Diario de las artes

Los buenos gestos formales

  • RODRIGO BÁEZ. Espacio Abierto. JEREZ.

Una de las obras de Rodrigo Báez expuesta en Espacio Abierto.

Una de las obras de Rodrigo Báez expuesta en Espacio Abierto.

El mundo del arte tiene muchos episodios que se salen de la lógica para llegar a estamentos que casi rozan lo surrealista, cuando no lo grotesco. Me explico. Existen abanderados de la puridad que se automanifiestan salvadores de un arte serio –la seriedad y el rigor de ellos, claro está– y que, en su obtuso orgullo, consideran que lo propio es lo mejor y lo de los demás, poco menos que pobres acciones indignas. Esos son los que poseen un oficio, más o menos correcto, y repiten hasta la saciedad lo que se ha venido realizando desde siempre. Se sienten grandes y se atreven a pontificar de todo, con todo y de todos.

Los hay humildes y respetuosos hacedores que viven, pintan y dejan vivir sin importarle mucho lo que los demás hagan o dejen de hacer. Los hay, también, que están en otro mundo y actúan sin que les afecta nada de lo que ocurre a su alrededor porque su realidad discurre por otros derroteros. Existen rebuscados, que creen que en lo complejo está la novedad y se sienten descubridores. Así, podríamos seguir con una relación interminable de especímenes que hacen de la plástica contemporánea un gran cajón de sastre donde todos buscan un acomodo, a veces de muy difícil justificación. Personalmente me molestan, sobre todo, los que se consideran únicos e indiscutibles y crucifican a los demás por muchísimo menos de lo que ellos hacen infinitamente peor. Ya saben, aquello de la paja en el ojo ajeno y la viga… De estos, en el arte y, sobre todo, en la pintura, hay infinidad

Empiezo esto así porque desde hace unos días, con motivo de la exposición de Rodrigo Báez en el Espacio Abierto que dirige Lucía Franco, he asistido a comentarios de algún que otro iluminado, salvador de lo que ellos creen su verdadero arte, que cuestionaban el trabajo que allí se presentaba –alguno sin saber por dónde se llega a la calle Alvar López donde está la sala de exposiciones-, y poniendo pegas a una pintura que resulta infinitamente superior a la de esos pontificadores de la nada.

Pinturas de la exposición del artista jerezano. Pinturas de la exposición del artista jerezano.

Pinturas de la exposición del artista jerezano.

Debo decir que, salvo algunas obras, las más figurativas y con muy escuetos paisajes urbanos, lo que, allí se ofrece no dista, ni mucho, de ser una exposición correctísima, con planteamientos de una pintura bastante bien conformada. Dicho de otro modo, una exposición tremendamente digna y tangente a lo que habitualmente encontramos en la mayoría de salas y galerías.

La exposición nos descubre un pintor con oficio, con bastante conocimiento del medio y que se ha decantado por una pintura –aparte de las cuatro piezas comentadas– fuerte, con un dominio contundente de la espátula –hay que saber utilizarla, si no aparecen muchas carencias– que lleva por derroteros expresionistas muy bien configurados para afrontar paisajes llenos de entidad y solvencia.

Lo que encontramos en la Espacio Abierto es la pintura de un dominador nato de la forma plástica; alguien que utiliza el color con soltura y determinación y que plantea la realidad de ese paisaje con un sutil relato representativo supeditado a los propios gestos cromáticos, que hacen adivinar antes que ilustrar; es decir, con un sabio juego de mínimas referencias para alcanzar máximos de absoluta expresión. Se trata de una pintura bien distribuida donde, muchas veces, existe la intención de diluir la línea que separa la figuración y la abstracción, acentuando con ello ese relato referencial, de fuerte poder evocador y claro sentido expresivo.

Otra de las obras de la muestra. Otra de las obras de la muestra.

Otra de las obras de la muestra.

Cuadro de Rodrigo Báez. Cuadro de Rodrigo Báez.

Cuadro de Rodrigo Báez.

En la muestra de la calle Alvar López se nota la mano de un pintor de solvencia, con los planteamientos formales bien acondicionados, que maneja con fortuna los postulados del color, lo que le lleva a plantear esa pintura de posición gestual, contundente, sabiamente esparcida con golpes de espátula y que recrea obras que, a veces se hacen íntimos paisajes de fuerte colorido y a veces expansivas abstracciones de poderosa carga expresionista.

Rodrigo Báez se nos ofrece como un pintor con muy buena cocina, con un fondo técnico bien sustentado, capaz de afrontar de forma correcta y suficiente algunos de los muchos episodios que la pintura moderna establece. Creo que es artista que sabe lo que quiere, lo que hace y cómo y cuándo hacerlo. Quizás mucho más que otros de fácil dialéctica pero escasos recursos; aunque ellos se crean otra cosa.

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