Cosas de gitanos

Cosas de gitanos
Cosas de gitanos

28 de noviembre 2008 - 05:00

DOS siglos después de que los hermanos Grimm advirtieran del peligro que corría la tradición oral, hoy no podemos decir que haya fenecido, aunque si podemos asegurar que se ha empobrecido considerablemente y se mantiene a duras penas. La tradición oral es un proceso que pervivirá mientras el hombre tenga un hálito de vida y pueda comunicarse con sus comunes, por tanto, no podemos decir que ésta se pierda aunque tienda inevitablemente a transformarse, como la materia. Los hábitos del hombre han cambiado más en estos últimos cincuenta años, que en diez siglos, estamos asistiendo a un cambio en los recursos a la hora de comunicarse, pero el hecho - el acto de transmitir- ese es inherente a la propia condición humana.

Las leyendas y sus protagonistas han pervivido en el espacio y en el tiempo gracias a la capacidad del hombre a la hora de transmitir ese universo en el que los protagonistas de la mismas se han ido adaptando a las condiciones sociales y culturales del actor principal: aquel que es capaz de atesorar en el desván de su memoria mitos y hechos que pertenecen a los primeros tiempos en los que el hombre empieza a tomar conciencia de sí mismo y es capaz de recrearlos una y otra vez.

Un mundo tan nuclearizado como el de los gitanos en España siempre llamó la atención de los estudiosos de la cultura tradicional, son muchos los personajes, bien de raza o aspecto, que aparecen en infinidades de obras literarias, desde los personajes propios del áureo siglo, a los jeques, valentones y matones de la paremiológica literatura, aquella que en hojas volanderas fueron de mano en mano, de boca en boca, gracias a los ciegos vendedores de pliegos.

Aspecto y condición siempre caracterizaron a los gitanos o aquellos que tomaban la apariencia gitanesca, hubo un tiempo en el que se produjo tal simbiosis, que lo gitano y andaluz se tomaba por lo español por excelencia, a ello contribuyeron con fervor un buen número de viajeros románticos extranjeros quienes en sus descripciones tomaban la parte por el todo, incurriendo en errores donde lo intrascendental se hacía relevante en el relato.

La gitanería bajo andaluza ha tenido muchos descriptores, basta con ojear la literatura del XIX y veremos la cantidad de relatos que nos hablan de la costumbres de los gitanos de estas latitudes, sin embargo, poco nos han legado de los gitanos del norte, y todo por no estar en el mismo marco espacial y temporal. De los gitanos norteños, especialmente los de las grandes urbes, suelen llegarnos noticias, algo sabemos de ellos, sin embargo existe una clase de gitano más anónimo y rural que mantiene sus señas de identidad sin renunciar a la cultura social y geográfica que le rodea, esa sin duda es la historia de un gitano navarro, que se crió a caballo entre tierras navarras, riojanas y catalanas. La historia de un hombre que atesoró en su memoria romances, leyendas y cuentos maravillosos que invitaban a un viaje por mundos ignotos y mágicos, todos susurrados al calor de la lumbre.

Javier Asensio y Helena Ortiz han recogido por boca de Fabián Amador, un gitanico navarro, estos magníficos relatos que exponen sobre la mesa una nueva vía de debate en torno a la figura de los gitanos y lo épico en su tradición oral, si hasta ahora esta tradición había sido fuero de los gitanos bajo andaluces habrá que empezar a reconsiderar que las historias-romances de Bernardo del Carpio forman parte del universo de los demás gitanos hispánicos, hechos que nos remontan al reinado de Alfonso II El Casto y Doña Jimena, donde el Conde de Saldaña tiene un especial protagonismo.

No se sabe a ciencia cierta cómo llegan estos relatos al mundo gitano, muchos autores piensan que en esto juega un papel relevante las comedias dedicadas a este héroe escrita por Lope de Vega y algunos pliegos, quiénes no hacen sino recrear una historia ya antigua de por sí. Así mismo dentro del excelente repertorio atesorado en los trasteros de la memoria de este "cayo real" se encuentran relatos que pertenecen al reino de la fantasía, un buen número de cuentos universales que Javier y Helena han ido adscribiendo a las catalogaciones de Thompson, Hans-Jörg Uther y las de Camarena/Chevalier. El libro se halla estructurado en distintas materias, ya que si bien, el grueso del mismo está dedicado a los cuentos, también da espacio a los romances en forma estrófica, a los villancicos y nos aporta datos de carácter etnológicos. Especial atención merece el apartado dedicado a las costumbres gitanas: el pañuelo, la virginidad de la novia, los cantos epitalámicos, el yeli, toda una cosmogonía a la que los gitanos de Andalucía la Baja no estamos ajenos. Es, cuando menos curioso, cuando se hace una lectura pormenorizada de este trabajo, que en algunos momentos Fabián se declara flamenco, cita a Fosforito, Farina y a la Paquera de Jerez, muestra de que algo "chanelaba" en estas lides. Diversifica el término zambra que utiliza para hablar de la farruca y cita las rumbas cuando interpreta los tanguillos, palo de similar estructura rítmica.

Se acompaña con el libro un cd con siete cortes: la "alboleá" de boda, Bernardo del Carpo, Los Doce Pares de Francia y el gigante Fierabrás, Farruca, Frailecico hermoso, Rumba y El toro garboso. Estamos ante un trabajo poliédrico, dirigido a los amantes de la cultura tradicional, del romancero y de la cuentística pero también conduce su mirada a un modelo de vida de la que los flamencos saben los suyo. Las interpretaciones aunque pretenden ser flamencas no llegan, de ahí que la guitarra armónicamente no está a la altura de la voz, aunque sí en ritmo y el canto sugiere más que canta, pero lo interesante no radica en una interpretación limpia, pulida y ajustada a los cánones flamencos, sencilla y llanamente es un documento que nos muestra la pervivencia de modelos flamencos en otras latitudes y su marco temporal y social.

Estamos ante un magnífico trabajo que viene a proponer otra vía de debate en el seno de la flamencología, la de los "otros flamencos". Un trabajo que homenajea a un personaje anónimo pero, si cabe, tremendamente universal.

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