Vinoble, un cambio de rumbo
XI edición del Salón de Vinos Nobles
Las bodegas despiden el Salón con buen sabor de boca por el gran interés que desata el viejo y el nuevo jerez
Toca reflexionar de cara a la edición de 2024, para la que hay margen de mejora
Vinoble, ¿qué toca de nuevo, viejo?
La XI edición de Vinoble se despide con opiniones muy dispares tanto sobre el contenido de la cita, internacionalidad y repercusión como de otros aspectos organizativos -supresión de la reposición de copas, estado de las carpas y el mobiliario, horarios, comunicación y otros servicios complementarios- sobre los que cabe una reflexión para mejorar en la medida de lo posible y hacer más atractiva si cabe una cita que, después de 24 años, nadie duda que se antoja imprescindible el cada vez más saturado calendario de ferias vinícolas por su dedicación en exclusiva a los vinos nobles, en concreto, a los generosos, licorosos y dulces especiales.
Tampoco estaría de más un poco de celo en la vigilancia de que los productos presentes en el Salón, en primer lugar, sean vinos y, en segundo, se ajusten a estas categorías especiales, pues al margen de sidras e hidromieles, algún expositor se ha permitido la licencia, y no es la primera vez que ocurre, de acudir con vinos tranquilos y hasta con algún destilado. En el extremo opuesto, hay que aplaudir el respeto a la esencia de Vinoble de, por citar algún ejemplo foráneo, Jumilla, presente por primera vez como Denominación de Origen con sus vinos tintos y blancos, pero solo los dulces, que vienen a representar el 1% de la producción de esta región vinícola murciana en su intento de dar a conocer estas especialidades enológicas que, como el jerez, dan mucho juego gastronómico. Que le pregunten si no a los hermanos Roca.
Tras la cancelación de la edición de 2020 por la pandemia, tocaba recuperar la normalidad, sin grandes alardes, pero con dignidad, objetivo cumplido y al que han contribuido la ilusión y las ganas tanto de expositores y organización como de los visitantes, que además de las actividades paralelas en bodegas y viñas, disfrutan en estos días de la gastronomía local, por lo que llama la atención que algunos establecimientos del centro hayan cerrado sus puertas algunos de los días en los que se celebra Vinoble.
El programa de catas de la última jornada, menos saturado de jerez, llenaba las salas de la Mezquita y el Molino con las propuestas de los fondillones alicantinos, los oportos de estilo Tawny, el vin santo y los passitos del Mediterráneo, los Pedro Ximénez de Montilla y algunos de los mejores vinos expuestos en el Salón, seleccionados en este caso por Luis Flor, responsable institucional de Vinoble, para la cata de clausura, que deja un buen sabor de boca.
Flor se hizo acompañar de un miembro de A la Volé, Juancho Asenjo (asesor del Salón), Juan Manuel Hidalgo (Bodegas Hidalgo) y Victoria Frutos (Valdespino) en esta última cata de Champagne Ulysse Collin que rozó los 100 puntos Parker; Patricius Tokay Azsu 2017 6 puttonyos; Amontillado Tresillo 1874 de Hidalgo; Justino’s Madeira Colheita 1977 Sercial; Solera BC 200 Medium de Osborne; y Palo Cortado Cardenal VORS de Valdespino.
En la primera cata del día, dedicada al jerez, Willy Pérez y Ramiro Ibáñez (Territorio Albariza) han vuelto a doctorarse en Vinoble con un homenaje en toda regla a ocho personajes del jerez, grandes incomprendidos que cambiaron la historia de estos vinos con propuestas rompedoras sin los que difícilmente se puede entender el jerez de hoy.
Bajo el título ‘Factor humano en el Marco de Jerez’, Pérez e Ibáñez presentaron ocho vinos que utilizaron como vehículo para explicar a los personajes en el contexto del jerez de su tiempo, un recorrido desde el siglo XVIII a la actualidad a través de la forma de entender la viticultura y la enología de estos imprescindibles de la historia del Marco, entre ellos Eduardo Ojeda, el único con vida y representado por un Navazos Niepoort en la cata, en la que ha estado presente para agradecer el reconocimiento.
El botánico Simón de Rojas Clemente, autor del ‘Ensayo sobre variedades de la vid común que vegetan en Andalucía’. con un amontillado muy viejo de Rafael Terán, el catalizador del despegue de la manzanilla como vino blanco con flor cuando Sanlúcar lo que hacía era vender vino de color para Jerez; Pedro Domecq, y su concepto de vino de viña, de terruño y de los vinos monolíticos de Macharnudo, con un vino de la solera de Decano de Fundador; Manuel María González Ángel, el fundador de González Byass que trajo la crianza biológica a Jerez, con un Dos Palmas de la Colección de Finos Palmas de la casa del Tío Pepe; Domingo Pérez Marín, creador de La Guita y precursor de la nueva ola de la manzanilla en el siglo XIX, con un vino de la solera Misericordia de la marca sanluqueña; José Gabriel Aldama, Conde de Aldama, también de Sanlúcar, máximo exponente de la concentración tras la llegada de la filoxera y arquetipo de los vinos naturales, con un amontillado de la Bota NO del Conde de Aldama de Bodegas Yuste; Francisco de Alvear, impulsor de la plantación de viñedo en Montilla y cuya familia llevó a la región cordobesa el sistema de criaderas y soleras adoptado de Jerez, con un amontillado viejo de la firma montillana; y la “mente maravillosa“ de Manuel Barbadillo, autor de ‘Manzanilla, el vino de la alegría’, “el mejor tratado sobre la manzanilla que realizó un pormenorizado estudio de los pagos de Sanlúcar, con una añada de Castillo de San Diego de 1986, marca que él mismo lanzó.
“Estos son los ocho personajes que cambiaron el canon, nuestro canon” del jerez y los vinos que los representan, “personas inusuales” que pasaron del rechazo a la transmisión final, pasando por la resignación, aceptación y exaltación que distingue a los artistas, pues al fin y al cabo, Willy Pérez y Ramiro Ibáñez entienden que los viticultores y enólogos “somos técnicos que elaboramos vinos dentro de un mundo artístico”.
Toda una declaración de intenciones de dos de los principales estandartes del nuevo jerez o de las nuevas avenidas del jerez, precisamente título que empleó el Consejo Regulador en una edición anterior de Vinoble para la introducción de los por entonces incipientes vinos de pasto del Marco.
Las nuevas tendencias tienen otros ramales, también presentes en Vinoble, como el proyecto Agromis, en el que colaboran Jerez y Montilla junto a las Universidades de Córdoba y Cádiz y el Ceia3, que introduce una vertiente para anticiparse a los cambios del mercado con la investigación de la crianza biológica por debajo de 15 grados.
Los consejos reguladores de ambas Denominaciones de Origen han presentado en la carpa de la Consejería de Agricultura los avances de este proyecto con una cata comparativa entre los vinos de más y de menos de 15 grados de distintas bodegas, aunque estos últimos requerían un desarrollo reglamentario posterior para su comercialización sin tener que renunciar a su carácter de vino generoso como fino o manzanilla.
“El trabajo no está terminado todavía ni el ámbito científico, ni en el reglamentario y ni siquiera en el ámbito de decisión por parte del Consejo Regulador, pero es un avance para que un día podamos decidir si un fino o una manzanilla pueden venderse con 14 grados dejando que el vino que se introduzca en la botella sea el vino tal y como está a nivel de soleraje, sin corregirlo después de que el velo de flor haya consumido una parte de alcohol”, explica el presidente de la institución jerezana del vino, César Saldaña.
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