La materia de la arquitectura: el hormigón (I)

Arquitectura · La belleza intangible

Ramón González De La Peña

Jerez, 25 de mayo 2016 - 08:40

Cemento hermano oscuro, / tu pasta los reúne, / tu arena derramada / aprieta, enrolla, sube / venciendo piso a piso. / El hombre pequeñito / taladra, sube y baja. / ¿Dónde está el individuo? / Es un martillo, un golpe / de acero en el acero / un punto del sistema / y su razón se suma / al ámbito que crece. / Debió dejar caídos / sus pequeños orgullos / y elevar con hombres una cúpula, / erigir entre todos el orden / y compartir la sencillez metálica / de las inexorables estructuras. / Pero todo sale del hombre. / A su llamado / acuden piezas y se elevan muros, / entra la luz a las salas, / el espacio se corta y se reparte. (Oda al edificio, Pablo Neruda. 1954).

Hacia la mitad del siglo XX la arquitectura moderna gozaba de gran esplendor una vez superado el trauma creado como consecuencia de la segunda guerra mundial. Asimismo, jugó un papel determinante en las tareas de reconstrucción de las ciudades y de recuperación del bienestar de sus habitantes. El gran hallazgo en el mundo de la construcción había sido el descubrimiento del hormigón armado que abriría nuevos caminos para las estructuras de las edificaciones que hasta el momento parecían inalcanzables. Desde principios de siglo arquitectos como Auguste Perret o Tony Garnier, iniciaron en París construcciones en las que la estructura estaba realizada con hormigón armado. Más adelante los ingenieros Freyssnet o Pier Luigi Nervi elevaron el nuevo material a unos niveles de calidad inesperados. El arquitecto español Félix Candela con sus estructuras laminadas desarrolladas en México y Estados Unidos o el francés Le Corbusier convirtieron el hormigón armado en un elemento esencial de muchos de sus edificios.

Los arquitectos británicos Alison y Peter Smithson, tras visitar algunas obras de Le Corbusier en Francia, volvieron a Londres emocionados con aquella arquitectura tan real y tan sincera, en la que los edificios mostraban el acabado directo del hormigón, beton brut en francés, hormigón crudo, desnudo. Esa manera de construir fue bautizada por el historiador inglés Reiner Banham como “Brutalism Architecture” en su libro The new brutalism, ethic or aesthetic? Corría el año 1966 y pronto, tanto en el Reino Unido como en el resto de la vieja Europa, el término pasó de Brutalism a Brutalist, es decir, la arquitectura sincera y directa (brutalism en inglés rudo, directo) pasó a ser denominada como Brutalista, con la componente peyorativa que se le aplicó a la rudeza de aquellos hormigones, rechazo que fue creciendo a medida que el tiempo transcurría y que todavía hoy persiste en el subconsciente colectivo.

Muchos años después, tras sucesivas épocas de esplendor constructivo en España, se provocaría el estallido de la burbuja inmobiliaria que acabaría siendo identificada como la causa de la gran crisis en la que todavía seguimos inmersos. Curiosamente el adjetivo adjudicado a la crisis fue “del ladrillo”. Pero en verdad, el material que siempre se cita para mostrar el opuesto a lo natural, al paisaje, a lo ecológico es el “cemento”, componente principal del hormigón. Subyace el rechazo por el hormigón desnudo, que se mantiene desde las últimas décadas del siglo pasado. Pese a ser un material que se identifica en el imaginario popular con la fealdad y la mala calidad de la construcción, en realidad es una de las mejores invenciones del ser humano, está presente en nuestra cultura cuando menos desde el imperio romano y requiere de un trabajo conjunto de distintos artesanos de la construcción. La reunión de cemento, arena, grava y agua, y un molde de madera adecuado se convierten, con suerte, en una roca tallada, fuerte y duradera, donde puede acontecer la belleza de la arquitectura.

stats