El oficio de desnudarse

La muleta de Paco Loco disimula la decepción de Steve Wynn, pero el hallazgo de magníficas bandas desconocidas compensa el Monkey

Un momento de la bestial actuación de Los Jaguares de la Bahía en la bodega Osborne.
P. Ingelmo El Puerto

12 de octubre 2015 - 05:00

Para todo músico una balada es un modo de desnudarse ante el público. Con esto hay que tener cuidado porque, como en cualquier desnudo, uno debe escoger bien la hora de desnudarse, que venga a cuento, que haya un clima para que alguien te quiera ver desnudo. Y así de bonito sea tu cuerpo que si lo haces en el bar La Chicha Yeyé a las seis de la tarde queda como raro. Por ejemplo, tanto se desnudó el trío Betamotion, que es una de las propuestas más peculiares que se han podido ver en el Monkey este año, que se diluyó el efecto. Porque la peculiaridad está en ser pop-rock de toda la vida alimentado con mitomanía. Canciones propias muy bien trabajadas se trufan con acordes y letras de grandes clásicos de los Beatles, los Doors, Radiohead... Sin embargo, cuando la gente quiere bailar. Están muy bien, pero esto viene a cuento de otra cosa que tampoco tiene mayor importancia -afortunadamente, en el rock and roll todo tiene una importancia relativa, es la segunda cosa más importante entre las cosas que no tienen importancia-.

De un tiempo a esta parte vemos a muchos músicos en solitario. Se afirma que buscan una atmósfera más intimista. En definitiva, desnudarse, dialogar con el público. No nos engañemos, es una cuestión de estructura de costes en un sector de economía lánguida. Mover músicos cuesta mucho dinero. Steve Wynn, al que debemos venerar por haber parido Dream Syndicate y un puñado de magníficas canciones, se presenta con su guitarra y su amplificador. Hay que ser muy grande para conectar con el público con tan poco material. Y le costó arrancar en el escenario de Mucho Teatro porque, como él mismo decía, no había árboles en los que refugiarse. Encontró a uno. A su espalda saltó Paco Loco, el hombre que está en todas partes en El Puerto, y acompañó, en la sombra a Steve Wynn. eso salvó en alguna medida un pequeño naufragio (un naufragio sin importancia).

Porque si a continuación salta un grupo como Fumaça Preta, al que la mayoría de los presentes no conocíamos de nada, y se marca un directo sudoroso y apabullante, pletórico de ritmo, cantando en conmovedor portugués sambero preñado de rock and roll entonces la parroquia tiene que convenir que es mejor que los músicos salgan al escenario vestidos. Eh, estamos en esto para divertirnos. Fumaça Preta divirtieron un montón, como lo hicieron antes Los Vinagres en El Cielo de la Cayetana. O incluso pueden divertir un veterano grupo mod murciano -¿qué pasa en Murcia? Miles de bandas de Murcia este año- como octubre, que ha evolucionado de Los Brincos a Los Secretos. Ya es más difícil que te diviertas con Captains, un dúo mixto con una cantante alemana que se mueve entre PJ Harvey y Patti Smith. Un poco de angustia, tanta desnudez, quizá porque el tiempo mejoró y parecía verano en una gran jornada simia. A estas alturas, es difícil entender el otoño en El Puerto sin los días del Monkey.

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