Con un sentido meta-artístico
AUNQUE es un pintor un poco guadianesco - sus etapas de silencio expositivo se nos han hecho, quizás, demasiado largas-, Chico López es uno de los autores en quien más hemos confiado, uno de los que más satisfacciones nos han dado y en quien más hemos confiado. Lo conocemos desde que era muy joven y, desde entonces hemos comprobado sus muchas capacidades, sus abiertos esquemas y sus amplios horizontes por donde se extendían una obra que siempre ha tenido un sello muy particular. Es un artista que se le espera porque ofrece una obra distinta, llena de matices y marcando mucha distancia con los empecinados e igualatorios ambientes de un arte que plantea demasiadas pocas cosas.
La exposición en la galería de Emilio Almagro nos presente un magnífico juego de intenciones icónicas. Obras de arte compuestas con retazos de obras de arte, metalenguaje artístico que desencadena un desarrollo conceptual abierto y donde se plantean muchos de los interrogantes que acontecen en un universo donde la realidad está condicionada por la ilustración ficticia de la propia realidad.
El artista nacido en Linares se ha interesado siempre por los desenlaces que acompañan al juego artístico. Sus obras han estado pobladas de registros que inducían al condicionamiento del valor de la obra de arte, que jugaban a los complejos conceptos de un arte con profundas interrelaciones, una obra de arte que manipulaba intenciones, que ofrecía jugosos aspectos de una creación con muchos puntos de vista.
José Miguel Chico López en esta nueva comparecencia acentúa el carácter de una obra que busca manifestar las infinitas posibilidades de un arte abierto, donde lo representado marca posiciones para, desde ellas, empezar una nueva andadura; andadura ésta que mantiene relaciones con la propia situación artística, que seduce desde el propio concepto de una plástica cuestionada, que abre las perspectivas de una significación donde lo que se presenta es lo de menos, que hace participar de extrañas combinaciones, siempre con un marcado sentido de lo riguroso, del arte por el arte y de la idea desde su propia identidad reflexiva.
Una vez más, la obra de Chico López convence de principio a fin. Como decía antes, se trata de un autor que es necesario porque aporta experiencias nuevas, porque desentraña posiciones distintas y porque nos conduce por una pintura reflexiva, de dentro hacia fuera y de fuera hacia dentro y porque, en este universo de medianías, aporta claridad, mucha claridad, a una realidad necesita de frescura, de novedosos episodios y, en definitiva, de verdades incuestionables.
La factoría Almagro sigue viva y Chico López ha sido, desde siempre, uno de sus especímenes más preclaros. Por tanto, exposición importante para él y para nosotros, porque seguimos manteniendo la fe en un arte de infinito interés.
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