Jerez

Una visita para los cinco sentidos

  • Cuando cae la noche, la bodega González Byass conjuga los mayores encantos de Jerez para sorprender a unos turistas que suelen repetir la experiencia · La novedad de este año es un maridaje de vinos y tapas

Jerez tiene un sabor especial y de esto son testigo las noches de los martes, los jueves y los viernes de agosto en el complejo bodeguero de González Byass. El azul del cielo veraniego se va destiñendo para dejar todo el protagonismo al rojo candente de un pequeño trenecito de época que empieza a ponerse en marcha. ¡Pasajeros al tren, que son las nueve de la noche y va a dar comienzo la visita!

El traqueteo de los vagones a su paso por los adoquines va avisando a la Real Bodega de La Concha, diseñada por el francés Gustavo Eiffel, de que los turistas se acercan para contemplar su original arquitectura. Muy ajustado, el tren se adentra por unas estrechas calles que dejan atrás los Jardines de Villa Victorina para dar a parar a la Viña San Manuel, único viñedo visitable dentro de una bodega jerezana. Son las nueve y media y el tren hace su primera parada. Todos bajan y se dejan envolver por un aroma inconfundible que da nombre a esta parte de la visita, 'la Ruta del Brandy', donde se encuentra uno de los atractivos que más llama la atención de los visitantes: los alambiques. Es la manera más explícita de explicar el proceso de destilación de los brandies. De tal manera, la guía alza la voz: "Una de las típicas características aquí es encontrar las paredes y techos muy negros debido a la gran evaporación de alcohol que hay en el aire, que es alrededor de un 5%". Antes de volver al tren, los turistas prueban la primera copa de brandy. Uno de ellos comenta que "aunque he probado otros tipos de brandies en Francia y Estados Unidos, no hay ninguno como el de Jerez". Son aproximadamente las diez de la noche y lo que aún no sabe éste y los demás turistas es que lo que verán a continuación es un espectáculo ecuestre que difícilmente podrán olvidar porque casi pueden tocar la doma clásica con sus propias manos. Los visitantes sacan sus cámaras y la bodega se llena de flashes y aplausos mientras Beatriz Vergara, directora de visitas, reconoce que "los turistas se quedan impresionados por cómo le damos sentido al espectáculo a la vez que mostramos la esencia de la bodega".

Puede que en esto resida la clave de que algunos de los visitantes repitan al año siguiente. Este es el caso de una madrileña que lleva dos años viniendo a Jerez para visitar a unos familiares y reconoce que "siempre convenzo a alguien para que venga conmigo y repito la visita porque cada año le dan un toque nuevo y mi acompañante me lo termina agradeciendo".

Nadie lo conoce por José Ángel de la Peña pero cuando la guía dice 'Tío Pepe', los visitantes ya se van haciendo una idea de que están a punto de adentrarse en la 'Ruta del Vino', donde el gusto y el olfato comparten silla con la vista y el oído para disfrutar, hasta las diez y cuarto, de un vídeo explicativo de cómo nace, crece y evoluciona una bodega que encierra más de 150 años de historia. Atrás se queda la bodega de La Cuadra para pasar a la parte final del recorrido en tren.

La penúltima parada para los pasajeros tiene lugar aproximadamente a las diez y media de la noche, hora a la que llegan a los cascos bodegueros más antiguos. El primero de ellos es la bodega de Los Apóstoles, donde los visitantes que van acompañados de niños necesitan coger en brazos a éstos para que aprecien diversas botas de 12.000 litros de capacidad y, en especial, la bota conocida como 'El Cristo', la más grande de todo el complejo.

La luna lleva un rato haciendo de farol en esta visita, pero al llegar a la calle Unión parece que se haya fundido, pues la parra que se extiende a todo lo largo no abandona la visita hasta que dirige a los visitantes hasta las bodegas de La Constancia y de Los Reyes. El grupo de turistas no puede irse sin saber, por parte de la guía, que "ambas datan de 1857 y a lo largo de todos estos años, han pasado por aquí personas ilustres que hemos recibido durante toda la historia de González Byass". Para los incrédulos, en las botas que rodean a los visitantes se pueden apreciar las firmas de artistas, escritores e incluso diferentes Casas Reales, donde cobran un especial valor las firmas de nuestros reyes, Don Juan Carlos y Doña Sofía, así como las de sus hijos. "Y ahora pónganse de aquí para atrás y no hagan ruido", pide la guía. Los más pequeños, con cara de incredulidad y señalando con el dedo, se sorprenden de ver a unos pequeños ratoncitos subiendo por unas diminutas escaleras para llegar hasta el borde de una copa de vino. Aunque algunos creen que se trata del ratoncito Pérez, pronto se dan cuenta de que no pues no trae regalos y como informa la guía, "estos son los famosos ratones de Tío Pepe". Son las once de la noche, aproximadamente, y los visitantes suben al tren por última vez para llegar al Patio de Don Jaime, típico patio andaluz decorado con plantas y flores que dan el toque de color al blanco puro de la mantelería de las mesas y las sillas. Cada pequeño grupo de visitantes busca la mesa que le han asignado para disfrutar durante una hora y media, más o menos, de una maridada de vinos de la casa con diversas tapas típicas de la tierra servidas con un gusto exquisito. Esta es la novedad de este año y uno de los atractivos por los que se ha notado un aumento de asistentes respecto a otros años pues como comenta uno de ellos, procedente de Barcelona, "por treinta euros haces la visita, ves el espectáculo de caballos y encima sales cenado, ¿qué más se puede pedir?" Incluso para los más pequeños está todo pensado, pues éstos acompañan las tapas con un mosto que no tiene alcohol.

La luna y las estrellas son el techo de una velada diferente en la que a las doce y media de la noche algunos niños no pueden evitar bostezar, las mujeres se empiezan a colgar los bolsos y esta vez, sin pedir la cuenta, todos se van dirigiendo hacia la salida de la calle Manuel María González. Algunos se irán para el hotel, otros seguirán disfrutando del turismo nocturno por la ciudad pero de lo que no hay duda es de que todos se llevan un muy buen sabor de boca.

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