La vendimia llega por Gibalbín
Marco de jerez
Barbadillo estará hoy al cien por cien tras culminar sus primeras cortas de cara a hacer los pies de cuba · Las mujeres mandan en las labores de cosecha bajo un sol de justicia a 30 kilómetros al norte de Jerez
La viña Gibalbín, propiedad de la compañía bodeguera Barbadillo, abrió ayer la vendimia en el Marco de Jerez después de que durante los últimos días sus cuadrillas de vendimiadores se hayan dedicado a recoger la uva que servirá para hacer los denominados pies de cuba. Se trata de las primeras fermentaciones, ese caldo de cultivo que ayudará a que la uva cosechada desde ayer tenga más fácil su siempre delicada transición a mosto y, acto seguido, a vino de la tierra.
Desde las 7,30 de la mañana, un grupo de 80 vendimiadoras (la presencia masculina es prácticamente testimonial) se afanan en restarle peso a las cepas. En las mismas cuelga la tradicional uva palomino, la variedad insignia del Marco, la cual será destinada a la elaboración del vino blanco más vendido de toda España, el conocido Castillo de San Diego, entre otros productos. Hoy se espera que la vendimia se generalice en las dos viñas que posee esta compañía sanluqueña, la ya mencionada de Gibalbín y la de Santa Lucía, en las inmediaciones de esa localidad que Jerez y Sevilla comparten: El Cuervo .
Si algo caracteriza a estas dos viñas es que ambas están a una treintena de kilómetros al norte partiendo de Jerez. Se trata de viñas de interior, donde el calor es intenso y la maduración de la uva más rápida que en aquellos pagos que se ven refrescados por la brisa del mar.
Las vendimiadoras de Barbadillo son en su mayoría vecinas de Gibalbín, esa barriada rural jerezana en la que la cuesta que conduce al complejo bodeguero parece simplemente una bocacalle más que al final se abre al campo y a la viña.
La vinculación del pueblo con la familia propietaria de la bodega queda a las claras cuando un monolito a mitad de esa carretera que es calle a la vez y en cuyos arcenes se levantan casas autoconstruidas, honra la memoria de 'Toto' Barbadillo.
Como ha quedado dicho, las mujeres copan la vendimia en esta viña, con una ligera aportación de la no muy distante localidad de El Cuervo. Todas se conocen, ya sea por su condición de familiares o por lazos de vecindad. Los hombres son pocos, poco menos que el manijero, una decena de vendimiadores y los jóvenes que fajados con gruesos cintos de cuero se encargan de llenar el remolque de un tractor que en apenas unos minutos ya está dispuesto a depositar su carga en la tolva que conduce a la uva al lagar.
El sol pega de pleno. Son las once de la mañana y los termómetros ya rozan los 40 grados. Las mujeres van ataviadas para la faena con pantalones, camisas de manga larga y sombrero de esparto . "Contra lo que pudiera parecer así trabajas más fresca que con los brazos al aire", dice una de ellas. Muchas llevan incluso guantes para que sus manos no se endurezcan. La jornada se prolonga de las 7,30 a las 14,30 horas. Ya no se trabaja por la tarde, sería excepcionalmente duro.
A la sombra de la vid que encabeza el líneo (hilera de cepas) se guardan como oro en paño botellas de agua congelada, así como el cántaro del que se tira de vez en cuando para refrescar la garganta. El hielo dura lo que dura y las visitas al cántaro no son tan frecuentes como se pudiera imaginar. Se trabaja duro.
El tractorista o el camionero que se haya hecho con la carga la traslada de inmediato al complejo bodeguero donde durante más de un mes se trabajará sin descanso. La uva debe ser llevada cuanto antes pues el calor es un enemigo que hace reducir considerablemente su peso. Tras pasar por la báscula llegan a la tolva donde descargan. La fuerza con que la uva se estrella contra la cubeta que conduce al rodillo 'sin fin' llama poderosamente la atención.
En estos días, la bodega se convierte en una especie de micromundo en el que cada cual sabe perfectamente cuál es su función. Los administrativos tiran de papeles, los vendimiadores de tijeras y en los laboratorios las probetas se van llenando para ver cómo viene este año el fruto de la vid.
Quien mejor lo puede saber en Barbadillo es su enóloga, Montse Molina, que llega al laboratorio directamente del campo tras realizar una serie de mediciones a pie de cepa. "Será mañana cuando estemos a pleno rendimiento", apunta a este medio mientras . Será entonces cuando la firma ponga en marcha a un total de 180 vendimiadores y a una veintena de empleados de planta.
Aunque los enólogos van siempre 'armados' con sus mediadores de grado de azúcar, la vista se torna en el mejor de los aliados. "Lo primero que compruebas es el 'envero' de la uva". Se refiere, según explica, a esos cambios de color que experimenta la uva cambiado de color conforme avanza su maduración: del verde al amarillo y del amarillo al rojizo.
La cosecha de este año viene buena. "Ahora mismo tenemos la uva a 11,5 grados baumé y a nivel sanitario se trata una cosecha excelente sin indicios de pudrición ni nada similar".
Cuando la vendimia se generalice en esta bodega a partir de hoy un total de 12 máquinas de vendimia se repartirán por las 400 hectáreas de viña de la compañía para, de noche (o de día si un improbable clima fresco se apiadara del Marco) recoger el fruto de la vid. "Este año -agrega Montse Molina- tenemos unas máquinas especiales que vienen de diversos puntos de la geografía española, casos por ejemplo de La Rioja y Toledo por citar dos ejemplos. Son especiales porque son capaces incluso de quitarle el raspón (apéndice del que cuelga el racimo) llegando de esta forma la uva mucho más limpia" al lagar. La bodega de producción estará al cien por cien a partir de hoy mismo.
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