Una jerezana, testigo de la primera cita entre Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí

Josefina Díez de Lassaletta fue una gran amiga de Zenobia, con quien mantenía asidua correspondencia, cartas en las que ambas hablan de todo y aquí se da buena muestra de algunas de ellas

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Fotografía de archivo (22/10/1956) captada durante su exilio en San Juan de Puerto Rico, del poeta Juan Ramón Jiménez y su esposa, Zenobia  Camprubí.
Fotografía de archivo (22/10/1956) captada durante su exilio en San Juan de Puerto Rico, del poeta Juan Ramón Jiménez y su esposa, Zenobia Camprubí. / Efe
Manuel Bernal Romero

07 de julio 2023 - 11:49

Jerez/La jerezana Josefina Díez de Lassaletta, poeta y notable encuadernadora, fue íntima de Zenobia Camprubí,

De Josefina Díez Lassaletta a Juan Ramón, el 20-8-1913.
De Josefina Díez Lassaletta a Juan Ramón, el 20-8-1913.

destacada intelectual de la Edad de Plata española y después esposa de Juan Ramón Jiménez. Josefina fue, por ejemplo, testigo del primer encuentro entre ella y Juan Ramón, y puso además mucho de su parte para que el noviazgo llegara a buen término. Esa amistad se alargó durante todas sus vidas, de ahí que la correspondencia que mantienen recorra momentos muy importantes en la vida de la pareja.

En junio de 1913, Juan Ramón había conocido a Zenobia en una conferencia en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Juan Ramón no era en esos momentos el buen partido que esperaba la familia para una chica como Zenobia, con buena posición social, políglota, de educación exquisita, moderna, emprendedora, empresaria al frente de una tienda de regalos para turistas, secretaria del Lyceum Club de Madrid, traductora de Rabindranath Tagore, etc. etc. Zenobia tenía entonces 26 años.

Una de sus grandes amigas era Josefina Díez de Lassaletta, una jerezana hija de Victoria Lassaletta Salazar y de José Luis Díez y Pérez de Muñoz, teniente de Navío, ingeniero eléctrico en el submarino Isacc Peral y Marino ilustre. Josefina tenía cinco años más que Zenobia, también era soltera y compartían lecturas e intereses intelectuales. Parece ser que Josefina era bajita, no muy guapa, pero sí muy fuerte. Josefina no se casaría nunca. Josefina escribía poesía, pero se hizo notable por su profesión de encuadernadora, que en el primer cuarto de siglo era cosa exclusiva de hombres. Ella, aunque de formación autodidacta, alcanzó mucha fama y prestigio especialmente por su trabajo en la recuperación de libros antiguos, por lo que fue Gran Premio de Honor en la Internacional de Artesanía de Madrid y también distinguida con el Premio Nacional de Artesanos Ejemplares.

La correspondencia entre el poeta, Zenobia y Josefina es harto sabrosa. Por ejemplo, en agosto de 1913 cuando el poeta empieza a interesarse por la 'Americanita', que es como la llamaba dado el origen norteamericano de su familia, Josefina no solo está presente desde el primer momento, sino que además hace de cómplice y le chiva dónde irán ese día para que pudieran encontrarse. Y al tiempo de estas complicidades hablan de recetas de cocina a la antigua, que es como nombran a la tradicional, a la luz del libro que acababa de publicar doña Emilia Pardo Bazán: La cocina española a la antigua. “Se me hace la boca agua al leer esas suculentas recetas que tan amablemente me ha regalado usted. Anoche me las dio Zenobita y ya hoy el menú en nuestra casa ha sido a la “antigua española” y “como para chuparse los dedos, aunque esto no sea de muy buena educación”, le refiere Josefina.

Siendo Zenobia y Juan Ramón ya novios, la correspondencia cuenta que ha recibido unos ejemplares de sus traducciones sobre Rabindranath Tagore: 'El cartero del rey', 'Pájaros perdidos' y 'La cosecha', un paquete que recibe Josefina en setiembre de 1917, cuando está a punto de dejar Madrid para pasar una temporada en Jerez. Vivirán en el campo, haciendo vida “animal”, sin ninguna actividad, dice ella, en el recreo de las Marías, un sitio que según piensa podría conocer Juan Ramón, que había sido colegial en los Jesuitas de El Puerto de Santa María.

Por las cartas sabemos que en junio de 1920 Zenobia vino a Jerez acompañada de otra joven americana de nombre Grace Nichols. Venían buscando antigüedades, no solo a Jerez, sino también en sus alrededores, por lo que encarga a su familia que las atiendan como se merecen. “¡Verás cómo te gusta! Yo, como la quiero enormemente, la veo con muy buenos ojos”, le refiere a su tío Salvador.

