Lita, entre Ceres y Proserpina
Diario De las artes
LA pintura contemporánea - el Arte en general, más bien - deja a la vista postulados demasiado parecidos; todo se parece a casi todo; los desenlaces formales son tan iguales como los desarrollos conceptuales y estéticos que los idearon. Encontrar lenguajes, en fondo y forma, diferentes y llenos de personalidad es asunto harto difícil y no está a la orden del día. Los modelos, sobre todo aquellos que hicieron un poco de fortuna y que tuvieron una cierta trascendencia mediática, son repetidos hasta la saciedad sin el más mínimo rigor, con todo el descaro y la mayor desconsideración del mundo. Lita Mora lleva tiempo demostrando que está en posesión de uno de los discursos más particulares y personales que existen en esta pintura tan llena de parecidos y de esquemas iguales. Lita Mora es, además una de nuestras artistas más significativas, con un registro pictórico de absoluta pureza; poseedora de una obra indiscutiblemente única y con unos planteamientos estéticos de gran solvencia y trascendencia. Todo esto no sólo se puede argumentar de un espacio geográfico pequeño - aunque dinámico al máximo - como es el de la provincia de Cádiz sino que puede extenderse a una nómina de pintores más extensa y, si se me apura, de todo el territorio español; también, como no podía ser menos, aquejado de ese mal que iguala todos los discursos artísticos.
Goza Lita Mora, asimismo, de algo que creo que es importante en esta profesión de muchas medianías y manifiestas coheterías: la artista gaditana, ahora afincada en Ciudad Real, realiza un silente trabajo, alejado de las extravagancias al uso en este universo artístico tan superficial como mentiroso. Lita Mora es artista de convencidos registros, de muy personal planteamiento estético donde una especialísima iconografía aparece exultante, bello reflejo de un conocimiento exacto tanto de la mitología clásica como de otras circunstancias - esa cosmografía tan suya de la que se ha valido en otras ocasiones para generar una pintura llena de máximos entusiasmos creativos - siempre con un sentido artístico poderoso donde clasicismo y modernidad confunden sus parcelas y posibilitan un ejercicio total, altamente esclarecedor, acertado y con el mejor posicionamiento plástico y formal.
La exposición, en la recóndita galería de la madrileña calle San Lucas - en pleno centro neurálgico de la capital, allí donde el Madrid antiguo se llena de justa modernidad -, nos conduce por una obra de diversos planteamientos formales, siempre con la personal estética de Lita, mediante los cuales, la artista recurre, de nuevo, a la mitología, esta vez con las figuras de Ceres y Proserpina como principales protagonistas que van metamorfoseándose en diversos estadios representativos partiendo del Libro V de Ovidio y su Metamorfosis, aquel en donde Ceres pide a Júpiter que interceda por ella después de haber sido raptada por Plutón y llevada a los abismos estigios, donde romperá el ayuno impuesto comiendo unos granos de granada - de ahí el título de la muestra "Siete granos de granada" -.
Pintura con muchos recursos coloristas - no en vano el texto legendario plantea el cambio de las estaciones con sus cambiantes posiciones que benefician el hecho intermitente de las bonancibles cosechas lo que da pie para una estructura formal llena de contrastes, con cromatismo exultante y negros determinantes-, de variada estructura formal, que comparte escenario con contenidas siluetas en negro y bellos cilindros sutilmente decorados con la habitual figuración de una Lita Mora, aquí, más Lita Mora que nunca y con ese acusado desarrollo formal que hace transmitir una pintura culta, generosa, atractiva y de convincente estructuración formal; una pintura que nos hace transitar por los más sugestivos estados de emoción, con el relato mitológico sutilmente planteado desde ese organigrama pictórico que se desprende de la pintura de una Lita Mora, siempre llevando al espectador por el supremo gozo de una pintura bella en continente y contenido.
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