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Buen cine de terror inteligente

Keeper | Crítica

Una escena de 'Keeper', de Osgood Perkins.
Una escena de 'Keeper', de Osgood Perkins. / D. S.

La ficha

**** 'Keeper'. Terror, EE UU, 2025, 99 min. Dirección: Osgood Perkins. Guion: Nick Lepard. Fotografía: Jeremy Cox. Intérpretes: Tatiana Maslany, Rossif Sutherland, Kett Turton, Erin Boyes, Claire Friesen.

El buen cine de terror prefiere la sugestión al sobresalto, la atmósfera al efecto, lo que se intuye a lo que se ve. La literatura, que estimula la imaginación, lo tiene más fácil. El cine, que se basa en lo visible, exige un mayor cuidado, una más inteligente finura. No importa lo manoseada que esté una situación. Lo importante es como los elementos trillados se articulan para ir sumergiendo a los personajes en una pesadilla que para su desgracia viven despiertos. Y, con ellos, ir llevando, con sutileza, al público a una inmersión en esa pesadilla que durante la proyección otorgue verosimilitud a lo inverosímil.

Osgood Perkins, el hijo de Norman Bates, perdón, de Anthony Perkins, lo ha logrado a lo largo de su carrera como director. También guionista y actor, es tentador, aunque nada riguroso, pensar que algo tenga que ver la película que hizo inmortal a su padre y fundó, allá por 1960, el terror moderno. Al fin y al cabo la primera vez que Osgood Perkins se puso ante una cámara fue para interpretar, con 12 años, a Norman Bates niño en Psicosis II (Richard Franklin, 1983). Como director debutó en 2015 con La enviada del mal y se consagró como una promesa un año después con la pequeña joya gótica Soy la bonita criatura que vive en esta casa. Tras ellas su obra fue creciendo con Gretel y Hansel: un oscuro cuento de hadas (2020), Longlegs (2024), The Monkey (una de las mejores adaptaciones de Stephen King, 2025) y ahora con esta película que se suma a su carrera ascendente.

El argumento, desarrollado en guión por Nick Lepard, no es precisamente original. Una pareja. Un intermedio romántico en una lujosa cabaña. Un imprevisto. Soledad. Poco tranquilizadores personajes secundarios. Y un horror que habita, impregna y domina la casa aislada. Da la sensación de que Perkins ha querido reducir el esqueleto narrativo, la trama, a casi nada -por lo muy visto de la situación- para demostrar que el estilo lo es todo, que lo importante no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta, y que lo decisivo es la creación de una atmósfera progresivamente opresiva, claustrofóbica, delirante, que gira hacia lo macabro con un cierto regusto gótico de relato de casa embrujada o poseída. El estilo y la visualización, efectiva, pero no efectista, del horror logran que sin necesidad de situarla en el siglo XIX y los primeros años del XX -el escenario es lo contrario de mansiones y abadías, pero no menos opresivo- tenga un aire de relato de Ambrose Bierce, E. H. Benson, Algernon Blackwood, H. P. Lovecraft, Charlotte Perkins, Charlotte Riddell o M. R. James. Ya sé que es citar grandes nombres ligados a casas de pesadilla. Pero esta película, pese a ciertas concesiones a modas del momento, merece estas referencias. Fundamentales, por supuesto, son las intensas, pero también muy matizadas, interpretaciones de Tatiana Maslany y Rossif Sutherland. Una buena película de terror inteligente.

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