La feria: la de ganados de Caulina (II)
La ciudad de la historia por Francisco Antonio García Romero y Eugenio J. Vega Geán
La ciudad de la historia
LA feria de Caulina fue creada por el alcalde corregidor Manuel Vivancos Menchaca en 1868. La primera de estas ferias duró sólo tres días, 29 y 30 de abril y 1 de mayo. La feria se estableció a 4 km de la ciudad, colindante con la Cañada Ancha, en el espacio entre las carreteras de Sevilla y de Arcos. Parece ser que la zona del Real quedó ubicada finalmente en zonas cercanas a la actual barriada de la Granja, en el lugar también llamado Abiertas de Caulina. Para que la población pudiese desplazarse, se necesitaba de una infraestructura parecida a una romería. Se habilitaba un gran número de carruajes de alquiler, así como un servicio especial de trenes que acercaban a los jerezanos hasta la altura del nuevo recinto ferial, aunque después todavía quedase un buen trecho que se hacía andando, a mulas, caballos o carruajes. De hecho ocurrieron varios graves accidentes por la irresponsabilidad de la chavalería que saltaba de los trenes aún en marcha.
Durante algunos años, como en 1871, según nos apunta el historiador Diego Caro Cancela, la feria comenzaba la víspera con una velada (se iluminaban las calles con velas, de ahí el nombre) que se realizaba en las calles Larga y Lancería, con iluminaciones a base de farolillos venecianos, arañas de luces y bengalas de varios colores.
La feria de Caulina en los 33 años que duró se consolidó como un espacio recreativo y comercial de enorme aceptación por los jerezanos. En el se establecían las casetas, de madera cubiertas de lona o simplemente tiendas de lona, que se decoraban en su interior con farolillos de papel y cartón, guirnaldas, banderines, flores, etc. Las cubiertas de lona aportaban frescura a los recintos. En el adorno de las mismas rivalizaban entre sí los artistas adornistas o decoradores. Entre ellos destacaban el gaditano Juan Colí Fernández, quien decoró con acierto la caseta del Casino Nacional en 1870, así como Antonio Aliaño y el sevillano Manuel Gutiérrez Cano, quien también destacó en decoraciones de casetas en la feria sevillana. Algunas casetas tenían urinarios privados, cuyos pozos negros eran vaciados en carretas por la noche a centros lejanos. También se establecían urinarios públicos con el mismo método. Ya en 1873 existían más de 30 casetas decoradas, muchas de ellas pertenecientes a diversos clubes sociales de carácter burgués establecidos a finales del siglo XIX.
También se construían cuadras, amarraderos para caballos y zonas para el ganado que se comercializaba. En 1879 la feria albergó 35.238 cabezas de ganado, entre ellas 1.828 de tipo caballar, 1.116 mular, 846 asnal, 2.909 vacuno, 19.168 ovino, 2.341 caprino y 6.930 de cerda. Estas estadísticas son impensables en cualquier feria de ganado actual. En 1871, los precios de venta de ganado fueron muy cotizados y por una yegua de "media vida" llegó a pagarse hasta 1.700 reales, 800 reales por los burros de tres años y hasta 900 reales por una vaca. El sitio de Caulina poseía abundante agua procedente de arroyos cercanos, vital para el ganado. Además, el sitio abierto de Caulina, lleno de pastos a lo largo de la cañada Ancha, era ideal para el establecimiento del ganado.
No sólo se vendían productos de ganadería, sino también aperos agrícolas como hoces, rejas de arados, herraduras, espuertas, canastos de mimbre, etc. También se aprovechaban las ferias para realizar demostraciones y presentar las primeras máquinas agrícolas a vapor que estaban introduciéndose a pesar del escepticismo de muchos ante la eficacia de la tecnología aplicada a las labores del campo.
Se organizaban distracciones por parte del gobierno municipal como cucañas y rifas. Se realizaban teatrillos populares y existían tablados de música para orquestas donde se bailaba. Creemos que aún no estaba presente el flamenco en estas fiestas, denostado por la entonces burguesa y conservadora sociedad jerezana de la época de la Restauración. El flamenco pervivía en las ventas, a donde acudían las clases altas jerezanas para realizar sus juergas privadas, reflejo de la doble moral de la época. No obstante, seguramente algún cantecillo flamenco se escucharía por las casetas de Caulina, a escondidas de la autoridad municipal.
En las ferias se vendían productos de repostería como pestiños, dulces de meloja y sobre todo el turrón de Alicante, conocido como turrón de feria, tradición ésta que sigue existiendo en nuestras actuales ferias.
En Caulina se desarrollaban carreras de mulas y caballos, y hubo que construirse un hipódromo en la zona cercana a la antigua azucarera de Guadalcacín. La sociedad Jockey Club se encargaba de organizar las carreras, con apuestas. También se realizaban competiciones de tiro pichón y cacerías de liebres con galgos. Las corridas de toros de las ferias de Caulina se desarrollaron en el nuevo coso edificado en 1872 por el arquitecto valenciano José Esteve y López. Tras el incendio del mismo en 1891, fue reedificado el recinto por Francisco Hernández Rubio en 1894, conservándose los muros exteriores que habían quedado intactos. Era el momento de apogeo de 'Bombita', 'Guerrita' y 'Conejito', que llenaban la plaza en sus 11.500 localidades. Eran corridas en donde todavía los picadores picaban sin petos en sus caballos, muriendo muchos caballos en las corridas. En dicho coso también se realizaban espectáculos circenses: luchas entre animales (como elefantes contra toros) o la actuación de los reconocidos acróbatas del circo del Príncipe Felipe de Madrid y el circo de Mr. Prince, famoso domador de fieras de la época.
Centro de Estudios Históricos Jerezanos www.cehj.org
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