La soledad de un planeta llamado Tierra (II)
Tribuna libre
EN un universo en expansión y en un recóndito lugar del mismo, una semilla sembró la vida. Quedó depositada en un planeta al que se le llamó Tierra. Un oasis de vida en la soledad del firmamento.
En estos comienzos del siglo XXI, se encuentra tocada y herida, pero nos va queriendo parecer un rayo de luz de vívidos colores que se encuentra atravesando los espacios siderales avisándonos de los serios peligros que se le avecinan como consecuencia directa de la acumulación de ambiciones y poder de ciertos seres humanos que la pueblan (sus hijos) que están rompiendo su equilibrio.
Un surtido de aconteceres la cubren de heridas y cicatrices, algunas ya irreversibles.
Uno de estos aconteceres, entre otros, son las perversas y devastadoras guerras (no sé si éstas son consustanciales a la naturaleza humana o forman parte de sus errores) camufladas bajo creados intereses cargados de hipocresías de todo tipo y, a su vez, manipuladas y estudiadas por estrategas de infortunios. Siempre las ha habido y me temo, continuarán. A la historia me remito. Nos da la sensación de estar llegando a parecer como simples y macabros juguetes para segar la vida y que, además de los intereses creados, las religiones han jugado y continúan jugando un cierto papel.
Me voy a permitir llamar madre al planeta que me vio nacer, madre de todos cuantos en ella moramos y, ¿por qué no?, tutearla. Tú sabes muy bien que te encuentras militarizada, que todo el espacio que te circunda (cielos, tierra propiamente, mares…) la tienes plagada de armas de alta tecnología, armas de funestas misiones de exterminio, armas de todo tipo y calibre y con funciones de tipo vario y diverso con el fin de conseguir los objetivos propuestos por ciertos descerebrados capaces de arruinarte de un solo golpe, vamos, en un santiamén. Sabes, igualmente, que esos saltos tecnológicos que se están produciendo en esta y otras materias van significando perjuicios para tu natural equilibrio. Tú, que las has vivido desde miles de años, sabes que sus comienzos, por llamarlo de alguna manera, fueron convencionales o elementales, como se prefiera, (piedras, palos, lanzas, espadas, flechas…) y que a día de hoy te encuentras ante nuevos fenómenos (químicos, biológicos, nucleares…) lo que supone destrucción masiva. Si pensamos en sus consecuencias… Mejor no pensarlo.
Todo ello supone, como bien sabes, un tremendo y enorme despilfarro de tipo económico en perjuicio y detrimento de lo que todos sabemos y suponemos. No se priorizan cosas de mayor calado y trascendencia (hambre, enfermedades, pobreza, gozo de tu medio ambiente, ese que tú nos regalas…). Estoy totalmente convencido que todo ello te duele.
Tú sabes también afectan a tus cultivos, tus bosques, que ayudan a seguir generando desiertos, que rompen el equilibrio de ecosistemas y que los efectos sobre tu ya curtida y arrugada piel, tardan y tardarán años y años en normalizarse; que dejan huellas de mucho dolor y muerte facilitando plagas y epidemias te variado tipo causando una enorme devastación ecológica.
Sabes de nuestras guerras mundiales y de las llamadas, por así decirlo y de forma sutil, locales… (Vietnam, Afganistán y un largo etc.) y sus consecuencias mejor que nadie y muchas ya de por vida. Y qué decir de los ensayos nucleares que igualmente sabes y que perduran en lugares de tu atmósfera y en algunas zonas de tu suelo con el añadido radioactivo (que te pregunten a ti por lo de Palomares, por ejemplo). Hoy las estamos padeciendo en diferido. Tú, más que nadie, sabes que los avances tecnológicos alimentan solo relaciones superficiales. Es verdad son avances de la ciencia, pero creo, poco satisfactorios, no todos, claro. Éstos vienen a formar parte de una continúa manipulación dando la sensación que has venido a sufrir.
Se estás desesperada, callada y enfurecida a veces, otras paciente; se te escucha como queriendo revelarte exhibiendo ese tuyo poder con armas de destrucción y oscuridad. Sé, te caes una y mil veces; sé llevas tiempo soportando y aguantando golpe tras golpe por la insensatez y estupidez de desalmados cerebros. Sé, te levantas soportando heridas que infligen sobre tu piel cicatrizada una vez y otra justo al lado de tu cuerpo malherido y olvidado. Pero a pesar de todo generas una luz que cautiva y protege en medio de esa humanidad que acoges. Igualmente sabes que te llega cierta escasez de coherencia -que no concibes lo que te dicen con lo que te hacen- y que esos humanos que habitan parte de tus espacios están corroídos y corrompidos, que necesitas otra mentes, mentes más abiertas que corrijan los errores que contigo cometen. Yo sé que te gustaría que la riqueza de tus hijos- texturas de tu cuerpo y de tu piel- radicasen, anidasen en la cultura y en la educación y no en la sobreexplotación de tus recursos, de tus dones y tesoros con espurios intereses. Seguro sería feliz así aunque de cuando en vez nos echases alguna reprimenda con el fin de no descuidarnos de tu cuidado. Sabes sobradamente que la elegancia reside en la cabeza y lo que tus hijos queremos es vivir en paz, tener trabajo, un cierto bienestar, que la ética resida y anide en cada uno de nosotros teniendo vida amable, tranquila y siendo felices en la medida en que se pueda y con independencia de razas, culturas, creencias, religiones… y todo ello también mejor que con un papa, ayatolá, califa, dalái lama y cualquier otro mandatario religioso.
Nos resultaría más que hermoso recordar nuestra añorada infancia con aquella inocencia ya perdida, incesante en el correr de la vida, pero que nunca la abandonamos, que la mantenemos viva. Esa infancia con un mundo armonioso y anhelo de belleza más que natural con ese encantamiento de conexión con tu propia naturaleza y donde contemplábamos una geografía verde llena de lugares idílicos cubiertos de alfombrados coloridos. Buena parte de todo aquello está desconocido. De todos es más que sabido nos ofreces y regalas no solo los monumentos más hermosos que puedan existir, sino también esa ayuda al sentir el contacto contigo y que nuestro cuerpo agradece ejerciendo sobre todos nosotros, un poder terapéutico con el consiguiente aporte de beneficios tanto físicos como psicológicos. Convencido estoy de que te agradaría llegase a ser así ya que aún te quedan bellezas por las que derramas lágrimas por lo que te estamos haciendo y que antes eran de alegría. Sabido es que cuando la naturaleza tratamos de convertir en dinero, comienza su destrucción.
También te puede interesar