Tras esas cartas hay un gran salto en medio del cual están la Guerra Civil y el exilio de Juan Ramon y Zenobia. Así que cuando en febrero de 1952 Josefina le escribe a Zenobia, lo es para saber de su operación por un cáncer “vaginal” en el Massachusetts General Hospital de Boston. Son días difíciles para ella, pero en los que no pierde la sonrisa y en los que se siente acompañada y querida en tierras americanas. “Voy tan bien que me dan de alta cuatro días antes de la fecha. La operación fue felicísima” le refiere a Juan Guerrero, secretario durante mucho tiempo de Juan Ramón. Josefina hubiera preferido que se operase en España, porque piensa que aquí tendría el cuidado y la compañía de todas sus amigas. Y en la misma carta le recuerda la operación que le hicieron a ella treinta y cuatro años antes y en la que al despertar de la anestesia se encontró con la “cara siempre sonriente y optimista -de Zenobia- que tantos ánimos (le) daba”. “Ya ves qué resultado tan bueno da -le dice- que le quiten a una de encima aquello que le estorba, así que ahora te sentirás rejuvenecida y con energía (…)”. Antes de despedirse Josefina da cuenta de cómo ha cambiando Madrid y que -por ejemplo- la calle Serrano -donde vive Josefina- o la Castellana -donde había vivido Zenobia- nada tienen ya que ver con aquellas que ella conoció.

De estos mismos años es otra sin fecha, en la que Josefina cuenta a Zenobia sus trabajos como encuadernadora: “Estoy haciendo cosas bastante bonitas, reproducidas de antiguas encuadernaciones españolas”, una labor totalmente novedosa. En la carta Josefina le insiste para que vuelvan a España, donde tanto se les quiere y recuerda.

No hay más cartas hasta 1954, cuando Josefina se disculpa por no haberle escrito. Se justifica porque ha estado viajando por Europa y que además había perdido su dirección, aunque la ha mantenido siempre en sus recuerdos. El motivo principal de la carta era un volumen manuscrito a lápiz que le habría facilitado Zenobia para que se lo encuadernase; y de paso hablan del éxito que está teniendo con sus trabajos, tanto que hasta ha aparecido en una guía en Estados Unidos. Por eso sabemos también que Zenobia le había propuesto hacer una exposición allí, propuesta que Josefina declina porque “el viaje y transporte ha(bía) de ser costoso”, y porque realmente tiene pocos materiales, pues todo lo vende. La carta finaliza repasando la suerte que corrieron con sus maridos y sus amores las amigas que se quedaron en España: que si el marido de tal o cual está medio chocho, que fulano se murió y que zutano sigue vivo, que si el otro pasa o no pensión a su exmujer, o que aquel que parecía tenerlo todo terminó en la cárcel. “Si su madre levantara la cabeza!” La carta finaliza rememorando las años del noviazgo entre Juan Ramón y Zenobia e insistiendo en la posibilidad de que vuelvan a España.

Otras cartas de 1955 tienen como razón de ser el café de Puerto Rico que Zenobia le mandaba para que lo repartiese entre sus amigas. En una de estas cartas le cuenta que ha visto hace poco una foto de ellos dos: “¡Cómo pasan los años! -le dice- Te acuerdas cuando le decías a él con su pelo y barba negra que parecía un moro, y ahora ya blanco del polvo de la vida… A ti te encuentro muy bien, y siempre con tu simpática sonrisa, que nada te la ha hecho perder. Me encanta saber que va reponiéndose y haciendo ya su vida intelectual, que será para él la mejor medicina. ¡Cuánto habéis pasado ambos!”.

La próxima es del 12 de octubre de 1956. Zenobia ha ido a peor: “Ya te imaginarás con el interés que sigo tu enfermedad y lo que le pido a Dios por tu salud. Tus energías son el asombro de todos menos mías porque como te conozco de siempre sé que eres un ser SUPERIOR de los que no hay duplicado”. En la misma Josefina acuerda con Zenobia la publicación de una edición de Platero, ilustrada por Carlos Sáenz de Tejada, y que contaría con 150 ejemplares firmados por Juan Ramón y coloreados manualmente por el ilustrador.

Zenobia moriría el 25 de octubre de ese mismo año en San Juan de Puerto Rico. Trece días después de esa carta. Quizás ni siquiera llegara a leerla. Así que el 6 de diciembre de 1956 Josefina ya a quien escribe es a Juan Ramón. “Mi buen Juan Ramón. Una tarde emocionante pasé ayer al recibir la visita de su sobrino y saber de los últimos días de mi entrañable Zenobia, cuya amistad sincera me la ha demostrado hasta el final de su vida, queriendo dejar ultimado todo lo de la edición de Platero con el autógrafo de usted. Para mí esto es algo sagrado: es su última voluntad, su deseo, su cariño, su ilusión… Y yo quiero corresponder en igual forma, y que esta edición sea lo primero que se haga en homenaje suyo, por cuantos la conocimos; así que para ganar tiempo, deseo me digas si le parece bien que se imprima la primera página en esta forma: “HOMENAJE A LA MEMORIA DE ZENOBIA, ALMA GEMELA DEL POETA, CON EL CARIÑO DE CUANTOS LA CONOCIERON”. El volumen tardó bastante en publicarse por problemas de la fábrica de papel Guarro. Esta edición tan especial de Platero, firmada por el poeta y auspiciada por esta notable jerezana, no vería la luz hasta 1957 editada por Ediciones de Arte Fournier. El poeta moriría pocos meses después, en mayo de 1958.

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