Cultura

57 años de defensa flamenca

  • Repasamos algunos de los logros de la Cátedra de Flamencología en la semana en la que ha celebrado un nuevo cumpleaños y en un momento de transición.

El pasado miércoles 24 se cumplieron 57 años de la fundación de la Cátedra de Flamencología de Jerez, una institución de actualidad tras la iniciativa de varios de sus miembros de revitalizarla con vistas al futuro. La primera reunión tuvo lugar el pasado jueves 17 y sirvió para poner la maquinaria en funcionamiento, pues en palabras de todos los que hoy por hoy la conforman hablamos de una entidad "que no debería perderse".

En medio de este proceso regenerativo queremos hacer una vista atrás para recordar lo que esta institución ha dado a la ciudad y sobre todo al mundo del flamenco desde su constitución en 1958. Leyendo sus estatutos originales, encontramos en su artículo 3 que nace "para la promoción y salvaguarda de los valores tradicionales de la música ancestral del pueblo andaluz, en todas sus manifestaciones, especialmente los cantes, bailes y toques de guitarra del llamado Arte Flamenco, así como la conservación y defensa de cuantos elementos integran el folcklore andaluz".

Aunque de manera oficial fue constituida el 24 de septiembre de 1958, sus orígenes se remontan unos años antes. Entre 1947 y 1953 varios jóvenes aficionados a la escritura, a la lectura y al arte en general crearon la Peña Artística y de Folcklore, que posteriormente se transformó en el grupo Atalaya, un colectivo en el que se encontraban nombres como los de Manolo Ríos Ruiz, Juan de la Plata, Ángel García López, Antonio Hernández, Manuel Pérez-Celdrán, Maro, Enrique Rubio, Ángel Balao, José María Velázquez-Gaztelu o los pintores Gutiérrez Montiel y Garrido Márquez. Todos se reunían semanalmente en la calle Cantos, sede de la Schola Cantorum Carmelitana, el bar La Reja o en la antigua Moderna de la calle Lancería.

Aquel grupo de adolescentes, que disfrutaban leyendo a González Ruano, Gómez de la Serna o el mismísimo Azoríz, decidió ya en la década de los 50, reactivar el Centro Cultural Jerezano, que pese "a ser fundado en 1948 por Manolo Cobos había perdido viveza".

Dentro de aquellos años previos a la Cátedra, sí que hubo un momento clave. Sucedió justo en 1957, cuando una conversación entre Juan de la Plata y Manuel Pérez-Celdrán, amigos de la infancia, con Soto Molina terminó en una situación histórica. "Juan y yo hicimos cierta amistad con Soto Molina, que trabajaba en la bodega de Guardiola en la calle Lechugas. Le comentamos que estábamos escribiendo un manifiesto sobre el flamenco, y él, sin decirnos nada, se lo dijo a Julián Pemartín, que también estaba interesado en el flamenco. Nos llamó aprovechando sus vacaciones en Jerez y fuimos al Palacio Pemartín. En su despacho, que estaba donde hoy está la sala de reuniones del CADF, nos citó y vio el manifiesto.

Aquel encuentro desembocó en una llamada del alcalde Tomás García Figueras, que volvió a citar a ambos en el Ayuntamiento. "Allí nos encontramos a José Soto Molina y Julián Pemartín. Vieron el manifiesto y empezaron a preguntarnos todo a Juan y a mí. Al terminar, Don Tomás García Figueras nos dijo que la imprenta del Ayuntamiento editaría el manifiesto y además, nos dieron 50.000 pesetas (se compró el mobiliario y un aparato magnetofónico) y un local. El local estaba frente a la Policía, en la Plaza Silos", relata el actual vicepresidente de la Cátedra.

Fue la primera sede de la institución, que a lo largo de estos 57 años ha tenido otros emplazamientos que van desde el Alcázar a un piso que tenía Juan en Los Naranjos, pasando por el local que "nos cedió Manuel Domecq Zurita en la calle Quintos. Aún está la placa".

