Cultura

Cuando la nostalgia provoca carcajadas

  • El ex componente de Martes y 13, Millán Salcedo, hizo de sí mismo y dejó claro que forma parte de la historia del humor en España

Nadie que fuera al Teatro Villamarta el sábado a ver a Millán Salcedo, sabiendo cómo es su humor, pudo quedar desencantado. Lo que el ex de Martes y 13 llevó al escenario del primer teatro jerezano fue el estilo que caracterizó al dúo humorístico durante todo el tiempo que permanecieron unidos (también en su época de trío, con Fernando Conde). Queremos decir que ninguna persona pudo sentirse decepcionada, salvo que, equivocadamente, pensara que íbamos a ver a un actor ahondando en registros dramáticos que tan ajenos le son. Millán es un hombre orquesta del humor, y su 'música' no dejó de sonar en las casi dos horas que duró el espectáculo. Todo secundado por el maestro al piano Marcos Cruz, que también actuó y cantó, complementando a la perfección a Salcedo.

Cierto es que la duración de la actuación, si bien se pasa volando, es complicada mantener con la intensidad de los primeros treinta minutos. Nada más salir Millán al escenario provocó la carcajada. Bastaron un par de tics, un "yo pispo", para que la gente se riera a mandíbula batiente. Era lo normal, lo esperado. El resto del montaje tuvo sus altibajos. Era también lo lógico. Resultaría milagroso que las risas hubieran durado todo el tiempo. Eso sí, cada poco tiempo, cuando parecía que el monólogo iba camino del naufragio, alguna improvisación, algún chascarrillo que imaginamos, estaba fuera del guión, provocaba la hilaridad o la risa abierta y sana.

Ortega Cano, el Rey, Gloria Fuertes, Nati Mistral o Raphael fueron algunos de los personajes que, inevitablemente, Millán sacó de la amplia chistera, convertida para la ocasión en un piano (que no es verde, sino blanco, pero que cambia de color con los efectos de luz del escenario), que es el hilo conductor, la metáfora de lo que el humorista quería decir en su mensaje: que hay que hacer en la vida cosas que uno nunca se ha atrevido a hacer.

De toda la noche, lo que más risas provocó fueron sus mencionados tics de siempre, la carta escrita a base de marcas de productos de supermercados (visualizadas en una pantalla gigante), y el vídeo homenaje a sus antiguos compañeros de Martes y 13, con el que el humorista quiso dejar claro por enésima vez que no está peleado con ellos y que los recuerda. Personajes como Paca Carmona, su maricón... de España, la monja en la bici sin sillín, volvieron a provocar que el patio de butacas del Villamarta se partiera de risa como si fuera la primera vez que veían esos chistes.

Pura nostalgia que llenó el ambiente de buen humor.

Televisiones de pago, programas de cotilleo o últimas tecnologías se llevaron también su crítica. Curiosa resultó las dos pruebas dramáticas que Millán propuso sobre el escenario. Por dos veces, el de Ciudad Real giró el tono jocoso de su monólogo para imbuirse en un halo de tristeza. El público, aunque esperaba de un momento a otro el fin del numerito con alguna de sus paridas, llegó a creérselo. Millán, satisfecho, como si no tuviera mucha fe en sus propias posibilidades dramáticas, exclamó "prueba superada", y volvió a sus personajes y a sus cosas que son la risa y las imitaciones que han hecho de él, ya separado hace tiempo de Martes y 13, un valor seguro en el arte de hacer reír.

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