La comedia de la vida
Comedia, EEUU, 2012, 134 min. Dirección y guion: Judd Apatow. Fotografía: Pheidon Papamichael. Música: Jon Brion. Intérpretes: Paul Rudd, Leslie Mann, Jason Segel, Melissa McCarthy, Megan Fox, Albert Brooks, John Lithgow, Iris Apatow, Maude Apatow.
El cine de Judd Apatow (Virgen a los 40, Lío Embarazoso, Hazme reír) se aleja cada vez más de las estructuras de la comedia para acercarse a la comedia de la vida, una vida de ficción en la que él y los suyos tienen cada vez más protagonismo. La pareja central de su cuarto largometraje sale del fondo (nunca relleno, siempre tan rico como el primer plano) de aquella Lío embarazoso que afrontaba la maternidad y la paternidad como primer gran hándicap o reto adulto en la vida de dos jóvenes de improbable ajuste.
Aquella pareja de apoyo, ahora protagonista, bien pudiera ser un trasunto del propio Apatow y su familia, no en vano, su esposa, Leslie Mann, y sus dos hijas, Iris y Maude, parecen estar interpretando una versión sobreactuada de ellas mismas en esta torrencial cinta sobre la crisis de la pareja (sobre la vida) en la frontera de los 40, una pareja liberal y acomodada, ése es el mundo que Apatow parece conocer (muy) bien, una crisis natural y reconocible que llega tras los años de desgaste, con el crecimiento y el cambio de los hijos, la crisis económica en el horizonte y otros problemas con la familia (siempre excéntrica, aquí encarnada en los padres que interpretan unos magníficos Albert Brooks y John Litgow).
Como un Casavettes de buen humor a pesar de todo, Apatow parece más dispuesto que nunca a reelaborar la autobiografía familiar con un espíritu celebratorio, cálido y abierto a los límites de la improvisación, pero sin esconder el bulto de la autocrítica, el retrato de las propias miserias cotidianas, las dudas, las traiciones, las mentiras, las constantes meteduras de pata y demás cabezonerías del hombre blanco americano.
Pero también de la mujer. Porque a Apatow se le ha acusado en ocasiones de ser demasiado condescendiente con sus personajes masculinos, eternos inmaduros con la broma a punto, frente al retrato poco complejo o estereotipado de sus personajes femeninos. Todo parece ser más lúcido y estar mucho más equilibrado en Si fuera fácil, que pone el acento en cómo la neurosis de la mujer-madre-esposa-hija-amante puede ser también muy bien desarrollada como arma de compensación del eterno peter pan, dibujado aquí en sus inseguridades, en sus escapatorias infantiloides y autoengaños, en sus debilidades y carencias para gestionar una etapa crucial de la vida.
Pero sobre todo ello, Apatow ha conseguido cohesionar el tono y el tratamiento general, depurando el gag verbal en el flujo de unos diálogos y una situaciones que borran casi la argucia del guionista y los tempos preparados, para diluirse en la materia misma del relato, un relato generoso, menos digresivo aquí que en ocasiones anteriores (aunque con grandes momentos para la galería e impagables personajes episódicos: el ginecólogo, el médico hindú, las empleadas de la tienda de ella, la madre del compañero que acosa por Facebook a la hija mayor… todos ellos carne de extra de DVD), pero igualmente entregado a la acumulación de ideas y momentos de despliegue actoral, desde el arranque en la ducha con Viagra a esa gran fiesta final en la que Apatow, cual director de orquesta de mano y pulso casi invisibles, reúne a todas sus criaturas para provocar una montaña rusa de emociones encontradas y una catarsis liberadora que reconduce la fábula, cómica y amarga como la vida misma, por el camino de la luz, la ternura, el cariño incondicional hacia sus criaturas y un cierto optimismo terapéutico. No es poca cosa. Suficiente para que se trate no sólo de su mejor película hasta la fecha sino de una de las mejores cintas norteamericanas de la temporada.
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