DESDE hace muchos años vengo manteniendo que uno de los pintores más juiciosos que existen en el panorama artístico andaluz es Garikoitz Cuevas, un pintor de Sanlúcar que lleva tiempo ofreciéndonos una pintura personalísima, con una gramática muy bien estructurada que desentraña un lenguaje único donde no tienen cabida imposturas absurdas ni esquivos desarrollos de dudosa creatividad.

Todo lo contrario, Garikoitz es un pintor pintor, que rinde pleitesía a la gran pintura de siempre, esa que se realiza implicándose abiertamente en las estructuras de la materia plástica, que genera argumentos artísticos desde los amplios perfiles de las gamas cromáticas. Garikoitz es un pintor de esos que marcan distancias, que sacuden los máximos planteamientos de un viejo arte que, todavía, a pesar de que muchos han pretendido y adivinado un triste final, sigue manteniendo sus perfiles más emocionantes y sus desenlaces más convincentes.

Es el pintor de Sanlúcar de Barrameda, además, un poderoso hacedor de esencias pictóricas; un trabajador nato de la materia, de los pigmentos, de la forma, en definitiva, un relator de los infinitos postulados que encierra la materia conformante. Desde ella y con ella organiza un espacio escénico con especial incidencia a las texturas coloristas que surgen de un sucesivo proceso deconstructivo.

Su especialísimo sistema pictórico, alejado de adocenamientos y convencionalismos al uso, han llevado a Garikoitz Cuevas a ser artista de una de las galerías de arte con más historia y trascendencia de España, la Sala Parés de Barcelona, donde expone habitualmente desde hace unos años y donde, en estos últimos meses, presenta su particular forma artística. Precisamente de esta exposición titulada "Cielo mutante", el crítico Pablo Gutiérrez escribe: "... en los cuadros de Garikoitz ni hay cielo, ni hay marisma ni hay bosque; en sus cuadros hay una reflexión honda sobre la construcción y la deconstrucción del color y la sustancia, y ocurre entonces que Garikoitz Cuevas, en su estudio de luces blancas y trabajo inmenso, acaba de recrear el cielo sin que el cielo existiera". La pintura de Garikoitz, en definitiva, es una profunda teoría de buen hacer, trabajo artesanal y laborioso donde la técnica del décollage, esa sistemática descomposición de lo ya construido para extraer todo un nuevo horizontes de sensaciones formales, alcanza cotas texturales superiores y abre máximos horizontes de perspectivas imprevistas.

El término de la exposición en la prestigiosa sala barcelonesa ha coincidido con el Premio de la "I Bienal San Lucas de Arte", donde el artista sanluqueño ha obtenido uno de los premios y la presentación, en el bellísimo recinto de la catedral de Plasencia, de su obra en una amplia exposición con obras pictóricas salidas de los mejores artistas del país. Su obra "Exodo" compendia toda su gran pintura y sitúa ante un espectacular paisaje deconstruido con infinita fuerza evocadora. Una realidad plástica que el artista lleva a sus máximas cotas de espiritualidad y que marca un punto de inflexión para una obra que va alcanzando límites insospechados de trascendencia artística.

A Garikoitz Cuevas lo venimos siguiendo desde hace mucho tiempo. Desde un principio nos mostró una pintura distinta, abierta a nuevos postulados; una pintura que manipulaba la materia hasta imprimirle una conformación estética poderosa en la que la ausencia y la presencia promueven espacios llenos de infinita plasticidad. Estamos ante un autor dominador, pintor seguro que hace grande a la pintura y la convierte en una absoluta fiesta para los sentidos.

Garikoitz es protagonista en distintos foros. Dentro de muy poco tiempo lo veremos en una expectante exposición en la Sala Pescadería de Jerez. Con su pintura el espacio municipal volverá a llenarse de trascendencia. La obra de este artista es una auténtica referencia para saber a qué atenerse en los buenos desarrollos de la gran pintura.