Sanlúcar Atlántica. Un homenaje al Pago de Miraflores

Ramiro Ibáñez recorre a través de vinos blancos y manzanillas míticas todos los rincones del viñedo más emocionante de Sanlúcar de Barrameda

Why not, Jerez? Lógica sobre los vinos en el Marco

Viña el Armijo, en el corazón  del pago de Miraflores de Sanlúcar de Barrameda.
Viña el Armijo, en el corazón del pago de Miraflores de Sanlúcar de Barrameda. / Willy Pérez / Antonio Gálvez

¿Cómo les podría explicar que aquel día el Sol le había pedido a las nubes que le prestaran el firmamento? Tras las copiosas lluvias del pasado mes de marzo, Zeus, que todo lo puede, había accedido a la invocación de Dionisos de que cambiara los vientos y diera comienzo la primavera.

Y allí estábamos nosotros. Y un sol radiante. De cualquier clase, condición y vestimenta, convocados por Ramiro Ibáñez, que al parecer algo tenía que enseñarnos. Viticultores, enólogos, gastrónomos y alguno con sombrero como yo, caminante sin más, que estaba puntual viajando al lugar de los hechos para que luego el lugar viajara al papel que recuerda. Inolvidable para el que se lo cuenta.

Ramiro es un genio modesto del que me conmueven sus señales interiores de riqueza, honestidad y cultura. Miraflores es el gran escenario que aquel día nos abrió de par en par, descorchando botellas llenas de emociones definidas e identificables. Rincones embotellados de este hermoso paraje.

Ramiro Ibáñez le sirve un vino al  caminante con sombrero que les escribe.
Ramiro Ibáñez le sirve un vino al caminante con sombrero que les escribe. / Willy Pérez / Antonio Gálvez

Heredero, este renombrado elaborador, de la sabiduría en la viña del maestro Manolo Hita, aprendió Ramiro mucho de lo que sabe entre mostos y vinos de cooperativa, donde sintió y se dedicó a atrapar los fragmentos de cada una de las viñas de Sanlúcar y de la “manzanilla que era en sus orígenes un vino blanco, joven y aromático”, que decía Manuel Barbadillo.

El pago de Miraflores mira a un Atlántico que se extiende abierto y acontece entre Chipiona y Sanlúcar. Se compone de muchas teselas, en forma de viñas, que ensamblan en un mosaico de verde silencio y tiene a sus pies el Carrascal sanluqueño, a la izquierda Torrebreva y a la derecha Munive.

Empezamos donde se paró el reloj, en el Caserío de Miraflores alta, apuntando con la copa a la parte más baja del pago y a una viña de este mismo caserío, con vinos blancos sutiles, comentados por sus elaboradores, Daniel Rodríguez y Pepe García, que bajo la marca Corta y Raspa mantienen el histórico y relevante sentido de la figura de los mayetos sanluqueños, origen de la viticultura y grandeza de todos los vinos gaditanos.

Los protagonistas de la cita, a pie de viña.
Los protagonistas de la cita, a pie de viña. / Willy Pérez / Antonio Gálvez

Cercana, a la izquierda, en pleno Miraflores, está la finca de Pastrana, núcleo de los grandes vinos de la Gitana, representada luego por un Amontillado Viejo excepcional, y a la derecha San Rafael, que recoge en su interior una viña que nos descubrió un vino de este genial sanluqueño, que espero puedan descorchar pronto ustedes. Increíble.

Antes, la copa de bienvenida fue ofrecida en la Viña el Armijo por Isolina Florido, un Doce Liños del 2017, fascinante vino blanco en su mejor momento, y que después se refrendó con una manzanilla familiar de las que nos recuerdan el porqué de nuestra pasión por estos vinos. Y a este bello cortijo, lectores, volvimos después de situar en nuestra mente el plano y los matices de estas blancas tierras, a catar esos “vinos que poseen un sabor característico y muy fresco, que ningún lugar puede imitar”, que diría Julian Jeffs. Los vinos de Sanlúcar.

Mágicos suelos de albariza se concentran en estas 800 hectáreas para crear vinos frescos, untuosos y sumamente delicados

Esos que tan bien hace Ramiro Ibáñez desde hace trece años y que nos han contagiado a muchos el amor por los vinos blancos con flor, elaborados con Listán (Palomino) y que reflejan pasión humana por los lugares, su terruño y sus tradiciones. Esa gama de UBE que siempre que comparto causa emoción. La suya, sin duda. Y allí estaban, claro. Ubérrimos todos ellos.

Y bien saben que hay momentos en la vida en que tienes que callar para poder escuchar y dejar entrar las historias que debes saber para poder contarlas. Y aunque me puedan mis colores, luego devino una cadena de manzanillas que contenían mitad el brillo del sol y mitad la luz del mar, a distintas horas del día. Vinos en los que se hace el silencio después del primer trago, Manzanillas la Goya y Barbiana de añadas de los 50 y 70 respectivamente, donde te sientes preso del tiempo y buscas algún cómplice sentimental. Manzanillas de Orleans y Borbón, San León, Pipiola, La Guita y muchas más. Una fantástica colección de vinos insólitos, de Miraflores todos.

UBE Miraflores Alta, un gran vino del prestigioso  elaborador sanluqueño.
UBE Miraflores Alta, un gran vino del prestigioso elaborador sanluqueño. / Willy Pérez / Antonio Gálvez

¿No dicen que el camino hacia la felicidad pasa por los sentidos? Hay vinos que los despiertan y desvelan para siempre, como un Quo Vadis de los ochenta o una imperial botella de GF 25 de la familia de Isolina. O eso me pareció a mí, siempre con mi sombrero puesto, para que no se escapara nada de mi cabeza.

Pero heme aquí escribiendo, e intento hacer como si nada, con una botella de Manzanilla en la cabeza, mientras anoto que también aquel bello día había que alimentar el alma y el estratega Edu Pérez (Tohqa), asistido por dos arqueros, Pepe Naranjo (Canela&Clavo) y Pablo García (Mantequería El Espartero), nos apartaron, con unas brasas, de los lugares comunes y fueron también cómplices de las cosas ocurridas. Grandes tipos.

Cuando nos fuimos no cerramos la puerta tras nosotros, allí queda un camino que seguir junto al mar, un mundo creado que se volverá a crear una y otra vez más. Cada vez que abran una botella nacida en este pago.

Hasta otra, lectora y lector. Lo mejor está por llegar. ¡Qué bien! Como dice Piglia, “lo que podemos imaginar siempre existe”. Está en Sanlúcar y habita en la calle de la Palma. El demiurgo que armoniza el vino que se hace en esta provincia y quizás allende estos lares.

Me lo contó Zeus mientras copeabamos un oloroso viejísimo de De la Riva. De Miraflores.

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