LAS SECUELAS DE LA CRISIS

"No he vendido una casa desde agosto"

  • Una conversación con Jesús Arroyo Guerrero, director de la agencia inmobiliaria 'River Jerez'

Su padre, Jesús Arroyo Zaze, ya se dedicaba a comprar casas de vecinos; llegó a contar con 45, unos 250 inquilinos. Con el tiempo pagaban una renta baja, muy pequeña. Aquello dejó de ser negocio; los alquileres que cobraba no daban ni para pagar el IBI. Comenzó a venderlas. Y por si fuera poco, llegó el ‘boom’ del ladrillo: la gente empezó a irse y las casas se vaciaron. Ese es el mundo de la construcción.

Su hijo Jesús Arroyo Guerrero (Jerez, 1955) se dejó la piel durante treinta años en una empresa de electricidad de Madrid, viajando aquí y allá. Se cansó, volvió a Jerez y se puso manos a la obra en la oficina que tenía en su casa. En 2000 abrió la agencia. Conoció las vacas gordas y la crisis le pilló: Eran seis empleados; ahora solamente dos, Jesús y su mujer.

—Descríbanos la situación actual.

—La situación actual es la siguiente: Las pisos han bajado, algunos del orden del 30 hasta el 50% de su precio último durante el ‘boom’, no del precio real. Pero resulta que cuando crees que has vendido algo, vas al banco y el banco te pone unas exigencias altísimas. Tienes que tener, para comprar, un mínimo de entre el 20 ó el 30 por cien del valor de la vivienda y, en segundo lugar, cuando te presentas en el banco con toda la documentación, el banco te dice lo siguiente. ‘Bueno, mándeme al cliente’. Mandas al cliente y el banco le dice: ‘Yo le doy la hipoteca pero se la doy para los pisos que tengo yo como banco. Pero para el que quieres comprar, no’. Ahora está muy difícil sacar la hipoteca.

 — ¿Posee números sobre las agencias de Jerez?

— Bueno, en el año 2000 había unas trescientas agencias inmobiliarias. Cuando llegó el batacazo se cerraron casi todas y creo que hemos quedado unas diez. Con superdificultades, pero bueno, aquí seguimos aguantando.

 — ¿Por qué esas cifras?

—Porque abrir una agencia es muy fácil. Esto es comprar un local, una mesa de despacho y un ordenador, y empezar a buscar pisos, a ver quién te los compra. Este no es un  negocio que requiera una gran inversión. Esto lo hace cualquiera.

 — Y al final de 2006, la caída.

— Ahí es donde empieza la caída. Pero durante estos cuatro últimos años apenas se ha hecho muy poco. En primer lugar, por el paro y para un parado es muy difícil acceder a una vivienda. Antes se la dan a cualquiera. Antes tienes que responder, tener tú, al menos, el dinero que te van a ofrecer y si tú no lo tienes, metes, por ejemplo, el coche y el piso de tus padres… Por eso se ven ahora tantos desalojos de personas mayores que avalaron al hijo para comprar el piso. ¿Y ahora qué ocurre?  Como el hijo no paga, van por el piso de sus padres. Eso tiene mucha tela.

 — ¿Tiene buena opinión sobre la bolsa inmobiliaria?

— Yo no lo veo. Unidos estamos todos a través de internet, en el sentido de que cualquiera puede encontrar lo que busca. Internet ha dado un paso gigante. La mayoría de la gente ya no acude a las agencias porque en internet encuentra todo. Todo el mundo se puede anunciar gratuitamente. Lo que pasa es que es bueno que haya una agencia inmobiliaria por en medio porque se negocia mejor el precio de las cosas. No es lo mismo hablar directamente  comprador y vendedor, que es muy difícil que se entiendan, a decir que la compra la negocie un intermediario, que es la agencia. Lo que pasa es que ese intermediario cobra, claro. Es una labor.

 — O sea, que son imprescindibles.

—Somos bastante imprescindibles. Creo que a la gente lo que le puede costar más caro le saldrá más barato comprando con la inmobiliaria. Antes, en los años del ‘boom’, los precios los ponían los vendedores, ahora los ponen los compradores. Fíjese el cambio que ha dado. Recuerdo que en aquellos años, un vendedor quería subirle a su casa el precio de un millón cada semana. Y se vendían. Los pisos eran baratísimos en Jerez. Y han vuelto a ser baratos. En Jerez se pueden comprar hoy día pisos buenos y baratos. Otro ‘hándicap’ es la Junta de Andalucía, porque las valoraciones catastrales son superiores a los valores reales.

