Felipe Ortuno M.

Año nuevo y esperanza

Desde la espadaña

31 de diciembre 2022 - 01:33

Llevamos en la mochila del nuevo año la desilusión del anterior. No es mala la desilusión, en tanto signifique liberación de las ilusiones quiméricas, delirios, que hayan ocupado sitio en el caletre.

En este sentido, me considero un desilusionado. Porque hay, efectivamente, un tipo de esperanza que te deja por los suelos, desvencijado, y con ganas de darte 'chocazos' contra la pared. Si te has puesto en manos de la lotería, por ejemplo, ni te digo.

Hay que seguir levantando la cabeza cuando se quiebran algunas esperanzas falsas, o hueras, como algunos personajes de la farándula nacional. Aunque, en el viejísimo año 22, hayamos andado por caminos sin salida, no son, sin embargo, los caminos definitivos. No hay senda que concluya en sí misma; siempre hay que buscar 'salida por las estrellas', que decía de Granada, el recordado Carlos Cano.

Lo que parece sin escapatoria no es lo definitivo, porque todo linda, de una manera u otra, con un sentido último y englobante. El problema se sitúa en el 'cómo' y 'cuándo', que nos tiene en ascuas y con los ojos 'emparpitaos' de tanto llorar desesperanzas y escarmientos.

Por ser año nuevo, confío en la sanación que venga del futuro, la reconciliación posible del presente, aunque sólo sea con 'un pasito p'adelante', a lo Ricky Martin. Creo que, tener esperanza, nos es innato de alguna manera. Hay algo de originario en nosotros que sostiene la espera contra toda esperanza, a pesar de todo, y hasta contra todo, que seguimos e insistimos, porque no puede ser que todo esto sea una entelequia. Tiene que tener sentido. Me atrevo a decir: hay que forzar el sentido contra la evidencia insípida que aturde. Quiero tener esperanza, deseo construir la materia de mi corazón con ella, con el anhelo necesario que lleve hasta más allá, hasta no sé dónde, hasta el infinito, como sea. Se me hace difícil dar razón de ella, porque es arduo encontrar su base, espinoso su camino racional, en un ejido que nada tiene que ver con esto nuestro, tan fáctico y finalista.

Tengo confianza, sin embargo. A pesar de la realidad, entro en este año con deseos de lucha y desafío, con ganas de no dejarme romper por la rígida visión de los acontecimientos. Os aliento a ello, a luchar contra la guerra del corazón, tanto como contra la de Ucrania; que es como sobreponerse al bombardeo implacable de todo cuanto nos mata. Comprendo que esto huela a 'desideratum' ingenuo, si me apuras, preadolescente y hormonal, pero ¿por qué no? Que, con el grito, la queja y la protesta, vaya de la mano la confianza y esperanza de que se le puede dar la vuelta a todo, cambiarlo, incluso, hasta desplegar la crisálida en mariposa.

No quiero eliminar el furor y la protesta de los abismos existenciales, que son muchos; sino poner lenitivo que alivie y sostenga, un poco de sonrisa, que mitigue, siquiera atempere, tanta humanidad caída como hay por todas partes. Creo en la disposición y el talante, en la manera diferente de ver las cosas, para abrir las fuentes neuro trasmisoras del interior humano. Un poco de oxitocina, dopamina, canela y clavo, alhucema bendita y cuanto sea preciso para reencontrarnos con la ilusión que un día sostuvo nuestra vida hasta llegar aquí. Recomiendo leer a Marian Rojas Estapé, joven médico psiquiatra, humanista convencida, para rearmarse de optimismo y tranquilidad (recomiendo sus libros), y seguir apostando por un 'es posible', sin duda. Se ha cerrado un año; viene otro. Se ha cerrado una puerta; se abre una ventana. Esta es la aptitud: positividad a ultranza, convencimiento y decisión.

Hoy es un buen día para situarse en clave de futuro esperanzador ¿por qué no? Las miradas hacia atrás engendran tortícolis en el alma. Animo a especular, desear, soñar despiertos y vivir 'el cada día' con la convicción de la posibilidad real de conseguirlo. Decía el viejo Aristóteles que la esperanza es un mal salido de la caja de Pandora. No lo creo. Mírate las manos y comprueba en ellas la potencialidad que tienes, el deseo que albergas para recorrer el nuevo camino de tu propio resurgir. Cree en ti para desechar los esclerotizados lastres que te ha dejado el año anterior. Ya pasó; ahora eres tú, con todas las energías, con las que seas capaz para dar el siguiente paso, porque sólo se necesita un paso para explorar el imprevisible futuro de tu vida. Hay que arrancarle sentido a la historia, a la propia y ajena, que es donde radica la condición indispensable de tu potencialidad. Por supuesto que, en desacuerdo con el presente, en tensión, porque esto es una marcha continua, pero sin acoquinarse ante la sucesiva dialéctica contradictoria de incumplimientos. Eso nunca, por muy difícil que sea mantener la esperanza en condiciones contrarias a las que se nos promete.

No huyamos, anhelemos, por muy hedionda que sea la realidad opresora que vivimos. Dejémonos 'apasionar por lo posible' (Kierkegaard), para que no se apodere de nosotros la fatal idea de que el mal es inevitable. Es un buen día para punzar el presente, dilatar el corazón arrugado, quizá, por tantos acontecimientos indeseables que nos acechan. No conformarse con el presente, supongo que ya es fruto de esa misma esperanza que deseo para todos ¡FELIZ AÑO NUEVO!

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