El 12 como argumento artístico
Diario de las Artes
Verónica Sanz
Campus de la Asunción (Jerez)
He manifestado en multitud de ocasiones que lo más esencial de la creación artística es el entusiasmo que se ha de tener por ella, la pasión absoluta por el hecho artístico, la verdadera conciencia de lo que se quiere y de lo que se ansía. Por muchos títulos de los que se disponga, por muchas insignes y doctas facultades a las que se haya asistido, todo esto sirve para bien poco si el acto de la creación no transcurre por las vías del apasionamiento. De hecho, existen muchos grandes de la plástica contemporánea que no han pisado un centro artístico, no están en posesión de ninguna titulación académica ni nada por el estilo. Por lo mismo, también nos encontramos con infinidad de licenciados y doctores cuya realidad artística es muy pobre por no decir totalmente nula. Por tanto, tengo muy claro, lo llevo contemplando desde hace muchos años, que el verdadero artista es aquel que plantea el acto creativo con entusiasmo, pasión, verdad y pureza, sin acomodarse a los fríos parámetros de una mera técnica sin sustancia artística alguna.
Planteo esta premisa ante la obra de Verónica Sanz, artista sin más; ajena a escuelas, títulos y formaciones canónicas; autora que hace de la necesidad por pintar un motivo principal de vida. Porque la conozco bien y he seguido su actuar, puedo decir que pinta por necesidad, que pone todos los sentidos en el puro momento de crear y que está muy por encima de cualquier situación impuesta o concordante con modas, estilos, dictámenes y demás intereses suscritos por los especuladores del arte, sus argumentos y formulaciones. Ella va a lo suyo, que no es nada más que la pasión por desarrollar un poderoso impulso emocional. La he visto formular buenas series de una pintura que ella acomodaba en segmentos que eran tan figurativos como abstractos y, al mismo tiempo, estructuraban posiciones que no estaban ni en lo real ni en lo que se alejaba de los meros planteamientos de lo no mimético. Ahora llega a la sala del Campus de la Asunción con una obra que tiene al número doce como punto de inflexión, como argumento conceptual de una realidad artística bien acondicionada en el fondo y en la forma.
La vida se rige por un sistema racional, pura matemática. La naturaleza también. Fibonacci, aquel Leonardo Bonacci, nacido en Pisa en el siglo XII, lo puso de manifiesto en una sucesión numérica que tendría especial trascendencia en todos los órdenes existentes. Por tanto, la realidad existencial parte de una secuencia que mide y registra lo natural. Matemática que es pureza y esencia. El arte, tan despegado, a veces, de lo científico, puede tener, también, un desarrollo numérico. Verónica Sanz lo sitúa en torno al número doce; el ‘12 COMO UNIDAD DE MEDIDA’; ese es el título de la muestra. Filosofía matemática que estructura una realidad superior y que en su obra se manifiesta desde el propio número; doce, veinticuatro, treinta seis o ... cuatrocientos treinta dos; doce cuadros, doce metros de pintura... realidad básica que sustenta un registro de posibles imposibles. Porque la pintura de la artista puertorrealeña, lo plantea todo desde una realidad mediata con el 12 como unidad sin remedio. Pintura que surge en un segmento donde, también, lo mediato y lo inmediato tiene su secuencia definitoria. Figuración y abstracción en una misma línea secuencial. Paisajes que se encadenan en una realidad donde la visión de lo que la mirada capta se vuelve apasionada ilustración de lo real y a veces se pierde en la lontananza de una perspectiva diluida en la materialidad del color.
La pintura de Verónica Sanz nos adentra en la plasticidad de la forma cromática; desenlaces básicos de una estructura donde todo queda supeditado a la magia envolvente de las gamas; formas plásticas que imponen su máxima naturaleza, que se abren a perspectivas sin matizar, que diluyen las bases representativas, perdiendo identidad ilustrativa para alcanzar la máxima potencia expresiva y, en una manifestación controlada de gestos coloristas, llegar a los medios de una abstracción esencial que abre los perfiles de la emoción formal y acentúa el carácter de una pintura poderosa en continente y contenido. Sabia medida de una secuencia estructurada desde el doce para alcanzar la plenitud total en torno a la sensualidad del gesto cromático; pintura que hace adivinar un apasionamiento total de y por lo artístico; que se abre a un básico expresionismo que circunscribe un paisaje tangente a lo real para adentrarse por senderos coloristas que auguran sutiles episodios de una abstracción serena y bien matizada.
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