Cultura

Negro como el humo

  • Sajalín potencia su colección criminal con un clásico del 'hard-boiled' británico, protagonizado por el asesino al que dio fama Michael Caine

Hay héroes, o antihéroes, asociados para siempre al actor que los representó en la pantalla. Es difícil pensar en un Atticus Finch que no tenga la cara de Gregory Peck, por ejemplo. O en un capitán Ahab que no guarde extraordinario parecido con los dos. Por eso, cuando se lee o se pronuncia el nombre de Jack Carter igual hay lectores que todavía no caen, pero si le colocan en la portada del libro una fotografía en blanco y negro de un joven y trajeado Michael Caine empuñando una escopeta, algo se iluminará en sus cerebros. Carter, el de Asesino implacable. Claro que sí. Esa película británica de los años 70, ese tipo en mitad de una calle de casas de ladrillos con chimeneas industriales echando humo negro por detrás. Ojo que Hollywood intentó años después quitarle a este personaje la cara de Caine y ponerle la de Stallone, pero aquello, como casi cualquier remake, no funcionó demasiado. Carter es Caine. Y así será para todo aquel que decida dejar de contemplar embobado la elegante portada que ha diseñado, una vez más, la editorial Sajalín, y pase a lo serio, a la lectura.

La novela se titula así, Carter, sin más, así que se agradece la fotografía de Caine con la escopeta para que no haya margen de duda. En realidad su título original es Jack's Return Home y es la primera entrega de una trilogía. Sajalín -esa editorial independiente que está formando la mejor colección de literatura criminal que cualquier aficionado al género pueda encontrar en las librerías- ha reeditado un clásico del llamado hard-boiled británico que hacía muchísimos años que no se publicaba en español. La historia es conocida, si recuerdan más o menos la película, que supuso el debut en la dirección de Mike Hodges en 1971, y que lleva años con la tópica y manida vitola de película de culto. Jack Carter es un tipo que se gana la vida como asesino a sueldo en Londres y regresa a su ciudad natal en el norte de Inglaterra para investigar la extraña muerte de su hermano. La mera presencia de Carter en la ciudad inquieta a los mafiosos locales, que lo quieren de vuelta en el primer tren a Londres cuanto antes.

El éxito del libro radica en la narración en primera persona, los diálogos y la acción

La novela arranca precisamente en un tren de ambiente asfixiante, en el que el protagonista y narrador llega a su localidad, mientras fuera, presagiando nada bueno, "la lluvia llovía". Por la novela, que no llega a las 300 páginas, ni falta que le hace, pasa un curioso catálogo de prostitutas, borrachos, perdedores, matones, gángsters enriquecidos con el control de las máquinas tragaperras de la ciudad y mafiosos de tres al cuarto que le tienen más miedo que respeto al sicario venido de Londres. Y está impecablemente retratada la opresiva atmósfera de la ciudad, en la que el mal tiempo y el humo de las fábricas parece envolverlo todo.

Carter quiere averiguar a toda costa qué le ocurrió a su hermano y va contando sus progresos en primera persona, a base de descripciones plagadas de frases cortas y diálogos duros que a veces se prolongan varias páginas, casi siempre de manera brillante. Y, cómo no, de acción. A medida que avanza la investigación, entre bares de mala muerte y lujosos casinos, se va incrementando la acción. El resultado es una pieza cargada de ritmo, que no debe durar más de dos o tres días en las manos de un lector voraz, más si está de vacaciones y se aburre en la playa.

Pero no todo es leña. Hay momentos para saborear las costumbres locales, las pintas en el pub, las noches en una habitación alquilada a una señora con ganas de guerra y el recuerdo del hermano muerto. La trama se va liando al más puro estilo de Raymond Chandler. Hay mucho de Marlowe en Carter. Los dos comparten un universo sin demasiada esperanza. Un mundo que el autor, Ted Lewis, conocía bien. El éxito de la adaptación cinematográfica situó el libro entre los más vendidos del Reino Unido, pero sus siguientes novelas pasaron desapercibidas. Lewis murió a los 42 años, víctima de una enfermedad causada por su adicción al alcohol. Antes había estudiado arte y destacado como dibujante y participado en la película El submarino amarillo, de los Beatles. En su novela, como en el final de su vida, no había ni rastro de color. Todo era negro como el humo de las chimeneas de las fábricas que respiran Jack Carter y los asesinos de su hermano.

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