 — ¿Qué  hundió al gremio?

— El precio de las cosas se desvirtuó. No eran precios reales, porque construir costaba menos que comprar algo usado. También es verdad que en aquella época del ‘boom’, los albañiles ganaron más dinero que nunca, como los fontaneros, los carpinteros... Entonces, todo el mundo se metía en la construcción. Un albañil de la construcción se sacaba las 400.000  al mes. Todo el mundo se compraba un gran coche. Pero cada uno debe de saber dónde está. Y mucha gente no sabía dónde estaba. Y claro, creían que ese mundo no se acababa nunca.

 — ¿Cuándo pasaremos página?

— Esto va para muy largo. No como decían: ‘Hasta el 2012, hasta el 2012’. No. He escuchado a alguien que ha dicho que esto va a durar más de lo que pensamos, que pueden ser más de quince o treinta años. Y la gente tiene mucho miedo a comprar. Mucho miedo. No saben si mañana están trabajando o no, si pueden o no pagar esa vivienda. Ese es nuestro problema. Hoy día, los trabajos no están seguros, pero  en ningún gremio. Donde había cuarenta obreros ahora hay diez y donde había ochenta hay veinte. Esto es así. Hay que ver cómo está el Ayuntamiento y cómo está todo.

 — ¿Hay soluciones?

— Quizás un impulso al alquiler, pero el alquiler hay que arreglarlo. Si te dice de pronto el inquilino que no te paga, te vas al abogado, luego al Juzgado, te dan un juicio para año y medio o dos y una vez hecho esto, hay que proceder al lanzamiento. Te ha costado echar a la persona dos años y medio, que ha vivido gratis y, además, la luz y el agua, si no te la paga, no puedes cortársela, porque el juez te dirá que es una coacción  para echar a una persona. Entonces, la gente tiene mucho miedo a alquilar también. Hay que buscar, por tanto, a una persona que tenga nómina, que parezca serio… Es que, a veces, vienen unas personas que les tengo que decir que no le puedo alquilar. No es que no pueda, es que no vas a cobrar. Es que debe ser como en América, donde si no pagas, te mandan a la Policía, te dan un mes de gracia y si sigues sin pagar, tendrás que salir de la casa y cambian la cerradura. Son dos meses y pico pero nunca dos años y medio.

 — Hay una costumbre de alquilar en Europa, especialmente en Alemania.

— Aquí siempre hemos tenido una propiedad. Si se volviera a nacer, yo creo que muy poca gente compraría. Porque es tan bonito alquilar… Hoy alquilo aquí, esto no me gusta y me voy a otro lado. Y ahora, los trabajos no son de la ciudad donde naces, porque son tan volátiles que hoy puedes estar aquí como mañana en Barcelona o Bilbao... Entonces, te encuentras con que tienes que pagar el piso que tienes aquí, más luego el alquiler que tienes que hacer allí, porque debes de vivir en algún lado.

—Bien, pero esa sensación de tener donde caerte muerto...

—Sí, pero esa hipoteca tienes seguir pagándola.

—¿Mucha gente dejó escapar esa oportunidad?

—Es que nadie pensó que esto iba a ser tan fuerte. Yo he vivido otras crisis. Conocí la crisis del 90-91, pero en el 96 ya estábamos de nuevo comenzando, y de anteriores años, que se salió rápido. Claro, la gente estaba menos hipotecada.

—¿Y ahora?

—La gente está un poco a la retaguardia, porque dinero hay. Lo que pasa es que el dinero es muy miedoso, es muy cobarde. Entonces, la gente las está viendo venir.

—¿Cuándo vendió la última vivienda?

—En agosto. Era una vivienda barata, muy barata. Era aquí en Pío XII y se vendió al cincuenta por cien de su precio.

—Hay muchas casas deshabitadas en la ciudad. ¿A qué se debe?

—Jerez no tiene fábricas. Antes venía mucha gente a trabajar. Se están cerrando fábricas. Mucha gente de la provincia vivía en Jerez a pesar de tener que ir a trabajar a El Puerto, San Fernando… coge el tren y ya está allí. Las fábricas han desaparecido, también las industrias. La ciudad se ha quedado vacía. Antes había una revolución de maestros en septiembre y un movimiento de alquiler de pisos bárbaro. Y maestros han venido muy pocos este año. Y ya ve, antes no paraba el teléfono. Y ahora no hay quien llame.

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