Jerez

Una víctima reconoció a Ricardi por su voz y por su "ojo a la virulé"

  • La sentencia por la que fue condenado el portuense encarcelado por las violaciones cometidas hace 13 años dice que las declaraciones de la joven agredida "fueron claras, rotundas e inequívocas"

La principal prueba de cargo contra Rafael Ricardi Robles, el portuense encarcelado por las violaciones que dos encapuchados empezaron a perpetrar hace 13 años en El Puerto, Jerez y Puerto Real, no fue un ADN que coincidía entonces, y que cinco años después, en el 2000, descartaba el Instituto Nacional de Toxicología del Ministerio de Justicia. Ni tampoco una confesión que él realizara, negada ahora por el abogado de oficio que le defendió en el juicio. Fue el testimonio de una de las víctimas, que no sólo reconoció su voz sino incluso su rostro, ya que pudo arrancar la capucha a uno de los encapuchados cuando iban a forzarla. Tanto es así que en la sentencia que lo condenó, de la Sección Quinta de la Audiencia Provincial, fechada en noviembre de 1996, se recoge que "la referida autoría y cooperación necesaria de Rafael Ricardi Robles resultó patentemente acreditada en el acto del juicio oral a través de las declaraciones de la propia víctima, que fueron tan claras, rotundas e inequívocas, que no dejaban lugar a dudas".

El testimonio que deparó la condena de Ricardi fue ofrecido por la segunda víctima de las, al menos, diez violaciones denunciadas hasta el 2000, la cometida en agosto del 95 en Valle Alto, en El Puerto, en la persona de la joven que circulaba en moto y que se vio obligada a parar al colocarle numerosas piedras en medio de la carretera. Esta joven reconoció su voz entre las de seis personas, y también su rostro y su expresión, ya que, cita la sentencia, "eran características por estar distorsionada su mirada por un defecto congénito, la cual fue perfectamente vista por la muchacha cuando logró rasgarle la capucha y durante el episodio libidinoso dado que, según narró a la Sala, la noche de autos había luna llena". De modo textual, la joven, según recordaba ayer el abogado de Ricardi, llegó a decir que uno de los dos encapuchados que la violaron tenía "un ojo a la virulé", y efectivamente el condenado tenía "algo raro en un ojo".

Estos reconocimientos, el de la voz y el del rostro, incluido el defecto físico de la mirada, fueron para el tribunal "pruebas concluyentes" que "por si solas conducen a la condena del acusado", aunque se decía que eran además reforzadas por el informe de ADN del semen recogido en la ropa de la víctima, en el que se encontraron "todos los alelos correspondientes al acusado, si bien aparecen otros extra que no corresponden". Una circunstancia que la Sala veía lógica "porque el individuo que acompaña al acusado también eyaculó, sino además porque al parecer las muestras remitidas se habían contaminado". "La autoría es tan clara y evidente que en modo alguno puede ser puesta en duda por la negativa de aquél", se agrega.

Ricardi, que por aquella época era politoxicómano y pernoctaba debajo de un puente, estuvo primero dos días de agosto del 95 en prisión provisional, tras su detención, y fue ya encarcelado en noviembre de ese año. En octubre de 1996 fue juzgado y condenado a dos penas de 18 años de cárcel cada una (con el límite de 30 años que señalaba el antiguo Código Penal, por el que fue juzgado) por sendos delitos de violación con el agravante de "disfraz" (por las capuchas) y "nocturnidad "(la joven fue forzada a las tres de la mañana) . De uno de los delitos fue considerado autor material. Al no poder penetrar a la joven, la violó bucalmente. Y del otro, coautor, al ayudar al otro encapuchado a violarla vaginalmente, lo que hizo en dos ocasiones. Justo un año después, en octubre del 97, el Tribunal Supremo no admitió el recurso de casación interpuesto, al considerar que no había sido bien fundamentado por su defensa. En la actualidad, sigue en la cárcel y ha redimido bastante de su pena total de 30 años participando en actividades en la prisión, tal como permitía el antiguo Código Penal.

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