Cultura

Javier Grandes, airear el arte

Javier Grandes posa junto a los cuadros de su exposición.

Javier Grandes posa junto a los cuadros de su exposición. / fernández hortelano

Llegó el Levante, un año más, fiel a su inexacta cita. Lo estuvimos esperando - por más de cinco semanas - desde el inicio de este verano de 2018. Las últimas noches de junio fueron frescas y húmedas a la orilla del mar. Al Sur, azul y América. Al Norte, en algún lado, Castillas; al Oeste, Rota cerrando la Bahía de Cádiz. Y al Este, al fondo, Medina. Entre un pinar - ya pintado al óleo por los pinceles privilegiados de Javier Grandes Cruzado - y la mar de horizonte infinito que Grandes sabe recrear con todos sus matices y tonalidades, como muestran sus lienzos que se han exhibido hasta este pasado fin de semana en la Casa Grande de Vistahermosa.

Regresó el Levante con agosto - mes que es al año lo que el Domingo a la semana- y se descorrieron las persianas de las casas de veraneo y los coches de los mas playeros rompieron el silencio del pinar inmenso del camino de los Enamorados, donde torcaces y abubillas que sin duda captan con maestría los colores de la paleta del artista jerezano - a quien la pintura mas artística le viene en los genes, a través de su tatarabuelo Pedro Mariano de Lassaletta Fesser, fundador de la Academia Jerezana de Pintura, de la segunda parte del siglo XIX, donde fueron maestros Losada y su sobrino y por la que pasaron Sebil y Camacho.

Las flechas de las veletas se volvieron hacia los campos de Sidonia y… - de terna en terna -como los anunciados en los carteles de las corridas de la 'Plaza Real'- llegaron los toreros, mejor dicho las libélulas. Con sus trajes rojos y alas plata. Con sus ternos oro y alas azabaches, en todos los charcos de los aspersores de riego pululan refrescando sus cabezas de helicópteros. Y triunfó Padilla en su vecino Puerto, este artista jerezano- del arte de Cuchares- que se va despidiendo de los ruedos - aunque se nos quedará en el mundo del Toro- mientras que otro artista, Grandes Cruzado, aparece con la belleza de sus paisajes etéreos y sus puestas de sol efímeras, pero plasmadas en cuadros dignos de los mejores espacios de casas de buen gusto e instituciones de la costa y hoteleras.

Y el segundo día y sabido no último de Levante -porque son siempre días impares los que sopla - llegó el afilador anunciándose con su pitido arrastrado. Cada año con el Levante, llega. "el afilaooo"... No se sabe si es que lo barrunta, o que le atraen los cuchillos de la colonia veraniega, tras su inactividad de nueve meses en las cocinas abandonadas. Los vitivinicultores, parecen los únicos contentos, porque obtendrán más grados con el Levante, y los bañistas por la mar transparente. Como inactivos quedaran por esta semana, de la segunda quincena de vacaciones, los pinceles del joven Javier Grandes quien, desde su sillón, atendió y explicó su bien hacer a aficionados y críticos de la buena pintura en la casa del Golf de Vistahermosa.

Llegó el Levante. El tercer día amaneció "chocolatero", pringoso, a pesar de que el termómetro- exterior y a la sombra- solo marcaba 25 aceptables grados centígrados. Y parece que el personal, madrugador paseante, pasean desde la Muralla hasta Fuentebravía más lentamente por la orilla parcialmente cubiertas de algas verde botella. Las primeras algas de la temporada. Que nadie como Grandes Cruz ha pintado hasta ahora tan bella la calita de la Muralla, con su puente de la Constitución al fondo.

El cuarto día de este relato de verano en vísperas de la esperada exposición pictórica, amaneció la veleta señalando a Rota… ¡Volvió el Poniente! Se cumplió el dicho: "Los días de Levante son siempre impares: 1, 3 y en el peor caso 5"… Casi nadie recuerda más de una semana continuada de Levante, porque la memoria es selectiva al menos. Y lo que nadie olvidará será esta exposición del pintor grande Grandes. Una muestra en la que vendió todo y recibió numerosos encargos.

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