La importancia del vacío
La otra mirada
Joaquín Rodero expone en el campus de la Asunción de Jerez
SUENAN las notas de un laúd árabe y la atmósfera se envuelve de melancolía. Las manos de quien lo hace sonar son las mismas manos del autor de las fotografías que llenan las paredes de la sala de exposiciones en el campus universitario de Jerez. Y quizás el término llenan no puede estar más incorrectamente empleado. Porque para Joaquín Rodero, artista polifacético muy influenciado por las culturas de Oriente, en especial la japonesa, la importancia del vacío es probablemente superior a lo lleno. La ausencia puede que transmita con más fuerza que la presencia, que lo cotidiano o lo mínimo llegue a convertirse en algo grandioso.
‘Shakkei’ (paisaje prestado), como se llama este trabajo fotográfico, toma su nombre de una técnica de la antigua jardinería japonesa en la que el entorno natural se agrega a la composición propia del jardín. Lo que traducido a arquitectura se convierte en aquellas aberturas en los muros por las que el paisaje natural accede al espacio interior, como una especie de “imagen prestada” (o ‘Shakkei’).
Después de estas explicaciones que el autor va ofreciendo de su obra, o más bien de la filosofía de su obra, vuelve a sonar el laúd en una tarde mágica de lluvia. Y podemos comprobarlo, cada fotografía no cuelga de la pared, es una abertura en el muro que nos lleva a sentir. A sentir el color, a sentir la nostalgia de lo perecedero, el paso de las estaciones, el vacío y la plenitud, el ritmo sosegado, la espontaneidad. A sentir que el tiempo se detiene y que el vacío lo inunda. Pura abstracción que el autor construye con elementos cotidianos que encuentra en su entorno más cercano, a los que aplica una técnica fotográfica basada en el encuadre y el uso de un plano de enfoque mínimo. Fragmentos de hojas sobre asfalto, una trituradora de césped o el aviso de haber sido retirado el coche por la grúa, Joaquín Rodero los convierte en puro deleite sensorial, en abstracción minimalista que logra detener el tiempo de percepción para llenar el vacío de eso, de vacío que permite encontrarnos a nosotros mismos.
Toda una filosofía artística, de expresión y percepción, e incluso de actitud frente a la vida, que el autor exporta de las culturas orientales, del Budismo, Zen, Zazen, Tao y la meditación. Una postura frente a la fotografía que alejan al autor de una fotografía supuestamente realista o documental, para dedicar las 36 instantáneas que realiza en su única salida mensual con la cámara, a buscar encuadres, texturas, formas y colores que supongan una experiencia sensorial para el fotógrafo antes de realizar el acto ínfimo pero sublime de pulsar el disparador. Todo un ejercicio de investigación, percepción pero, sobre todo, de filosofía frente a la fotografía, el arte y la vida.
Desde esta página quiero dar las gracias a Joaquín Rodero por su exclusivo regalo, el día de la inauguración, de una tarde de lluvia en la que consiguió que el tiempo se detuviera y el aire se envolviera de la melancolía de su laúd. La exposición permanecerá hasta el próximo 8 de marzo, pero no se les ocurra ir a verla con prisa.
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