"Lo arreglamos, compramos sillas e hicimos hasta un escenario. Sin embargo, de allí también nos tuvimos que ir y nos metimos en la Biblioteca Municipal, en la planta en la que está el legado de Soto Molina, y de ahí, al Centro Andaluz".

La labor de la Cátedra de Flamencología durante estos 57 años ha sido amplia consiguiendo el respeto del mundo del flamenco a nivel nacional e internacional. Gran parte de ese reconocimiento, al margen del trabajo incansable de sus miembros, fue el apoyo de muchos de los intelectuales de la época, que con sus trabajos e investigaciones engrandecieron su leyenda.

Sin canalizadores informativos como puede ser hoy internet, la mejor forma de divulgar su trabajo llegó mediante otra de sus grandes creaciones, sus Cursos de verano, a los que anualmente acudían personas desde distintas partes del mundo. "Eran como los que hacen ahora en el Festival. Por la mañana había clases de baile y toque. Las de baile las hacían Teresa Martínez de la Peña y Angelita Gómez, y los de guitarra Manuel Parrilla y Pepe Moreno. Torrito también hacía bulería y era muy especial. Recuerdo que había un inglés que se volvía loco porque Torrito le decía: 'Eso no es así, es así'. Pero claro, el inglés decía que lo que había hecho al principio era diferente a lo que había hecho después (risas). Como le salía de dentro bailaba como le daba la gana y claro, el inglés se volvía loco".

De cualquier forma, si ha habido una propuesta creada por la Cátedra con más repercusión ha sido la puesta en marcha de los Premios Nacionales de Flamenco con los que se trataba de reconocer a lo más destacado de este arte. Los primeros se concedieron en 1964, aunque sólo de forma minoritaria, pues se entregaron dos, uno al mejor trabajo de investigación, el libro 'Mundo y formas del cante flamenco' escrito por Ricardo Molina y Antonio Mairena, y otro al guitarrista granadino Manuel Cano por su trabajo 'Evocación de la guitarra de Ramón Montoya' (Hispavox).

Sí se dieron menciones honoríficas, como las concedidas al lubro 'Bulerías' del escritor argentino Anselmo González Climent (creador del término flamencología que adoptó la Cátedra), y al disco 'Café de Chinitas', grabado bajo la dirección de José Luque.

Cante, toque, baile se convirtieron en los pilares de estos galardones, entregados al principio de forma anual, y últimamente, cada cierto tiempo. No obstante, se reconoció también a la investigación, la poesía flamenca, la divulgación, la maestría o la enseñanza, artes plásticas, entre otros.

Dentro de este apartado se crearon en 1967 los premios locales Copa Jerez, instituidos en memoria del cantaor Juan Jambre, al que se le concedió en 1933 este galardón en un homenaje celebrado en el Teatro Eslava. Estos tuvieron una modificación en 1982/83, cuando se decidió incluir cante, toque y baile en ellos.

Otra de sus iniciativas fueron la Orden Jonda, vigente desde 1968, "para distinguir a personas cuya obra intelectual, literaria o artística resalten los valores espirituales y humanos de Andalucía"; y la Fiesta de la Bulería, puesta en marcha en julio de 1967. Además, la Cátedra, "a través de Juan porque fue una idea suya", apunta Pérez-Celdrán, instauró la que se denominó Aula de Folcklore y Villancicos, precursora de la saga 'Así canta nuestra tierra por Navidad'. Otras propuestas fueron las de sus 'Fiestas de la copla', 'La Noche de la saeta', 'El concurso de fotografía flamenca' o la consolidación del 'Título de saetero mayor'.

Lamentablemente, no todas fueron propuestas factibles, pues como cuenta su vicepresidente, ideas como la del diccionario enciclopédico no pudieron llevarse a cabo por falta de presupuesto. No obstante, recuerda que "en el que nos enviaron tiene escrita una dedicatoria en la que dice 'Al César lo que es del César', dejando claro que la idea era nuestra".

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