Generosos gestos de una grande
Diario de las Artes
Ana Barriga | Galería Birimbao (Sevilla)
El mundo de la plástica no es, en mucha ocasiones, excesivamente leal y generoso. Existe en la profesión artística muchos ejemplos que atestiguan tal afirmación. Es muy habitual, desgraciadamente, que ciertos artistas cuando llegan a un estamento superior se olvidan de sus inicios y de aquellos que, cuando tenían poco, en sus comienzos, estuvieron a su lado y abrazaron con entusiasmo la iniciática realidad que sus jóvenes intenciones mostraban. Este que esto les escribe lo ha podido comprobar en numerosísimas ocasiones a lo largo de los más de cuarenta años que lleva en el estamento artístico. He visto pasar los primeros momentos de la mayoría de los artistas andaluces que, ahora, frisan los cincuenta años; de muchos he escrito sus primeras críticas y de también muchos he sido el autor de los textos para sus primeros catálogos. Pues bien, un número considerable de estos autores que avanzaron con mis escritos, con el paso del tiempo, han decidido quitar de sus bibliografías la cita con mi nombre.
Se ve, al parecer, que han conquistado parcelas para ellos de importancia y los primeros momentos no les parece de absoluta significación para hacerlos constatar. Uno, que no es de piedra, debe confesar que tal situación no le hace la más mínima gracia. Pero bueno, cada cual deberá saber lo que hace y responder a su conciencia. De algunos, me cuesta creer que tengan un poco de ella. Permítanme este atrevimiento, llevado, quizás, por los muchos años en la profesión y que sirve para poner en su sitio el gran corazón de Ana Barriga para aquellos que, desde un primer momento, confiaron en ella, les abrieron las puertas de su galería y contribuyeron a que su horizonte se expandiera y llegara a la importancia que, hoy, tiene. La artista jerezana, aquella chica que salió de la pedanía de Cuartillos, es grande en todo. Cuando era una joven con la ilusión de los jóvenes y con un bagaje artístico diferente, a contracorriente y lleno de las más inquietantes expectativas, vio cómo la Galería sevillana Birimbao abría sus puertas a su trabajo distinto y lleno de magníficas connotaciones.
Diez años después, Ana Barriga, ya en lo más alto del escalafón, siendo una de las artistas más importantes del panorama plástico español, exponiendo en significativas galerías de todo el mundo, habiendo conquistado los difíciles mercados estadounidenses y, últimamente, el todavía más complejo asiático, viéndola exponer en la todopoderosa Richard Heller Gallery de Los Ángeles o siendo artista importante en la última edición de la Feria KIAF de Seúl, acude a Sevilla a exponer en el espacio que primeramente acogió su obra y desde donde su arte se expandió por todo el mundo. Importante gesto de generosidad de una artista que, además, es una gran persona.
Ella como, no podía ser menos, con esta comparecencia rinde homenaje a la galería con esa pintura que la hace única; una especie de guiño a su propia vida pues, según sus palabras, si estos años han sido una especie de infantil catequesis preparatoria, esta muestra es la propia Comunión. En la presente exposición de la calle Alcázares, todo está supeditado a la Ana Barriga que fue niña, que creció asumiendo muchas cosas de las que le rodeaban para encontrarse, ya, en un estado superior que, aunque con la mayor ingenuidad -eso nunca ha faltado en su obra- va posicionándose en un nuevo estamento en el que la realidad encuentra un particular acomodo. Es la realidad de Ana Barriga; artista distinta, personal, llena de magia, de recursos transgresores, de gritos que claman y de silencios que conquistan. Es Ana Barriga en estado puro; la que convence, la que polemiza, la que levanta pasiones y suscita envidias de los pusilánimes, mediocres y maledicentes. Es Ana Barriga siempre; la pintora buena, la pintora diferente, la que emplea gestos propios, sacados, quizás, de un pop que no copia sino que ella hace suyo, dándole una nueva dimensión; en definitiva, la artista genial que está al cabo de todo porque puede y sabe hacerlo.
La exposición marca los postulados de una artista que mantiene expectantes todos los asuntos inherentes a una pintura a la que ella pone unos especialísimos sistemas iconográficos; iconos particulares de una realidad personal donde se yuxtaponen íntimas estructuras de su vida, presencias mediatas que se justifican porque son elementos que presuponen una existencia enamorada, sentida, vivida y amada. Esquejes de una naturaleza que ella asume como propios porque presuponen una realidad íntima, personal e intransferible.
La pintura de Ana Barriga va más allá de cualquier planteamiento representativo. Sus personajes están extraídos de un imaginario poderoso donde tienen lugar propuestas personales que suscriben ese universo donde todo es posible porque descubre el mundo íntimo de una autora que no juega a ser como los demás, sino que hace trascender una realidad distinta llena de encuadres y testimonios de un mundo propio, donde todo es posible o imposible. Ana Barriga juega, aquí y ahora, a ser más Ana Barriga, a plantear un mundo distópico que puede ser o no ser, que abre las máximas expectativas y que desarrolla un escenario para que el teatro de la vida haga presente sus esquemas más pararreales.
La exposición, que ha sido todo un éxito, presenta a una artista genial y única que, además, generosamente, valora las buenas predisposiciones de quiénes, al principio, confiaron en ella. Ana Barriga justa y necesaria.
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