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CONCERT MUSIC FESTIVAL

Un Rosario de coplas

  • Estrella Morente homenajeó a la copla en el Concert Music Festival

  • El recital fue el último que acogió el escenario grande de la cita chiclanera, que finalizará esta semana

La cantaora Estrella Morente durante su actuación en Sancti Petri

La cantaora Estrella Morente durante su actuación en Sancti Petri / NACHO FRADE

La copla. Mil veces cantada y sentida. La música de nuestra raíz andaluza, la de las pasiones encontradas, los miedos y anhelos escondidos en los versos de Quintero, León, Quiroga, Solano y otros tantos maestros. Las melodías de peineta, silencio contenido, histrionismo, abanico y faralá. También la de los secretos inconfesables, las medias verdades y las verdades absolutas. La de las tabernas, mancebías, relicarios y misas de doce. La del callo y otorgo, la de la rabia desbocada y prendida de un mantón o una toca sobre los hombros. Denostada e infinitamente recuperada, si es que alguna vez desapareció de nuestra memoria sonora y sentimental. La copla, depositaria de nuestras más puras esencias, como nuestras abuelas cuando las canturreaban en la cocina y nosotros escuchábamos sin ser conscientes de la grandeza de unos versos tan inmensos en labios expertos.

Un Rosario de coplas cubrió como un manto la noche del domingo el escenario principal del Concert Music Festival de Sancti Petri. Coplas que "no están encerradas en ningún baúl, sino más vivas que nunca", avisaba una voz en off antes de dar comienzo el recital de la cantaora Estrella Morente. La artista, protagonista de un espectáculo de copla clásico con orquesta, quejío y homenaje, quiso rendir tributo a este género musical y a Rosario, su abuela, la inspiradora del último álbum de su nieta.

"Quiso Dios, con su poder, fundir cuatro rayitos de sol y hacer con ellos una mujer". Una mujer que había cumplido el día antes unos espléndidos 89 años y que se arrancó a cantar Suspiros de España para delirio del público chiclanero en el final del concierto que le dedicó el cumpleaños feliz a la matriarca Morente, "una de las personas más importantes de mi vida", confesaba la artista.

Heredera de una saga de enorme talento, Estrella quiso hacer suyo el legado de la Copla -decíamos el título de su último trabajo- paseando en escena con Rosario: "Olé las que andan bien", decía Morente dejando claro que en ese momento se encapsulaba la razón de ser de un espectáculo entero, de una vida de canciones, de un recuerdo necesario a los que antes que ella expresaron una manera de sentir tan propia que es absolutamente inmortal.

"Es un sueño hecho realidad, agarrarme a este brazo -el que la acunaba siendo niña-, a esta manita santa. Ella me enseñó a amar la copla, a Andalucía. Esto es gracias a ella", contaba Estrella Morente a la audiencia de "este entorno único" de Sancti Petri, dentro de un festival que ha permitido "que el mundo se enamore de este lugar y que ofrece cultura y diversidad", explicaba la cantaora.

Una diversidad que también traslució en un repertorio con nombre propio (Antonio Vargas Heredia, TriniáRocíoMadrina) o sin nombre (Yo soy esa y La niña de puerta oscura), que desafió a los prejuicios de antaño y que aún hoy persisten (Amante de abril y mayo), meció al lamento en su garganta de profundo eco (El día que nací yo), enfrentó con garra el desafío de amar (Tengo miedo) y el vacío (Soledad) que se llenó con los grandes aplausos del respetable.

Por ese camino cuajado de poesía se coló otro homenaje a "la más grande que ha dado la copla". El espíritu de Lola Flores poseyó a Morente que encandiló con ¡Ay pena, penita, pena! antes de presentar a la orquesta dirigida por José Enrique de la Vega. Ejecutó el repertorio completo del disco que el acompañamiento musical consiguió hilar con fantásticos interludios instrumentales de otras melodías copleras (Las cinco farolas, La bien pagá o Tatuaje) y retazos de El amor brujo de Falla.

Pero Estrella Morente, en una noche sin estrellas aunque con toda la luz que desprende su talento, es ante todo flamenco. Fue uno de los pasajes más disfrutados de la velada cuando la artista salió a escena para interpretar Los cuatro muleros y En lo alto del cerro, brillantemente acompañada y con mención especial a las voces de Antonio Carbonell y Ángel Gabarre, que le dieron a la intérprete una introducción antológica a capela y nudillos. 

Quiso Estrella Volver a ese lugar donde veinte años no son nada e interpretar para clausurar el concierto el maravilloso tango que tanto lustre dio a la película de Pedro Almodóvar, en un diálogo maravilloso entre Argentina y Andalucía. Quiso Morente hacerse presente en su talentoso legado. Quiso la copla emocionar como lo lleva haciendo siempre. Quiso el cielo dejar escapar alguna lágrima que no devino en llanto -se preveía lluvia- como metáfora de la intensidad de una música que gracias a Estrella y muchos grandes artistas se hace eterna cada vez que se interpreta. Quiso la conexión emocional con lo disfrutado en directo que el que escribe estas líneas recordara con una sonrisa y el alma en los labios a su abuela -como lo hizo la cantaora-, que vivió y se fue recientemente con la misma intensidad que desprenden las coplas que canturreaba cuando la memoria aún se lo permitía.

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