Polémica en la hostelería

¿Nadie acepta 1.500 euros al mes en Cádiz? “Parece que vivís en otro planeta”

Una camarera atiende a unos clientes en una terraza de Puerto Sherry.

Una camarera atiende a unos clientes en una terraza de Puerto Sherry. / Julio González

La polémica propuesta de traer un contingente de camareros de Marruecos ha indignado a los trabajadores del sector de la hostelería. Sindicatos y empleados han mostrado su sorpresa por la realidad dibujada por el empresariado de la provincia de Cádiz, que ya ha consultado la posibilidad de contratar en las escuelas de hostelería del país vecino después de que algunas ofertas quedaran sin cubrirse el pasado verano.

“Ningún profesional de la hostelería en la provincia de Cádiz cobra menos de 1.500 euros brutos al mes. Eso incluyendo las pagas extraordinarias, plus de transportes, comida, ropa… ¿Y quién dice que se trabaja más de ocho horas? Si eso ocurre, se pagan con horas extraordinarias o se compensa con descansos”, ha sentenciado el presidente de HORECA, la patronal de la hostelería gaditana.

Ante la avalancha de acusaciones por la polémica propuesta, De María se remite al convenio del sector, que ha firmado recientemente una subida de las tablas salariales. “Es de los mejores de España”, dice, mientras anima a denunciar a los establecimientos donde no se cumplan esas condiciones.

En estos momentos los portales de empleo reflejan ofertas por encima de los mil euros y, según los empresarios, algunas se quedaron sin cubrir el pasado verano incluso tras consultar al Servicio Andaluz de Empleo (SAE), donde se registraban más de 20.000 profesionales de la hostelería como demandantes de empleo. ¿Por qué nadie acepta algunas ofertas?

Un chiringuito en la costa gaditana. Un chiringuito en la costa gaditana.

Un chiringuito en la costa gaditana. / Julio González

“Escucho las condiciones que describe HORECA en vuestro periódico y parece que estáis en otro planeta. Lo que dicen no se lo creen ni ellos”, responde José María Rueda, cocinero desde los 16 años con más de 35 de experiencia. Este gaditano se considera un “privilegiado” por trabajar un hotel y debe remontarse a los años previos de la crisis de 2008 para encontrar su sueldo más alto: 1.500 euros netos gracias a varios trienios.

Según su experiencia, “hay empresarios responsables y honrados”, pero “los que cumplen con el convenio” son “excepciones”. “En muchos sitios pedir dos días de descanso a la semana o doce horas entre turno y turno es una utopía. Lo más básico es una quimera: tener un contrato de ocho horas, dos días libres, 30 días de vacaciones... Somos muy pocos los privilegiados que lo conseguimos después de muchos años peleándolo,” apunta este veterano profesional de la hostelería.

"A veces no merece la mena denunciar"

Desde el CCOO también señalan los “altísimos niveles de precariedad” y “constantes incumplimientos del convenio” en el sector. “Al sindicato llega gente con condiciones escandalosas a diario”, explica Begoña López, secretaria provincial de la Federación de Servicios de CCOO de Cádiz. “El convenio establece una jornada mínima de cuatro horas, pero los hay inferiores. En la práctica, muchos trabajan 10, 12 o 14 horas. Tenemos casos de jóvenes que han trabajado tres o cuatro semanas, les despiden y no les pagan”, añade.

Una camarera en un chiringuito de El Palmar. Una camarera en un chiringuito de El Palmar.

Una camarera en un chiringuito de El Palmar. / Julio González

HORECA pide que denuncien estos casos, pero según CCOO la mayoría no llega a los juzgados porque “cuesta más el collar que el gato”. “Son gente joven, con contratos de corta duración y sin medios y muchas veces no les sale a cuenta demandar”, apuntan desde el sindicato. El convenio se respeta habitualmente en las grandes plantillas de los hoteles con representación sindical, pero los empleados de pequeños negocios, especialmente empresas familiares, no suelen estar organizados. 

"Tuve que dormir en una caravana"

En Zahara o Los Caños de Meca, destinos que multiplican su población en verano, decenas de jóvenes descartan dormir en un piso para trabajar en la hostelería cada verano. “La vivienda es carísima y yo tampoco tenía mucho dinero”, explica Julieta, una joven argentina que trabajó hace dos veranos fregando platos en El Palmar a 6 euros la hora. "Trabajaba de lunes a domingo sin un horario fijo, me llamaban cuando lo necesitaban. Me tenían medio de juguete, pero necesitaba ese dinero", recuerda. El primer mes alquiló una caravana en un terreno por 200 euros al mes. “Un día no había agua, otro faltaba luz… y tenía que caminar mucho para llegar al trabajo”. Más tarde consiguió una furgoneta prestada por su compañero y dormía aparcada junto al establecimiento. Se duchaba en el patio del bar con una manguera. "Allí teníamos la ropa colgada, nuestras cosas personales, los cacharros sucios de la cocina... Era un caos", añade.

“Yo vivía en una tienda de campaña porque el alquiler era implanteable con un sueldo de camarero”, explica Amaro De la Calle, un joven jerezano que ha trabajado dos veranos en un camping con chiringuito de Los Caños. Su testimonio refleja varios de los incumplimientos denunciados por los sindicatos: “En la práctica, trabajaba de lunes a domingo, pero según el cuadrante oficial descansaba los fines de semana, así que lo pregunté. Me dijeron que si descansaba no cobraría esos días. Me pagaban 50 euros por jornada entre semana y 60 los sábados y domingos; en total, unos 1.500 euros al mes y nos ponían de comer. Nos obligaban a firmar que descansábamos dos días a la semana”.

"Cuando la Inspección va, los trabajadores están aleccionados"

“Cuando la Inspección Laboral visita un bar los trabajadores están aleccionados. La mayoría, por conservar su puesto de trabajo, están obligados a mentir. Yo mismo lo he hecho porque de mi trabajo dependía el pan de mi casa”, explica el veterano José María Rueda. La patronal se muestra en contra de estos casos y cree que son excepcionales, aunque reconoce que en verano echan en falta los refuerzos de jóvenes. "La población juvenil en España ha decrecido y los que están ahora no apuntan a trabajar en la hostelería", explica el portavoz de los hosteleros.

Una camarera, en una imagen de archivo. Una camarera, en una imagen de archivo.

Una camarera, en una imagen de archivo. / Lourdes de Vicente

“La sociedad ha evolucionado y la juventud no está tan dispuesta a tragar con lo que tragamos nosotros”, apunta Rueda, quien hace unos años formó parte de Marea Café con Leche, un movimiento de trabajadores en lucha por condiciones dignas. Él también ve un cambio generacional. “Mi hijo tiene 23 años y no me lo imagino tragando por mis condiciones. No van a dejar explotarse porque han vivido de otra manera y no están dispuestos a aguantar. Mi hija se va a trabajar a Santiago de Compostela porque ofrecen mejor trabajo que aquí”, concluye.

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