. Afortunadamente, en los últimos años, se han recogido las demandas del mercado, claramente percibidas por las propias bodegas, dando carta de naturaleza y reconocimiento reglamentario a lo que era una situación de hecho: la existencia de vinos excepcionales, con unos niveles también excepcionales de vejez. Nacieron así hace una década los vinos de Vejez Calificada, de más de 20 y más de 30 años de crianza, o los vinos con Indicación de Edad de 12 ó 15 años.  Se trataba de reconocer una realidad preexistente; pero además y por encima de todo, de proveer mecanismos que ayudaran al consumidor a entender y percibir con claridad su enorme componente de valor añadido.

Tanto los vinos de Jerez de Añada como los vinagres de Jerez Gran Reserva son otros dos instrumentos para poner en valor formas distintas de hacer las cosas: dos iniciativas que muestran cómo, partiendo de nuestras excepcionales materias primas, la intervención del hombre puede dar lugar a distintos productos finales de una calidad extraordinaria.

Categorías de productos amparados con un plus de calidad que cuentan con la garantía que supone la certificación por parte del Consejo Regulador, la cual se plasma en la correspondiente normativa de etiquetado; sólo así los consumidores podrán percibir y valorar adecuadamente el extraordinario valor añadido que incorporan estos productos

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