DespedidasAutor-escritor
La ficha
'Las palabras de la nocheEl arte de la distorsiónHéroes, aventureros y cobardes El turista perpetuo' Natalia Ginzburg. Pre-textos, 2001Juan Gabriel Vásquez. Alfaguara, 2009Jacinto Antón. RBA, 2014Harkaitz Cano. Seix Barral, 2017
Roger Chartier es un estudioso francés de la historia del libro y de todo cuanto afecta o interesa a esta ya consolidada rama del saber, que no dudamos en inscribir en los estudios humanísticos. Y por poner un ejemplo que me está esperando en mi estantería de lecturas pendientes, en ella lleva ya unos meses su 'Historia de la lectura en el mundo occidental', que dirige junto a Guglielmo Cavallo (Taurus, 2011), un conjunto de trabajos en torno a una de las actividades imprescindibles del ser humano, si este quiere considerarse como tal. Pero antes de emprender la lectura de este volumen se me metió de rondón otro ensayo de Chartier titulado 'El orden de los libros' (Gedisa, 2017), libro dividido en tres apartados: "comunidades de lectores"; "Figuras del autor" y "Bibliotecas sin muros", es decir, tres de los elementos fundamentales en torno al libro: sus lectores, sus autores y los lugares de depósito y consulta, aunque en este caso Chartier se centra en las compilaciones de obras que llevaban por título genérico "Biblioteca". Un libro por momentos de complicada lectura, pero entre cuyas ideas aquí queremos centrarnos en el concepto autor / escritor que Chartier analiza en el segundo capítulo de su libro. No fue hasta finales del siglo XVII cuando tanto en Inglaterra como en Francia se recoge esta diferencia de conceptos: autor es todo aquel escritor que ha publicado o impreso algún libro, mientras que se reserva el término escritor para aquellos que no han visto en letra de imprenta sus creaciones. Una diferencia que lleva aparejada la consideración de la literatura como actividad profesional y comercial y, como consecuencia de todo ello, la disputa, que llega hasta nuestros días, de la propiedad intelectual del autor sobre sus escritos, que tiene como uno de sus más radicales defensores en el novelista, excelente por otra parte, Javier Marías. La legislación española actual sobre los derechos de autor señala la vida de este y setenta años más después de su fallecimiento, a partir de dichos plazos la obra se considera libre y puede ser explotada por cualquiera. Lejos quedan ya los 1400 maravedíes por los que Cervantes le vendió al librero-impresor Francisco de Robles la primera parte del 'Quijote', de cuyas ventas apenas obtuvo el 10%; o la venta de los derechos de impresión y puesta en escena de su 'Don Juan Tenorio' que Zorrilla cedió al editor Manuel Delgado por cuatro mil doscientos reales de vellón, en una de las transacciones comerciales más lamentadas de toda la historia literaria española, según el estudioso Luis Fernández Cifuentes, ya que Zorrilla no dejó de arrepentirse durante toda su vida, como confiesa en sus memorias 'Recuerdos del tiempo viejo': "Mantengo con él ['Don Juan'], en la primera quincena de noviembre, a todas las compañías de verso en España. 'Don Juan Tenorio', que produce miles de duros y seis días de diversión anual a toda España y las Américas españolas, no me produce a mí ni un solo real". Desde hace ya mucho tiempo, más de una familia en varias generaciones siguen viviendo de los escritos del abuelo sin pegar un palo al agua. ¡Las cosas del abuelo! José López Romero
Después de leer 'Querido Miguel', aquí reseñada hace unas semanas, no podía por menos que dedicar otro rato de lectura a la obra de Natalia Ginzburg, escritora que con ese estilo sencillo, tan difícil de lograr, parece como si nos contara sus historias familiares reunidos en torno a una mesa camilla. En 'Las palabras de la noche' nos lleva Ginzburg a un pueblo italiano para contarnos, de la mano de Elsa, narradora y protagonista, sus relaciones con Tommasino, la mala salud de hierro de su madre, cuya obsesión es casar a su hija, y sobre todo las vidas de la familia del viejo Balotta, propietarios de una fábrica de tejidos, que le da de comer a casi todo el pueblo, y las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Un desfile de personajes a los que Ginzburg, en sus propias palabras, "ha llegado a amarles como si fueran reales". J.L.R.
