Concierne a la ciudad (y 3): la ciudad genérica, el espacio basura

Arquitectura · La belleza intangible

Ramón González De La Peña

Jerez, 17 de junio 2015 - 05:24

EN el número correspondiente a marzo de 1997 de Domus, revista italiana de arquitectura, es decir hace ya más de 18 años, Rem Koolhaas publicó La Ciudad Genérica un ensayo dedicado al análisis de la ciudad contemporánea o ciudad del siglo XXI. La ciudad genérica es la ciudad actual despojada de su identidad: “En la medida en que la identidad deriva de la sustancia física, de lo histórico, del contexto y de lo real, en cierto modo no podemos imaginar que nada contemporáneo -hecho por nosotros- le aporte algo. Pero el hecho de que el crecimiento humano sea exponencial implica que el pasado se volverá en cierto momento demasiado pequeño para ser habitado y compartido por quienes estén vivos”. No parece equivocado afirmar entonces que para la salvaguarda de la identidad sea necesaria la congelación de la ciudad actual, el crecimiento cero.

En el caso de nuestra ciudad, la identidad de la que hoy disponemos es la de la ciudad formalizada principalmente en los últimos 250 años, la ciudad de las bodegas. Es cierto que se mantienen algunos edificios de etapas anteriores y que se tienen rastros de etapas más alejadas en el tiempo, pero la memoria de los habitantes actuales de la ciudad alcanza no más allá de la postguerra, y con claridad real, hasta los años 60, momento en el que comenzó una nueva transformación de la ciudad con un primer crecimiento moderno entorno a la ciudad que llamamos histórica con el que se inició el abandono de ésta (proceso que todavía continua activo pese a los esfuerzos realizados por algunos en las dos décadas finales del siglo XX). El resultado es que la identidad anterior va mermando y pronto no será reconocible, será solamente recreada, con el margen de falta de autenticidad que conlleva.

El Espacio Basura, se publicó por primera vez en el número 100 de la revista October, que se edita en Cambrigde, Massachusets, en junio de 2002. Define el arquitecto el Espacio Basura como el producto construido de la modernización, que no es la arquitectura moderna. El espacio basura es “lo que queda después de que la modernización haya seguido su curso, o más concretamente, lo que se coagula mientras la modernización está en marcha: su secuela”. Dicho de otro modo, Koolhaas considera espacio basura los grandes centros comerciales, los aeropuertos, los hospitales, y otras grandes infraestructuras, todos esos espacios continuos sin cualificación que la nueva modernidad está produciendo en cualquier parte del planeta.

Para Koolhaas la Ciudad Genérica es la ciudad liberada de la cautividad del centro, del corsé de la identidad: no es más que la ciudad sin historia, que no necesita mantenimiento. Si se queda demasiado pequeña simplemente se expande. Si se queda vieja se autodestruye y se renueva. Es igual de emocionante -o poco emocionante- en todas partes. Es superficial. “El plano urbano alberga ahora solo el movimiento necesario, fundamentalmente los coches; las autopistas son una versión superior de los bulevares y las plazas, que ocupan más y más espacio; su diseño, que aparentemente busca la eficacia automovilística, es de hecho, sorprendentemente sensual, una pretensión utilitaria que entra en el dominio del espacio liso. Lo que es nuevo de este ámbito público sobre ruedas es que no puede medirse con dimensiones”. El paisaje urbano es una amalgama de sectores excesivamente ordenados y ordenaciones más libres cada vez por todas partes. Es la apoteosis de la elección múltiple: todas las casillas marcadas, una antología de todas las opciones. Esta ciudad genérica, construida de un día para otro, se está produciendo principalmente en Asia, en los países en torno al ecuador, los Emiratos, etc.

Ese mundo ajeno y desolado que describe Koolhaas en La Ciudad Genérica y en El Espacio Basura nos ha de servir de reflexión individual en nuestro ámbito pequeño y local. Aspiramos a una ciudad mejor social y económicamente. Queremos una ciudad industriosa, moderna, alegre y saludable. Tenemos el clima, la posición geográfica estratégica, el territorio adecuado. Tenemos un potencial creativo y artístico fuera de toda duda. Tenemos un paisaje hermosísimo, un espacio urbano que resulta encantador a los visitantes y, a veces, hasta a los locales. Se trata tan solo de ponernos a trabajar y ordenarnos. De no caer en la trampa de la renovación por la renovación. Quizás se deba producir la ciudad futura al ritmo de las personas, a su “compás”, dicho con palabras de aquí. No creo que sea tan difícil.

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