AUNQUE tenemos la sensación desde hace tiempo de que la cultura importa a pocos - y me refiero a su acepción + pura, libre de esos inventos de asimilar a cultura cualquier manifestación folklórica o festiva-, me sigue sorprendiendo como la desaparición de personajes relevantes en este ámbito tienen un cierto eco en los medios generalistas, incluso a veces por extensión y atención. Quiero pensar que ello no se debe a un cierto remordimiento de la sociedad, de pagar la indiferencia o la poca atención que realmente se percibe en relación a los asuntos culturales de manera diaria, con ese pequeño y modesto tributo a los que se van. Algo así como "os agradecemos los servicios prestados, aunque cuando los prestabais con dedicación y sacrificio os hiciéramos poco caso". La verdad es que hay motivos para pensar con cierta maldad. Estos últimos meses han ido dejándonos una serie de relevantes personajes. Demasiados en muy corto periodo de tiempo. Todos dignos de admirar y cuyo legado -artístico, histórico, literario- nos obliga finalmente a interrogarnos sobre si realmente la raza humana es algo singular. A comienzos de año nos dejaba, John Berger, que al mismo tiempo que iba creando una muy interesante obra pictórica-, nos hacia reflexionar con sus escritos sobre el fin de una era. ¿Y qué decir del hispanista Hugh Thomas? Su legado, centrado especialmente en nuestro país, es un ejemplo a seguir para las nuevas generaciones de investigadores de la historia. También la literatura ha tenido bajas difíciles de cubrir. Si a comienzos de años perdíamos el universo creador de Ricardo Piglia , ahora cae Denis Johson. Ha sido este último un escritor norteamericano que quizás no haya tenido en nuestro país la acogida que otros colegas suyos como Philip Roth o Paul Auster, pero sus escritos sobre ese mundo marginal de la sociedad norteamericana, tan bien reflejado en el libro Hijo de Jesús, y que seguramente tanto desagradaría -de suponer que tuviera capacidad para leerlo- al actual presidente norteamericano, es otro ejemplo más de estos notables e irrepetibles personajes que nos hacen reflexionar y cuestionarnos- desde diferentes ámbitos culturales- nuestro papel en este insignificante planeta. Ramón Clavijo Provencio
Hace unas semanas fue 'El arte de la novela' de Milan Kundera, y hoy traemos a esta sección 'El arte de la distorsión' de J.G. Vásquez: una colección de textos que, al igual que el libro de Kundera, el escritor colombiano ha reunido en los que reflexiona sobre obras y autores; reflexiones siempre interesantes y muy aleccionadoras cuando se trata de un escritor, Vásquez, tan lúcido en muchas de sus apreciaciones. Desde su visión de 'Cien años de soledad', pasando por 'El corazón en las tinieblas' de Joseph Conrad y por los diarios de Julio Ramón Ribeyro (magníficos), hasta llegar al libro 'Hiroshima' de Hersey que tradujo, Vásquez nos ofrece una serie de trabajos que van de la crítica literaria, a los datos biográficos de autores, para terminar en la denuncia de una bomba atómica que pudo perfectamente evitarse. Vásquez sigue sin defraudarnos. J.L.R.
Este escritor se ha convertido con el paso de los años y el atractivo de sus artículos -la mayoría de ellos publicados en 'El País'-, en la referencia para todo lector apasionado por las crónicas de viajes y aventuras. Hoy Jacinto Antón es sin dudarlo un autor de culto, al que sigo desde hace años leyendo sus crónicas atípicas, singulares y envueltas en ese halo de novela de aventuras, pero con la salvedad de que todo lo que en ellas se narra es real como la vida misma. Una antología de estas crónicas saldría publicada allá por el año 2009 bajo el título de 'Pilotos, caimanes y otras aventuras extraordinarias' (RBA). El éxito de esta publicación llevaría al autor a dar a la imprenta otro ramillete de grandes historias, esta que aquí reseñamos. Es este un libro que habla de personajes enfrentados a circunstancias excepcionales, desde buscadores de tesoros a espías, desde científicos a poetas. Nombres anónimos o conocidos pero tocados por la pasión aventurera. R.C.P.
Evocador título este , y tanto más en las fechas que nos encontramos, pues nos lleva a desear más si cabe la huida de la cotidianidad y escapar en busca de destinos soñados o, al menos, paisajes y rostros que nos alejen del gris y estresante que nos rodea todos los días. Es el autor de esta colección de relatos un ejemplo más de esa nueva generación de narradores procedentes del País Vasco, y que no desdeña transitar por este género del relato corto en el que ya antes Kirmen Uribe había marcado el camino como uno de sus más significados representantes. No le va a la zaga Harkaitz, lo que podemos comprobar en esta corta pero imprescindible colección de historias, donde los paisajes costeros y evocadores de esa vía de escape de la que hablábamos antes, están muy presentes en una cuidada y fluida prosa trufada de guiños cinematográficos y homenajes a otros relatos de grandes escritores. R.C.P.
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